3- Arriesgar.

3 1 0
                                    

Estoy acostumbrada a leer historias en las que existe una chica explosiva, que no tiene filtros para decir las cosas y que se vuelve extremadamente dulce cuando quiere de verdad. Y por otro lado, está el chico frío, que pasó por diversas situaciones que lo hicieron ser borde con todo el mundo, pero cuando llega la chica, automáticamente se vuelve su debilidad.

Pienso que como sociedad nos hemos acostumbrado tanto al amor romántico, que realmente no sabemos diferenciar en dónde termina el amor y en dónde empieza la dependencia o el amor a la idealización que tienes en tu cabeza respecto a la otra persona.

Creo que lo primero que me llamó la atención de ti fue el hecho de que existías, sin buscar aprobación realmente, y si lo hacías, no se notaba en demasía. Te veía más que nada como un enigma, alguien a quien quería descifrar para poder quedarme tranquila, y dicho así suena mal, lo sé, pero no puedo mentirte diciéndote que no fue así en un comienzo.

Luego me perdí en tu estabilidad o lo que tratas de mostrar ante los demás. En esa leve sonrisa que es adoptada por tus labios cuando me escuchas protestar, justo antes de llevarme la contra como lo sueles hacer. Me perdí en cada una de las acciones y decisiones que tomaste respecto a mí, haciéndome querer ser una mejor persona, dejando a un lado todo lo que conformaba mi pasado para poder simplemente darte la mejor versión de lo que soy, porque consideré y considero que no hay nadie que la merezca más que tú.

No puedo mentirte diciendo que no volví a algunos lugares por costumbre y por no saber cómo avanzar sin tener ese tipo de cosas en mi vida. Estaba totalmente acostumbrada a perdonar cosas que justo ahora considero que no perdonaría, por mucho que quisiera a la otra persona. Pero estaba perdida en un pozo de dependencia del que realmente me costó salir.

Muchas veces me he puesto a pensar en el hecho de que tuve actitudes negativas respecto a ti, que de vez en cuando actuaba de forma errónea porque me daba miedo dejarme querer y no sabía cómo afrontar el hecho de que alguien pudiera amarme sin intenciones de lastimarme. No sabía cómo querer a alguien que me impulsaba a sanar, porque no estaba acostumbrada a ello.

He de admitir que tu presencia en mi vida es algo que me genera conflicto en ocasiones porque sigo sin saber con certeza cómo afrontar lo que tenemos o lo que podemos llegar a tener, pero es diferente, porque ahora tengo en claro que no tengo porqué temer, que estás ahí para mí y que puedo confiar en ti, porque me has demostrado incontables veces que cuando estás a mi lado, no importa si las cosas salen mal, mi emoción es algo que no se va y que se va a mantener hasta el final.

Recuerdo que cuando me besaste nuevamente después de un largo tiempo sin hacerlo los nervios recorrieron mi piel. ¿Cómo iba a sobrellevar esa situación? Por una parte me sentía aliviada, porque me había sentido como nunca antes y sentía que estaba bien, que no había de qué temer. Pero por otro lado, sí que tenía miedo, porque, ¿quién no le tiene miedo a entregarse nuevamente a alguien sin tener la certeza de lo que va a pasar?

Y aún así, no me arrepiento de haberme arriesgado, y agradezco que también lo hayas hecho por mí.

Me motivas a no tenerle miedo a sentir.

A solas con la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora