14. La intrusión

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Blake:

A la mañana siguiente me desperté acalorado y sudando. El sol entraba por una de las ventanas de mi habitación y me daba justo en los ojos. También notaba un peso sobre la mitad derecha de mi cuerpo. Abrí un poco los ojos y vi el largo pelo de Liv esparcido por la almohada a mi lado, le estaba dando el sol y hacía que pareciese oro liquido.

Uno de mis brazos estaba por debajo de Liv y ella había pasado una de sus piernas por encima de las mías mientras dormíamos. Estaba acurrucada contra uno de mis costados y seguía plácidamente dormida.

Quisiera decir que no, pero puede que me haya quedado mirando como dormía un buen rato. Hasta que me di cuenta de que tenía una especie de marca que sobresalía fuera de la manga de su camiseta. Le subí un poco la manga para verla completa.

    — Buenos días — me sobresalté un poco como si me hubiesen pillado haciendo algo que no debía. Miré hacia Liv y ella me miraba con una ligera sonrisa en los labios. Se incorporó un poco y se frotó los ojos.

    — Buenos días, ¿cómo te encuentras?

    — Bien, la verdad, he dormido muy bien. ¿Qué estabas mirando?

    — ¿Te has hecho un nuevo tatuaje?

    — No, no tengo tatuajes — le señalé el lugar por donde sobresalía la marca.

Se subió la manga de la camiseta hasta el hombro y allí, en un lado del brazo, había una marca en forma de espiral que parecía impresa a fuego en la piel. Se le estaba empezando a formar costra.

    — Pensaba que no habían llegado a tocarme — dijo como en un susurro mientras miraba su brazo sin llegar a creérselo. No me lo estaba diciendo a mi, estaba hablando para ella.

    — ¿Quienes? — ella no respondió y siguió mirando su brazo. Le puse un dedo en la barbilla y le giré la cara lentamente. — Liv ¿Quien te ha hecho esto?

    — Ayer entraron en mi casa. No se como ni porque. Cuando me desperté salí corriendo inmediatamente y vine aquí.

    — ¡¿Cómo no me has dicho esto antes?! — eché la manta a un lado de forma brusca y me levanté de la cama de un salto. Solo llevaba un pantalón de pijama de franela y noté como Liv me daba un repaso, pero no era momento de eso ahora. Estaba muy enfadado.

    — Yo no...

    — ¿Sabes quienes eran? — la interrumpí puesto que parecía que no había encontrado ninguna excusa.

    — No sé quienes eran, solo sé que parecían feéricos. — ahora entendía porque no me había dicho nada antes. Quería protegerlos.

    — Tenemos que contárselo a mi tío. Sea lo que sea tu tía puede estar en peligro también. — su cara cambió completamente y salió de la cama de un salto.

Me vestí rápidamente y le di algo de ropa para que se cambiase. Todo le quedaba enorme. Al final se puso una sudadera y unos pantalones de chándal míos. Era bastante cómico verla con esa ropa pero sería solo para pasar la mañana.

Fuimos hasta el despacho de mi tío que ya estaba despierto. Durante este trayecto, ninguno de los dos habló, yo estaba muy enfadado y Liv parecía mas bien perdida. Habíamos dormido muchísimo y llegabamos tarde a las clases.

    — ¿Se puede? — dije yo asomando la cabeza por la puerta.

    — ¿No deberias estar en clase? — levantó la mirada de sus papeles extrañado.

    — No vengo solo. — abrí la puerta y mi tío vio a Liv. En ese momento pude ver como se encendian sus alarmas.

    — ¿Olivia? ¿Qué haces aquí?

Marcada por las HadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora