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Prólogo.


Era hija única de los líderes de una de las aldeas principales del Ta'unui, mi infancia había sido agradable, como cualquier otra de los niños de mi hogar.

Aunque recibí una educación con respecto a lo espiritual, aprendía rápido, y el relacionarse con mi entorno era algo que me hacía feliz en todos los aspectos.

El agua era mi hogar, siempre estaba ahí para mí, desde mi nacimiento hasta el día de mi muerte, el mar era el que conectaba todo, y de algún modo me conectó a él.

Mis padres eran grandes amigos de los líderes de una de las aldeas del Metkayina, puesto que madre provenía de ahí, así que desde que tengo uso de razón conocía a Aonung, un niño al que en mi personal yo llamaría un engreído, especialmente con gente fuera de su aldea.

Sin embargo, su hermana menor, Tsireya era todo lo contrario a él, alguien amable y de buen corazón, dispuesta a ayudar sin recibir nada a cambio.

No siempre me llevé bien con Aonung, de algún modo él siempre sacaba algo con que burlarse de mí, aunque fuera relativamente similar a él.

Madre siempre me llevaba de visita a la aldea Awa'atlu, ya que su familia estaba ahí, y para mí mitad de desgracia, él también estaba ahí.

—Tienes tu acento raro —me dijo, sonriendo burlón.

Su hermana pequeña estaba tras él, tratando de detener una futura pelea.

—¿Ah si? —me levanté de mi lugar, poniéndome de frente—, pues tu tienes cara de pescado.

Teníamos alrededor de seis años, no sabíamos lo que decíamos y en realidad no nos importaba disculparnos.

—Tus ojos son raros, son muy oscuros —señaló mi rostro.

—Vamos Aonung —Tsireya lo jalaba del brazo, sin embargo él ponía resistencia.

Realmente no tenía mucho que insultar de él, y eso solía ser frustrante a mi edad.

Él era quien siempre daba el insulto final, y yo simplemente gruñía mientras mostraba mis colmillos.

—Ah, y tus colmillos también son muy largos, ¿que eres?

Así era la mayoría de veces que visitaba el Metkayina, y esas veces siempre terminaban en peleas cerca de las olas del mar, con Tsireya llorando para que paremos.

—¡Eres un fenómeno! —me gritaba él mientras lo tenía bajo mío, dándole múltiples golpes.

—¡Y tú eres un tonto engreído, te crees mejor que los demás cuando tú hermana lo es!

Solíamos durar así hasta que mi madre llegaba al lugar con la madre de Aonung, ambas reprendiendo a quien les correspondía.

Al final del dia nos obligaban a disculparnos, con un abrazo de por medio, que al separarnos ambos hacíamos cara de asco.

Ahora todo era diferente, las cosas cambiaban y nuestros pensamientos también.

Lo'ak me abrazó al terminar de ajustar algunas cosas a mi skimwing, un abrazo reconfortante.

—Espero que tengas un buen viaje de regreso, Askari —se separó de mi, mirándome con una sonrisa agradable—, espero poder volverte a ver.

—Gracias Lo'ak —le sonreí de vuelta, tomando sus hombros—, no te metas en problemas graves.

—No lo haré, lo prometo.

Ambos manteníamos nuestras sonrisas, al menos hasta que él llegó a nuestro lado.

—¿Puedo hablar contigo? —me miró a mi y luego a Lo'ak—, a solas.

Le di finalmente unas palmadas alegres a mi amigo quien me miraba con preocupación.

Me alejé con Aonung, caminando por al orilla.

—Así que al final te vas —murmuró.

—¿Es lo querías, no? —mantuve mi mirada al frente, tratando de no verlo.

Ya que si lo hacía me rompería, quizá me aferraría a él hasta no soltarlo.

Aonung detuvo sus pasos.

—Se malinterpretó todo —volteó hacía mi, tomándome los hombros, tratando de que lo vea—, ¡mírame, me duele que te comportes así conmigo!

—Y a mí me dolieron tus palabras, tu actitud —mantenía mi vista en otro lugar, quería mantenerme fuerte y persistente a mí desición.

Si lo miraba, todo se iría al carajo, volvería a caer fácil ante el.

Sentí la mano de Aonung tomar mis mejillas, obligándome a girar.

Ahí estaba su mirada, dolida y cristalizada.

—No me digas que vas a llorar —murmuré, tratando de sonar distante a sus sentimientos.

Pero el nudo de mi garganta me advertía que yo estaba igual o incluso peor que él.

—Por favor, quédate —me susurró—, no soporto la idea de no volverte a ver.

—Tarde —susurré al igual que él—, déjame ir a ahora.

—No lo haré.

Subí mis brazos y los bajé bruscamente, ocasionando que Aonung me dejara libre por instinto.

—Askari, por favor —se quedó a su distancia, noté como su mirada de dolor cambió a una de asombro—, mírate, tu estás igual.

Sentí mi mejilla ser humedecida por mis lágrimas, las cuales habían salido sin mi permiso.

—Solo aléjate de mi.

Conceited - Aonung (Avatar) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora