Darya se sentía perdida, sin saber por dónde comenzar. No entendía de qué manera avanzaba el tiempo para ella a partir de ahora. Así que decidió aprovecharse de eso y continuar como un fantasma hasta que descubriera como volver al plano en que se encontraban los demás.
En aquel momento, luego de dejar a Azami en la puerta de casa de Eamon, se imaginaba que estaría ahí por un buen rato y no quería volver por ahí mientras estuviesen en la parte triste en que le contaba que había desaparecido, preferiría acompañarlos después.
Pensó en la otra persona a la que más añoraba ver en ese momento, necesitaba ver a su padre, necesitaba acompañarlo en su habitación justo como si ella estuviese ahí y nada hubiese cambiado. Había escuchado de parte de aquella señora que le pagó a Azami que la operación había sido todo un éxito, así que le entusiasmaba ir a verlo.
Aunque era consciente de que él no podía verla, antes del accidente habían pasado mucho tiempo sin verse, y su regreso era algo que había deseado mucho durante los últimos meses. Se encontraba más emocionada por verlo esta vez que la primera vez que fue a verlo en el hospital, ya que esta vez sabía que estaba bien, y que no iba a perderlo. Esa idea le daba ánimos para ir a verlo; necesitaba eso, anhelaba tener cuantas más razones para luchar y volver a estar con ellos.
De camino a la enfermería desde la casa de Eamon, pasó frente a su casa. Por un momento dudó, no sabía si parar ahí, quería entrar. Tenía una sensación de que debía despedirse de su casa, como si por un momento aceptara que no volvería en un tiempo.
Intentó alejar ese pensamiento, pero luego sus ojos se cruzaron con los cultivos de su patio y recordó que Eamon había ido a verla antes para recogerlos. Nunca habían imaginado que en algún momento Darya no estaría, de haberlo sabido antes, ella le habría dicho que aún podía tomarlos, que aunque ella no estuviera, aún podían venderlos.
Se le rompía el corazón al pensar en esa fuente de sustento que había ayudado tanto a Eamon los meses pasados y recordó todas esas leyendas, donde los Green debieron ver cómo sus cultivos se secaban o pudrían, temerosos de la maldición.
Odiaba la maldición con toda su alma. La había odiado durante toda su vida, y sentía una profunda rabia cada vez que alguien intentaba justificarla, diciendo que había ayudado a la sociedad a reinventarse y a ver más allá de sus dones, argumentando que tenían el poder de elegir. Aquello solo la enfurecía más, ya que para ella, eran víctimas de la decisión egoísta de una persona que ni siquiera habían conocido y que había querido apoderarse del pueblo sin importarle las consecuencias para los demás.
Odiaba a Chiemi. Todos los años, celebraban el festival de la liberación para conmemorar la pequeña victoria que habían logrado al deshacerse de ella.
¿Pero, realmente habían ganado?
Les vendían aquella historia como una victoria. Pero, para Darya, Chiemi era quien había ganado realmente. Los había reprimido totalmente, había acabado con los Grays, ya les había quitado demasiado y ahora le estaba arrebatando la vida a Darya, condenada a ver a sus seres queridos vivir sin ella.
Se encontraba llena de rabia, pero había decidido que dejaría que fuese ese sentimiento el que la impulsara a seguir adelante.
Apartó la mirada de sus cultivos y siguió su camino hacia la enfermería. Al llegar, agradeció a la frase que estaba grabada junto a la puerta, porque le permitió poder entrar sin tener que esperar a que alguien más pasara. Al caminar junto al letrero, le dio otra mirada.
En la enfermería, siempre tenemos las puertas abiertas para todos.
Recorrió los pasillos de la enfermería como si de su casa se tratase, siendo consciente de que nadie se acercaría a preguntarle su nombre o a quién venía a ver. En ese momento, realmente agradecía que nadie pudiera verla, ya que seguía empapada por el agua de lluvia y no quería que nadie la molestara por eso.
Siguió caminando por los pasillos hasta que se detuvo frente a una pequeña placa que sostenía un reporte médico en la puerta de una habitación. En el informe, se podía ver claramente el nombre de su padre. Se mantuvo ahí, de pie, frente a la puerta abierta de la habitación donde se encontraba su padre y sintió como la emoción la invadía de nuevo, se sentía feliz por estar ahí, por verlo después de tanto tiempo.
