Liv:
Entré corriendo en la biblioteca y cogí mi espada para atarla a la cintura. Tenía que volver cuanto antes a junto de los demás. Salí corriendo de nuevo por el pasillo sin pararme demasiado a pensar en si la gente me veía o no.
Me había confiado demasiado. ¿Cuántas probabilidades había de que me chocara con la reina dos veces seguidas? Al parecer más de las que pensaba. Y la sorpresa no hizo más que aumentar cuando me di cuenta de quien la acompañaba. Mi tía estaba allí. No tenía cadenas en las manos ni en los pies, como tantas veces me había imaginado, quizás exagerando un poco de más. En general se la veía muy bien. Viéndolas a las dos juntas podía verse el enorme parecido que compartían, y que yo de alguna manera había heredado.
Vi como los ojos de mi tía se abrieron en sorpresa y su boca gesticulaba un "oh" silencioso. Me quedé mirando para ella esperando cualquier tipo de reacción por su parte, pero seguía en shock y probablemente cuando volviéramos, si es que volvíamos, estaría castigada hasta los ochenta años.
Durante esa corta conversación, mi tía no mostró ningún indicio de conocerme salvo por la mirada sorprendida del principio. La reina había vuelto a confundirme con mi madre, pero no insistió demasiado en el tema. Me costaba creer que la persona que tenía delante fuese capaz de tanto mal. Me mantuve lo más callada posible y procuré responder a todo lo que me preguntaban.
En ese momento un par de guardias llegaron corriendo hacia nosotras y no pude hacer otra cosa que suspirar de alivio.
— Majestad, alteza — hicieron una pequeña reverencia ante ellas y a mi me ignoraron por completo. Llevaban las armaduras de la guardia real y ambos tenían un arco y un carcaj de flechas en la espalda. — Están fuera. — dijeron aun sin aire. La reina y mi tía compartieron una rápida mirada interrogante.
— ¿Quienes?
— Los demás seres mágicos, majestad.
El silencio se instaló entre nosotros y aproveche ese momento de confusión para intentar escabullirse. La reina se dio cuenta de mi movimiento y dijo fieramente.
— ¡Alto ahí! — yo ya estaba a medio camino cuando me quedé congelada ante la fuerza de esa voz y el pensamiento de salir corriendo se me esfumó completamente de la cabeza. — Esa espada... —me puse rígida ante el comentario y tragué saliva para intentar aliviar el peso que notaba ahora sobre el pecho. No podía mentirle, ella la conocía mejor que yo. — ¿De dónde la has sacado?
El cambio en el rostro de Melia fue notorio. Sus facciones se endurecieron y las pupilas de sus ojos se dilataron hasta hacer desaparecer casi por completo el iris verde. ¿Qué narices estaba pasando?
— ¡Guardias! — volvió a ladrar mientras me miraba fijamente. — Cogedla y encerradla en las mazmorras. Luego me encargaré de ella.
Los guardias se abalanzaron sobre mí antes de que pudiera siquiera reaccionar y me inmovilizaron los brazos detrás de la espalda. Por mas que me resistí, ellos eran mucho mas fuertes que yo.
— Mel, espera, no puedes hacer esto. — la reina puso su atención sobre mi tía por primera vez desde que su cambio de actitud, como si se hubiese olvidado de que ella también estaba allí.
— Encerrada a ella también — esbozó una sonrisa de superioridad y fue cuando mi tía se dio cuenta de que ella ya no era su hermana. — Me has mentido durante todos estos años y yo he sido lo suficientemente tonta como para volver a confiar en ti.
Eso último golpeo a mi tía como una flecha en medio del pecho. Uno de los guardias que me sujetaba a mi se apartó para coger a mi tía y ella no opuso resistencia. Cuando pensaba que la situación no podía empeorar mas, Blake apareció corriendo por el pasillo.
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Marcada por las Hadas
FantasyLiv y Blake pertenecen a mundos totalmente diferentes que han sido enemigos desde hace miles de años. ¿Pero qué pasaría si se conociesen? ¿Podrían llegar a ser amigos? ¿O algo más? Liv es una mestiza nacida de la unión de hada y humano. Sus poderes...