26: El verdadero enemigo.

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Ellie:

— ¿Allister? — dijo Mel con voz temblorosa. De repente la última pieza del puzle encajó.

— ¿Cuál es tu verdadero nombre? — pregunté yo con voz calmada a pesar de que el corazón me iba a mil. Tenía un mal presentimiento.

— Vaya, vaya, parece que alguien ha conseguido por fin sumar dos más dos. — dijo aplaudiendo de forma irónica. Tenía una actitud distinta a la que había tenido estos últimos días conmigo, como si por fin se hubiese quitado esa máscara que ocultaba su verdadero ser.

— ¿Allister? ¿Qué está pasando? — Mel parecía verdaderamente asustada, sus manos no paraban de temblar sobre las serpientes de madera que se retorcían sobre mis manos y las sujetaban a los brazos de la silla. Había poco que Mel pudiese hacer contra eso.

— Parece que alguien aún no se ha enterado. — dijo dirigiéndose a mí ignorando a Mel por completo. Eso pareció molestarla enormemente.

— ¿Qué?

— Diosas, hay que explicárselo todo — dijo mientras entrelaza las manos detrás de la espalda y comenzaba a pasear alrededor nuestra — Veréis, provengo de una familia de brujos bastante importante. Mis padres me prepararon para ser el siguiente en la línea de sucesión, a pesar de que los brujos están gobernados por una matriarca. Y diréis ¿Cuál es el problema entonces?

Ya había oído esta historia antes y el final no era bueno.

    — Mi hermana, ella es el problema. Cuando nació ella, mis padres parecieron olvidar toda la educación que yo había recibido y decidieron entregarle todo a ella. Nos llevamos casi veinte años y aun así, después de todos los esfuerzos que hice para convertirme en el mejor brujo supremo... a ella se lo dan simplemente por nacer. ¿Lo veis justo? Yo creo que no.

Mientras él hablaba y hablaba sin parar, Mel seguía intentando librarme de las serpientes, pero parecía que algo iba mal. No le paraban de temblar y se la veía mucho más pálida que de costumbre. En un momento extendió sus manos sobre las serpientes y un ligero color verde se propagó por ellas, pero se apagó al cabo de unos segundos. Mel no era capaz de usar sus poderes.

    — Eres Allister, el hermano de Aby. — dije yo en voz alta intentando distraerle todo lo que pudiera. No sabía lo que iba a pasar, pero suponía que nada bueno.

    — ¿Te han hablado de mí? Me siento halagado. — dijo con una falsa sonrisa llevándose una mano al pecho.

    — Lo justo y necesario.

    — ¿Qué es lo que quieres? — preguntó esta vez Melia con un poco más de fuerza en la voz. Las serpientes parecían retorcerse y apretarse más cuanto más Melia intentaba soltarme.

    — Lo que quería era gobernar, y llegados a cierto punto me daba igual que no fueran brujos. Así que los feéricos me parecieron la opción más ... inteligente. — hizo un gesto con las manos como si esa fuese la opción más obvia —  No soporto a los licántropos, son unos chuchos sarnosos que no hacen más que gruñir y rascarse el culo todo el rato. Los arcanos no están gobernados por nadie y no creo que vieran con buenos ojos que me infiltraran en su organización. Los demiurgos solo piensan en sus inventos y el agua me riza el pelo así que los atlanos estaban descartadísimos. — Parece que le gusta escucharse hablar, así que lo dejamos hacer. — Mi plan principal era cortejar a vuestra hermana, pero para mi sorpresa ya estaba cogida.

    — Así que fuiste a por Melia. — dije yo con rencor en la voz.

    — Efectivamente, pero Melia no me servía de nada sin su corona. Así que tuve que tomar una decisión empresarial.

Marcada por las HadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora