24. La verdad

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Blake

Al día siguiente el desayuno fue bastante incómodo. Serena e Ian se habían mantenido serios durante toda la comida y se había asentado un silencio incómodo sobre la mesa. Ambos se veían tremendamente arrepentidos y a pesar de que habían pedido perdón un millar de veces la situación aún seguía un poco delicada. Era raro ver a Liv tan seria, pero todos sabíamos que era la que estaba más dolida.

Ayer Alec y Robin nos habían contado que no habían podido hablar con la reina debido a que estaba indispuesta. Y nos aseguraron que era más común de lo que parecía. Los generales fueron quienes dieron la cara y se disculparon con ellos por haber cometido el error de dejarles tirados en otra dimensión pero tampoco se pararon demasiado a lamentarse. Les dieron un par de días libres y una pequeña bolsa de oro como recompensa y los mandaron a casa. Ni siquiera se molestaron en saber cómo les había ido, parecía que esa información ya no les importaba.

Habíamos acordado volver a la biblioteca hoy a la tarde, esperábamos que los guardias no nos volviesen a hacer ninguna prueba esta vez. Nos preparamos y Liv se colgó su espada en la cintura. Encajaba a la perfección tanto con su traje como con su estatura. Parecía hecha para ella y probablemente lo estuviera, teniendo en cuenta sus antecedentes.

Hoy habíamos dormido apelotonados encima de la alfombra mullida que cubría todo el suelo del salón de Robin y Alec. Josh y Gon habían conseguido acomodarse en los sofás. El salón era un completo desastre con almohadones y mantas por todos lados, por no hablar de la guitarra de Josh que ahora descansaba en uno de los lados del sofá y la infinidad de armas que habíamos traído encima. Era hora de ponerse los trajes de nuevo y volver a armarse.

    — No tenemos ninguna seguridad de que os vayan a dejar pasar, así que si veis que sospechan algo, os excusáis y salís de ahí. 

    — O en el peor de los casos, salid corriendo. — dijo Robin con una sonrisa juguetona.

    — Esperemos no tener que recurrir a eso. — dije yo seriamente.

    — No pasa nada, entregamos a Serena y a Ian y seguro que nos dejan salir de aquí. — dijo Josh medio en broma medio enserio apoyándose con los brazos cruzados sobre la mesa del comedor.

    — Chicos...ya os lo hemos dicho, no podíamos...

    — ¡Basta de excusas! — Era la primera vez que hablaba desde ayer a la noche y su voz sonaba un poco más ronca de lo normal. — Entiendo los motivos que os llevaron a no contarnos nada, pero en este caso era necesario. Se supone que sois los adultos, por todos los dioses. — Su tono de voz era de desesperación pura. No paraba de mover las manos y gesticulaba en dirección a ellos como una madre que está echando la bronca a sus hijos.

Ambos se quedaron un poco sorprendidos como si no esperase esa reacción, y menos viniendo de Liv. Ian levantó la cabeza y miró fijamente a Liv con una determinación que solo le había visto presente cuando se trataba de una reunión de guerra.

    — Se que lo hemos hecho mal, en ningún momento debimos ocultaros esta información sabiendo lo importante que era. — La habitación seguía en silencio, esperando por la siguiente respuesta de Ian. — Pero también tienes que entender que era tu tía la encargada de contarte todo esto. Esta información era demasiado importante para que unas personas que conoces de apenas una semana te la explicaran, sobre todo porque sabemos lo básico.

Liv se quedó callada mirando para ellos y entonces comenzaron a rodar lágrimas por sus ojos. Se los tapo de inmediato antes de que nadie pudiese verlas pero ya era demasiado tarde. Ian se acercó a ella y la rodeó con los brazos, entonces Liv comenzó a llorar más fuerte, aferrándose con fuerza a la camisa de Ian.

Marcada por las HadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora