16. You have lost me.

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Aquel coche negro rodaba en dirección a mi apartamento.

-¿Dirás algo? -Solté un tanto incomoda por su presencia. Era obvio que yo no le agradaba al chico aquel.

-Kevin la ha cagado. -Soltó después de unos segundos. -Volvió con Nailea.

-Lo sé.

Aquel par de ojos miel giraron a mí rápidamente por un par de segundos.

-¿Y qué haces aquí? -Aquella pregunta había sonado un tanto grosera de su parte.

-¿Tú crees que de saberlo antes me hubiera venido? -Solté irónica.

-¿Cuándo te has enterado?

-Ayer, cuando llegué.

El silencio reinó el coche hasta la puerta de mi apartamento.

-Gracias. -Solté una vez que detuvo el carro frente al departamento.

-Yvonne. -Aquella voz me detuvo a salir. -Tienes razón. -Le miré esperando más información. -No eras de mi agrado. -Una sonrisa salió de mis labios. Lo sabía. -Kevin realmente la pasó mal cuando te fuiste. Pero jamás me contó el porqué de tu huida a Monterrey. Al menos no toda la situación. -Aquellos ojos miel me miraron. -Entonces lo entendí, hace días cuando vi la nota entre sus cosas. Te juzgue mal, porque él te había hecho una promesa; no contar nada.

Aquel par de ojos mieles dejaron de ver mi rostro.

-Fue una mierda de su parte hacer lo que hizo. ¿Volver con Nailea? -Soltó con sus ojos en el carro frente al suyo y una sonrisa hipócrita en su cara. -Lamento el juzgarte mal. -Dijo mientras me miraba.

-¿Por qué lo hizo? -Negó. -Sé que lo sabes.

-Realmente no. No lo sé. Cuando los vi en Monterrey, creí que había vuelto el Kevin que conocía. Cuando me contó que intentarías aceptar la apuesta, le vi tan feliz. -Negó. -No sé por qué volvería con ella, pero créeme que no le hará nada bien.

Asentí lentamente.

-Gracias por traerme.

Aquella conversación con Chávez seguía en mi cabeza. La soledad del departamento me hacía hacer cosas, mi celular veía el perfil de aquella futbolista, una nueva historia. Conocía a la perfección el carro donde estaba montada. Al igual que conocía a la perfección el pene que se comía noche a noche.

Aydee: ¿Lo viste?

Yo: Sí, y quisiera no verle más.

Alex: Es un hijo de puta, Yvonne.

Yo: Sí, pero ahora tendré que verle a diario.

Alex: Lo sé. Pero tú a tú trabajo, y él que se joda.

La mañana siguiente vestía una blusa azul de vestir, junto a unos jeans negros. La vestimenta no era de algún tipo, incluso me darían camisas de la institución.

El papeleo explicaba mi trabajo, lo que ganaría, las prestaciones y todo aquello que te hacen firmar. La fotografía había salido bien, la firma, los documentos a entregar. Caminé a mi oficina con la mirada en los escritorios que estaban fuera. Entré y a los pocos minutos entró Ernesto.

-Buenos días. -Saludó con una gran sonrisa para ser las 9 de la mañana.

-Que alegre, Ernesto. -Le miré con una ceja levantada. -Buenos días a ti también. ¿Será que pasó algo ayer?

-¿Ayer? ¿De qué hablas? -Aquella sonrisa le delataba.

-Algo pasó. -Confirmé. -¿Con Vanessa? -Le miré con una sonrisa.

DaylightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora