31. Polvo de Hadas

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Liv:

Estaba en estado de shock y simplemente me deje guiar por los chicos. Mis piernas parecían haber entrado en piloto automático y apenas las sentía mientras corríamos por los pasillos del palacio. Todos estábamos agotados y algunos de ellos estaban heridos. Blake se sujetaba el brazo contra el costado mientras que Mark tenía un profundo corte en la frente. Los trajes que había fabricado no habían sido capaces de soportar tanta magia, sobre todo viniendo de tantos sitios diferentes.

    — ¿A dónde vamos exactamente? — preguntó Mark.

    — Tenemos que bajar hacia el pueblo.

    — Recordadme cuando consigamos salir de aquí, que le envíe una carta a la reina para que cambie estas dichosas escaleras. — gritó Josh al aire. — Es la cosa menos práctica que he visto en mi vida.

    — Esperemos que siga viva para cuando hagas eso. — grité yo por encima de nuestros pasos. No era algo con lo que bromear, pero a estas alturas era inevitable.

Salimos del palacio y continuamos bajando hasta llegar al centro del pueblo, no había ni un alma en las calles. La tarde anterior habíamos estado sentados en la fuente en la cual nos encontrábamos parados ahora. La cual, por cierto, se encontraba completamente seca.

    — ¿Qué pasa? — preguntó Mark. — ¿Por qué nos paramos?

    — Es aquí. — dijo Robin señalando la fuente. — Liv ven, solo tú puedes abrirla.

Me acerqué a él y por primera vez me fijé en unos símbolos que se encontraban tallados en la roca del muro externo de la fuente. Literalmente habíamos estado sentados encima. Estaban representadas todas las criaturas mágicas.

    — Coloca la mano sobre el símbolo feérico. Eso tendría que bastar. — coloqué la palma de mi mano sobre dicho símbolo y mis poderes se activaron sin yo poder controlarlos. El simbolo se iluminó con un resplandor verdoso al mismo tiempo que otro simbolo en el lado opuesto de la fuente se encendia de color dorado. Blake se acercó hacia él y un susurro salió de sus labios.

    — El símbolo de los arcanos. — luego una sonrisa se extendió por su rostro — Parece que no soy el único mestizo de hada y arcano.

No pude evitar sonreír a pesar de toda la confusión que tenía en mi cabeza. Un par de segundos después, se oyó un sonoro clonk y el suelo de la fuente se deslizó a un lado para dejar a la vista unas escaleras que bajaban en espiral.

    — Y más escaleras... — se quejó Josh.

Entré la primera. El pasadizo bajaba a modo de escaleras de caracol y las luces feéricas se fueron encendiendo a medida que íbamos bajando. Robin iba detrás mía y aproveché para preguntarle.

    — En la fuente, había un símbolo por cada grupo mágico ¿Eso quiere decir que cualquier persona puede entrar?

    — No exactamente. Solo los líderes mágicos o alguien con sangre real pueden entrar.

    — Pensaba que la reina odiaba a todos los seres mágicos.

    — Este sistema fue creado durante el reinado de Oberon y Maeve, tus abuelos. De aquella supongo que las relaciones con el mundo mágico serían diferentes.

Seguimos bajando hasta llegar a una especie de pasillo, cuyas luces se fueron encendiendo una por una. El pasillo desembocaba en una gran sala redonda de piedra recubierta por cuarzos que salían de las paredes de forma desigual. El suelo parecía estar recubierto de purpurina, al igual que las paredes. Justo encima de nosotros, en el centro de la sala, había una gran piedra transparente mucho más grande que los que nos rodeaban y justo debajo de ella un enorme arbol que ahora parecia estarse marchitando. 

Marcada por las HadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora