A fin de cuentas, el culpable era Hyde y nadie más que Hyde
Una vez separado y segregado, Jekyll se diagnostica con explicitud como un demente moral. Según afirma, en relación con el asesinato de Carew:
Confieso al menos ante Dios que ningún hombre moralmente sano podría haber cometido semejante crimen por tan nimia provocación, y que la reacción de mi ánimo no fue más razonable que la del niño enfermo que rompe su juguete.
Jekyll, como médico, ejerce su prerrogativa diagnóstica. El empleo de la primera persona en la misma oración lo involucra, sin embargo, tanto en el crimen como en el diagnóstico, destruyendo así las divisiones que buscaba crear. Su «caso» es en última instancia el de un individuo que se diagnostica a sí mismo, actuando en su capacidad profesional de médico y experto en psicología. Y esto es así porque el papel de decidir si un culpable estaba loco o era malvado, si era un criminal o víctima de una enfermedad mental, recayó progresivamente en médicos expertos hacia finales del siglo XIX . Jekyll asegura que, en sus últimos días, es el miedo al patíbulo lo que mueve a Hyde, con lo que insinúa que su responsabilidad en el asesinato de Carew sería evidente. No obstante, es muy posible que la sociedad hubiera aceptado su propio diagnóstico de Hyde y en consecuencia lo hubiera encerrado en una prisión especial. Así, en la carta a que nos referimos anteriormente, John Addington Symonds afirma que «las puertas de Broadmoor se habrían cerrado a las espaldas del señor Hyde» si hubiera comparecido ante la justicia. La idea de «responsabilidad disminuida» nos resulta hoy familiar, pero es un concepto que en su día hubo que demostrar y por el que los patólogos tuvieron que pelear contundentemente a lo largo de todo el siglo. Estas preocupaciones podrían aclarar los motivos que llevaron a Jekyll a dejar su «Declaración completa» del caso. Porque, al poner «fin a la vida del desdichado Henry Jekyll», se refiere a la narración, al relato escrito de su vida, tanto como a su existencia física. No sabe cuál será el desenlace para Hyde. Es muy posible que deje su confesión para que sus colegas médicos puedan leerla y así juzgar la responsabilidad de Jekyll/Hyde, y acaso librarlo del «cadalso». A fin de cuentas, si ya había redactado un testamento con la intención de disfrutar de una especie de vida póstuma a través de Hyde, ¿por qué no escribir también un caso de estudio sobre la demencia moral y dirigirlo a su abogado, para acreditar su responsabilidad penal disminuida?
Consideremos que ha sido así y veamos qué sabemos del caso de Jekyll y Hyde a la luz de la bibliografía forense. Ya me he ocupado de estas cuestiones en otras páginas y he señalado que la descripción de Hyde como una criatura simiesca, enana y «apenas humana» podía entenderse como una representación clásica del tipo criminal atávico. Vale la pena extenderse sobre estas ideas y examinar otros factores que señalan a Hyde como caso de darwinismo psiquiátrico o criminológico. Su relativa juventud tal vez refleje su condición atávica, causa o efecto de su inmoralidad. Eminentes autoridades han creído que el individuo «recapitulaba» en su propio desarrollo (de feto a adulto), de un modo abreviado, las diversas etapas del crecimiento evolutivo que ha experimentado la especie humana: la ontogenia recapitula la filogenia, según lo expresan los biólogos. Esto significa que el ser humano, en su fase infantil, se encuentra más cerca de formas de vida menos evolucionadas: «primitivas» y animales, pero también de criminales y dementes. Esta lógica era intercambiable. Si el criminal o el demente eran producto de un desarrollo mental interrumpido, también él mismo había visto su crecimiento «interrumpido» en una fase temprana de su evolución como individuo (y también como especie). Este era uno de los principios de la antropología criminal de Cesare Lombroso (la primera escuela de criminología científica), y así lo formula la hija del autor en su introducción a la publicación de los trabajos de su padre, en 1911:
los gérmenes de la criminalidad y la demencia moral se encuentran normalmente en las primeras etapas de la existencia humana, tal como ciertas formas consideradas monstruosas cuando son exhibidas por los adultos están presentes con frecuencia en el feto […]. El niño, lo mismo que algunos adultos cuya anomalía consiste en la ausencia de sentido moral, representa lo que los alienistas denominan un ser moralmente insano y los criminólogos un criminal nato, con el que ciertamente presenta semejanzas en su conducta violenta e impetuosa.
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El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde
HorrorUna calle estrecha y miserable. Los oscuros ladrillos de las casas parecen impregnados por todos los crímenes, pecados y miserias de las gentes que allí tienen sus guaridas. De pronto, algo mucho peor, más monstruoso, sobresalta el ánimo de Robert L...