Descenso, Parte 11

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Ese último día no podré olvidarlo jamás. Pareció que en lugar de 24 horas el día duró el doble cuando menos.

Para comenzar el día luego de los pancakes Stacy bebió tanto batido que acabó adolorida y abotagada, y a partir de ese punto no tuvo momento para recuperarse. El desfile de todo tipo de comidas no dejó de llegar al lugar, pedíamos un servicio a domicilio tras otro. 

En los momentos en que acababa una comida, Karen le daba más batido a Stacy mientras se servía otra comida, y de paso seguíamos realizando los pedidos. 

Hamburguesas, pizzas, pastas, tortas, pollo, mexicano, chino, tailandés, sushi, frituras, golosinas, barras enteras de chocolate, cervezas y así seguía la lista, sin detenernos, sin dar un minuto de tregua. 

A medio día, aunque Stacy no decía nada, gemía y se quejaba de dolor, Karen de verdad había planeado la rutina definitiva, aún para la inagotable Stacy esto parecía demasiado. 

Con una respiración agitada y profunda Stacy intentaba acomodar su basto y frondoso cuerpo en el sillón, su panza prácticamente la tenía anclada para ese momento. Me pidió que acariciara su barriga para aliviarla mientras bebía vaso tras vaso de los batidos que Karen seguía suministrando. Su barriga para ese momento estaba sólida como una roca, su piel brillaba aún más que de costumbre y los rugidos eran constantes. 

De cada tanto en tanto alguna sección de su panza se inflamaba, generando una protuberancia visible en el óvalo apretado que formaba su centro. Cuando esto sucedía me decía que la masajeara, le dolía, pero no se detenía, estaba decidida a acabar con todo lo que Karen le diera. 

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Al final de la noche Stacy yacía acostada boca arriba, agotada, se quejaba suavemente por el dolor de su panza. Cada ciertos minutos un reflejo de hipo la hacía rebotar toda su sección media. Era posible escuchar como su piel se quejaba ante el movimiento, como un globo momentos antes de explotar. 

"Vamos, es pizza de seis quesos y extra pepperoni, como a ti te gusta" le decía Karen al acercar la rebanada a la boca de Stacy, ella abrió su boca y de inmediato un fuerte eructo salió de ella. Seguido de un quejido de dolor mientras la montaña que la aplastaba rugía fuertemente. 

"Stacy, ¿estás vencida?" le dijo Karen como retandola. 

"No" respondió suavemente, respiró tan profundo que toda su panza se elevó, rechinando peligrosamente. "Yo puedo, solo que quiero sexo primero". Extendió su mano buscando la mía, cuando se la di, la colocó sobre su panza. Se sentía tan apretada que en ese momento estaba seguro que Stacy iba a reventar, finalmente estaba lista para una inminente explosión. 

El rostro de Stacy reflejaba todo su cansancio y dolor. 

"Nada de sexo aún, está última pizza y los dejaré, OK? Solo quedan nueve rebanadas". 

Stacy comió las rebanadas, de manera lenta pero con paso firme. Al finalizar Karen empujó tres litros de gaseosa por la garganta de Stacy, una vez que desapareció la última gota Stacy se dedicó con todas sus fuerzas a respirar.

“Llegó el momento mis queridos pichones de amor, creo que ya esta ballena ha encallado y no hay manera de hacerla tragar nada más, y ya que he vencido a la chica con la barriga más grande del universo, el tiempo que resta es todo de ustedes dos”. Con estas palabras Karen parecía cerrar el maratón del día, pero a su vez era un reto abierto a Stacy, una manera de decirle que se atreviera a consumir algo más. En efecto Stacy picó el anzuelo.

“Un momento” dijo con una voz pesada y una respiración lenta que la interrumpía al hablar. “¿Quién dice que estoy acabada? Podría seguir comiendo, solo quiero algo de acción primero”.

Memorias de StacyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora