23. Secretos

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Ellie:
Había pasado otro día entero. Cada vez se me pasaban más rápido. Llevaba todo el día con las ventanas abiertas y mirando hacia lo que un día había sido un hermoso y poblado bosque, a fin de cuentas no tenía más que hacer. El aire comenzaba a enfriar más de lo normal y ya no era la cálida brisa que había sido los días anteriores. Me habían ido trayendo las comidas a la habitación y los guardias apenas me dirigían la palabra

Escuche como se abría la puerta y me gire lentamente. Solo había una persona tenía permitido visitarme, así que no era una sorpresa quien apareció por la puerta. Se la veía peor que la última vez que me había hecho una visita hace apenas dos días y eso hizo que me girase para prestarle más atención que en sus anteriores visitas. Debajo de sus ojos había unas ojeras kilométricas y su pelo caía suelto por su espalda como si no se hubiese tomado el detalle de peinarse. Su ropa no era tan ostentosa, llevaba un fino vestido blanco de tirantes y lo que más me sorprendió de todo fue que no llevaba su corona.

— ¿Ocurre algo? — pregunté yo dándome cuenta de que algo había cambiado en ella. Se la veía menos tensa, menos rígida.

— Está tarde me ha pasado algo curioso — se sentó en mi cama. Los pies le colgaban ligeramente de la enorme cama. Me quedé callada esperando a que continuase, yo aun seguía al lado de la ventana. — Me ha parecido ver a Rania.

Esa afirmación hizo que me sobresaltara y me acerqué a ella para cogerle ambas manos. Las cuales descansaban inertes sobre su regazo.

— Meli, Rania murió. — ella levantó la vista y me miró a los ojos por primera vez desde que había entrado.

— Ya lo sé. Pero se parecía tanto a ella... — la tristeza se reflejaba en sus ojos. No pude evitar pensar en Liv, se parecía tanto a sus madre ahora que tenía el pelo rubio que a veces me costaba mirarla y no pensar en Rania.

Me senté a su lado en la cama.

— Lo siento — dijo ella en apenas un susurro. Yo me giré hacia ella como un resorte. — No debería haberte retenido aquí en contra de tu voluntad.

— No, no deberías — suspire pesadamente pensando en mis siguientes palabras. — Pero yo tampoco debería haberte dejado sola tanto tiempo. — esbozó una ligera sonrisa, pero seguía siendo una sonrisa triste.

— No me encuentro bien, Ellie.

— ¿A qué te refieres?

— La verdadera razón por la que te he retenido aquí no ha sido simplemente por mi propio egoísmo. Si no que no me encuentro bien, no se cuanto tiempo mas podré aguantar.

— ¿Estás enferma?

— Los médicos no saben exactamente qué me pasa. Pero el polvo de hada no funciona conmigo.

— ¿Lo saben los consejeros?

— No, no me he atrevido a decirlo, pero si son lo suficientemente listos, se darán cuenta enseguida.

— ¿Por qué no me has avisado antes?

— ¿Habrías venido? — esto último lo dijo con cierto tono amargo, pero lo aplacó enseguida. — No quería que tuvieras que preocuparte por esto ahora. Me pasó a mí y no es nada agradable, demasiada presión. 

— No pensaba que te fueras a preocupar tanto por mi. — dije yo levantándome y empezando a dar vueltas delante de ella.

— Claro que me preocupo. Eres mi hermana. — chasquee la lengua y me paré delante de ella con los brazos cruzados.

— ¿Y porque te comportaste como una zorra la última vez que nos vimos? — Ya lo había dicho. Pareció pillarle por sorpresa en un primer momento pero luego reacciono de una forma que no me esperaba

Marcada por las HadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora