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- No me gustan los niños -sentí que se me fue el mundo tan pronto la escuché.

- Niños -dije sin dejar de mirarla- ¿pueden ir a sus habitaciones? 

Sus pasos apresurados se escucharon para luego desaparecer.

- ¿Qué coños fue eso? -me encogí de hombros aún mirándola.

- Elizabeth... lo siento -agachó la cabeza- nunca me han gustado pero pensé... -me miró con los ojos cristalizados- que tal vez podía agarrarles cariño... porque eran tuyos -dijo en un hilo de voz.

- ¿No pensaste decirme eso cuando tomamos la decisión de que te mudaras con nosotros? -respiré profundo en la misma posición. 

- No pensé que no pudiera... lo siento, no quise...

- ¿No quisiste qué? -bufé inclinándome a la mesa- esto no es un chiste, mis hijos están envueltos en esto, además, ¿cómo es que les gritabas? -hice un gesto con las manos dejándolas caer- no tienes derecho a hacer eso. 

- No... -respiró profundo- no tengo justificación. No debió ser la manera -recogió su pelo rizado en un moño- Entonces... hasta aquí llegamos.

Me quedé mirándola incrédula. 

- ¿Vas a correr entonces? -me duele, me ha tratado con tanto amor durante estos años, fue a la única persona que pude abrirle mi corazón luego de tres años. 

- No -negó sorprendida- Lo estaba diciendo porque eso fue lo que entendí -extendió sus manos sobre la mesa para coger las mías- no quiero que esto acabe, te amo Elizabeth, pero nunca he querido hijos, se me hace muy difícil.

- ¿Entonces qué haremos? -me incliné también a la mesa para tomar sus manos mientras la sobaba con los pulgares- no es como que pueda tirarlos a la basura -bufé refiriéndome a mis hijos- y escogería a mis hijos sobre cualquier persona -la tristeza se dibujó en mi rostro. 

- Tengo que irme unos días por trabajo -habló de pronto- ¿podemos pensarlo en ese tiempo? 

Asentí sin mirarla.

- ¿Ordenamos pizza entonces? -asentí zafándome de sus manos.

No podía verla, no porque no quisiera, es solo que me dolía el hecho de tan solo pensar que pronto todo se acabaría, no era posible y tampoco quería que se acabara. Realmente quería a Tatiana, conocerla a ella me cambió la vida, mejor dicho, encontrarla de nuevo cambió mi vida. 

Ella me quería de manera diferente, las cosas que hemos vivido juntas han sido tan amenas y llenas de tanto amor que no me quejo de la mujer que me enamoré... lo que me acaba de decir me ha tomado de sorpresa. 

Nunca me dijo que no quería y mucho menos como trataba a mis hijos. Y tampoco me gustó para nada como mis hijos se sintieron cerca de ella. 

- Mami... ¿por qué tengo pipí? -mis ojos se abrieron como platos al escuchar la voz de Scarleth, los primeros años pudimos ignorarlo, pero ahora que están grandes ya no tanto. 

- Cariño... uhmm -sobe mi cuello nerviosa- ¡Es que eres especial! - dije finalmente no muy convencida, esto no pinta bien.

- Olson dice que solo los niños lo tienen -jugó con sus manos sin mirarme.

- Ven, aquí -señalé mi regazo, ella salió corriendo hasta sentarse- Te diré un secreto -dije entre susurros- solo los niños especiales son diferentes...

- ¿Yelena y Olson no son especiales? -tenía la boca en forma de O y sus manos puestas encima con una sonrisita traviesa. 

- No, eso no fue lo que dije -reí- ellos también son especiales, pero tu más aún. -acomodé su cabello castaño. 

¿Solo es actuación, no? IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora