3. La primera mañana.

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Aquella noche volvimos a su casa, el recorrido de la puerta a las escaleras se vio interrumpido por una sesión de besos y un tanto de manoseo. 

Aquella cama que ya conocía, ahora vestía unas sábanas blancas. Tiré de sus hombros para hacerle sentar y así ponerme a horcajadas suyo. Sus manos apretaban mi cintura mientras yo ejercía presión a sus caderas rozando nuestros jeans, aquel bulto no tardó mucho en crecer. Mis labios bajaron a su cuello “Started with a promise”, y mis manos al rabillo de su camisa de vestir para comenzar a desabotonarla. Al mismo tiempo que me deshacía de aquella prenda, él lograba bajar el zipper del corsé y lo alejaba de mi cuerpo. 

Me tomó de los glúteos para recostarme en la cama y ahora ser él quien tenía mayor poder en mí. Con sus piernas se abrió espacio entre las mías y comenzó a besar mis clavículas mientras su mano libre acariciaba mi pierna por encima de los jeans. Mis manos acariciaban su espalda, a pesar de ser una noche fría su piel y la mía estaban calientes; claro que lo estábamos. 

Su lengua pasó por encima de mi pezón logrando un gemido de mi boca. Su mano comenzó a desabotonar mis jeans, separó su cuerpo de mí para bajar aquel par de pantalones. Sus labios recorrieron desde mi pantorrilla hasta el inicio de mi ingle. Sus dedos rozaron mi entrada, mis ojos se cerraron por inercia y mi cadera se levantó para intentar sentir más de él. Sus dedos comenzaron a jugar con el elástico de aquellas bragas blancas. 

-Kevin. -Solté entre suspiros. 

-Mande. -Podía jurar que se estaba riendo de mí. 

-Mierda. -Solté cuando sentí la presión de su dedo aún por encima del calzón. -Mierda, quítalos ya. 

-Lo que usted me pida. -Declaró y bajó las bragas con ambas manos. 

Sentí su respiración caliente en mi ingle y entonces su lengua jugar conmigo. Mis manos tomaban las sábanas con fuerza, mordía mi labio inferior para evitar un gemido muy tempranero. 

Entonces dejé de sentir, abrí los ojos y le vi frente a mí. 

-No te lo calles. Me gusta oírte gemir. -Sus dedos me hicieron soltar mi labio. Asentí. 

Sus besos se adueñaron de los míos, se separó para bajar a mi zona intima de nuevo. Nuestros ojos estaban conectados, mis manos volvían a apretar las sábanas, su lengua hacía presión en mi entrada. Cerré los ojos para disfrutar mejor, entonces sus dedos comenzaron a juguetear en mis labios vaginales. 

-Por favor. -Pedí entre gemidos. 

Sus dedos me penetraron y el gemido fue mayor. Su lengua jugaba de arriba abajo en mi clítoris, sus dedos se movían dentro de mí. Mis piernas comenzaron a apretar su cabeza, mis manos apretaban las sábanas, los gemidos eran más y más altos, sin llegar a los gritos. Sentía el orgasmo llegar; mis dedos se enredaron en sus cabellos. Entonces lo sentí; mis piernas temblaban, mi respiración estaba agitada, el éxtasis del orgasmo. 

Sus labios se alejaron de mi clítoris y sus dedos salieron de mi vagina. Viajó hasta mi rostro dejando un rastro de besos por todo mi tórax hasta apoderarse de mi boca.

-Mierda. -Soltó después de besarme. -Me gusta oírte. -Confesó. 

Entonces me percaté, había sido mi primer orgasmo sin la necesidad de un pene dentro mío. El calor subió a mis mejillas. 

-¿Pasa algo? -Preguntó al ver que tapaba mi cara. 

-No, no. Nada. -Quitó mis manos de mi cara mientras mantenía una sonrisa en la suya. 

Besó castamente mis labios para recostarse a mi lado. Mantenía su bulto en alto, tomé la iniciativa y comencé a desabotonar sus jeans. 

-¿Qué haces? -Me miró intrigado. 

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