Sin embargo, no podía dejar de pensar en que él no iba a poder verla ni escucharla, ella no podría tomar su mano, ni expresarle cuánto lo había extrañado y lo feliz que estaba de que la operación hubiera salido bien y él estuviera allí de nuevo con ellas.
Pero lo que más le dolía era que aunque quisiera mucho decirle que estaba bien, que su niña no se había ido y que seguía queriéndolo desde donde estaba, no podía.
Aquello le rompía el corazón y ya había comenzado a llorar de nuevo, al sentir las lágrimas en sus ojos de nuevo se asustó, estaba preparada para sentir aquel familiar ardor en su cara, aunque no llegó, su reacción al agua había cambiado y debía acostumbrarse.
Con lágrimas en sus ojos, Darya entró en la habitación donde se encontraba su padre. La operación había terminado apenas unas horas atrás, por lo que él aún estaba dormido debido a los sedantes. Agradeció que así fuera, necesitaba juntar un poco más de valor para hablarle en aquella situación, aunque supiera que no iba a escucharla, verlo así de sereno le daba mucha paz.
Recordaba un poco sobre aquellos medidores que se encontraban a los costados de la cama y se sintió bien al ver que en ellos se mostraba que todo estaba estable. Al menos algo ya había mejorado, si él estaba bien, confiaba en que todo saldría bien. Su padre era muy inteligente y confiaba en que, junto a Azami, encontrarían la forma de traerla de vuelta.
—Te amo, papá. Gracias por volver —le dijo, deseando que aquel estado inconsciente en el que se encontraba le ayudara a escucharla y a sentirla a su lado—. Gracias por luchar y seguir acá para nosotras.
A pesar de todo, Darya se sentía feliz. Ver a su padre bien y estable le había llenado de esperanzas. Se mantuvo ahí un rato más, viendo su pecho subir y bajar por su respiración, y monitoreando sus medidores. Deseaba que se recuperara pronto, se aferraba a la idea de que él podría ayudarla a volver.
Después de unas horas, Darya miró hacia la ventana y notó que la lluvia había cesado. Decidió que lo peor ya había pasado y que podía regresar por el mismo camino para ver si Azami se encontraba en casa o si aún estaba con Eamon. Sentía una fuerte necesidad de estar con ellos, no quería asustarlos, pero debía probar sus poderes, necesitaba saber cuáles eran sus límites y qué podía usar para comunicarse con ellos.
Luego de acercarse a su padre, y darle un beso en la mano. Se encaminó hacia su casa, saliendo de la enfermería. Esta vez sentía algo extraño, se preguntó si antes también sentía el ambiente igual de pesado, pero tal vez no se había dado cuenta debido a la fuerte lluvia. Tenía la constante sensación de estar siendo observada, pero aquello era imposible, nadie podía verla.
O eso creía.
Mientras deambulaba por el pueblo, notaba la presencia de varias personas a su alrededor, pero nadie parecía darse cuenta de su presencia. Era como si fuera un fantasma caminando entre ellos, nadie le dirigía la mirada, como si fuera invisible para todos. Sin embargo, aquella extraña sensación no la abandonaba.
Inmersa en un estado de paranoia, comenzó a escudriñar su entorno en busca de alguien que pudiera estar vigilándola. No lograba comprender el origen de esa inquietante sensación, pero era tan intensa que la incomodaba profundamente. ¿Cómo era posible que se sintiera observada si aparentemente nadie podía verla?
Continuó caminando, cada vez más rápido, sintiendo la urgencia de reunirse lo más pronto posible con Azami y Eamon. Necesitaba sentirse a salvo.
De repente, vio un grupo de personas acercarse directamente a ella. Dudaba si podían verla, y solo se quedó quieta, de pie. Inicialmente, esperaba que pasaran como los demás, pero estos comenzaron a rodearla. Lo último que recordaba era cómo le cubrían los ojos mientras gritaba por ayuda, aunque sabía que nadie podría ayudarla.
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Búscame en el agua.
خيال (فانتازيا)Muchos sueñan con tener algún poder, y en este mundo, la naturaleza otorga dones al nacer, haciéndote capaz de controlar alguno de sus elementos. Un día, una maldición sombría cae sobre el pueblo, transformando los dones de la población en una amena...