El mensaje es muy sencillo. Dejen de buscar a Hyde —la encarnación visible del mal expresada mediante la fealdad física— y miren bien a su alrededor, sin descartar a las personas respetables. No se fíen jamás de las apariencias: esta es la idea central en que se enraíza el relato de Stevenson, y muy pronto, la teoría de Jekyll/Hyde prende en el análisis del asesino de Whitechapel. El sábado 6 de octubre, tras dos nuevos crímenes, el East London Advertiser razonaba que hay mucho aquí de plan minuciosamente concebido, lo que nos obliga a preguntarnos si el asesino es de verdad un maníaco en el sentido estricto de la palabra, y no, más bien, un hombre con tendencias maníacas pero suficiente dominio de sí y de sus facultades para agredir a sus vecinos y, quizá, mezclarse con la sociedad respetable sin que nadie lo cuestione. Probablemente tiene la capacidad de disfrutar de su soledad cuando le plazca, y este parece ser el único requisito para ocultar sus crímenes.
Los rasgos de Hyde se difuminan progresivamente conforme Jekyll se repliega en el individuo respetable y de aspecto normal. El hombre de tendencias maníacas que periódicamente entra en erupción de un modo espantoso, y que más tarde desaparece para ocupar su honorable lugar entre sus vecinos —«como la mancha de vaho en un espejo», según lo expresa Jekyll—, sustituía al «salvaje» de los barrios bajos, fácilmente reconocible. Es Jekyll quien ahora sirve como modelo más probable. Así, el 13 de octubre, el mismo periódico observaba:
Entre las teorías sobre los asesinatos de Whitechapel, que un día surgen y al siguiente se evaporan, la que goza de mayor aceptación es la de Jekyll y Hyde, es decir, que el asesino es un hombre que lleva una doble vida: una existencia respetable y hasta religiosa, y otra ilícita y brutal; que cuenta con dos viviendas y probablemente sea un hombre casado y una persona de la que nadie sospecharía siquiera por un instante.
Y más:
Las pruebas encontradas por el doctor Gordon Browne en la investigación de la víctima de Mitre Square demuestran sin ninguna duda la teoría de que el asesino posee notables habilidades anatómicas […]. Ahora sabemos con certeza que es un experto en anatomía [la cursiva es mía].
Del matón atávico al individuo respetable y posteriormente a un miembro de la profesión médica: la metamorfosis de Jack es la contraria a la de Jekyll, o reproduce exactamente el espectáculo presenciado por Lanyon. Esta teoría del Destripador como «doctor loco» cuajó finalmente y acabó, en palabras de Christopher Frayling, siendo «la más popular, tanto en la prensa como entre los comentaristas del público lector en general». Sea cual fuere la verdad, la idea de que Jack el Destripador procedía del East End y no del West End londinense y de que tenía alguna relación con la medicina es la que ha perdurado.
Los avistamientos de posibles sospechosos empezaron a ajustarse a este modelo, del que era elemento esencial un bolso negro y grande como los que antiguamente llevaban los médicos. Lo cierto es que en un teatro de Londres se representaba desde el mes de agosto de aquel año una adaptación del relato de Stevenson, pero las funciones se interrumpieron poco después, quizá porque alimentaban las especulaciones en torno a los crímenes. Como observaba el Daily Telegraph: «La experiencia ha demostrado a este inteligente y joven actor que los horrores llevados a la escena no gustan en Londres en este momento. Ya tenemos bastante con los que nos hacen temblar en las calles». El extraño caso quedó eclipsado por su equivalente en la vida real. La creación de Stevenson, en parte basada en las teorías de la criminología y la psiquiatría, que, en palabras de un crítico, se movían «en el mismo terreno que las de los sexólogos» de la época, aportó algo nuevo al pensamiento médico forense: la idea de una personalidad dual como la de Jekyll y Hyde, la del asesino múltiple que lleva una doble vida. Esta idea goza hoy de una vida independiente al margen de la creación de Stevenson.
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El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde
HorrorUna calle estrecha y miserable. Los oscuros ladrillos de las casas parecen impregnados por todos los crímenes, pecados y miserias de las gentes que allí tienen sus guaridas. De pronto, algo mucho peor, más monstruoso, sobresalta el ánimo de Robert L...