4. Estadio Hidalgo.

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Pasaron cerca de 45 minutos cuando el timbre sonó anunciando la llegada del pecoso. ¿Traería la maleta del equipo? ¿La ropa?
Al abrir la puerta aquellos pants eran negros de Adidas, y la camisa blanca de polo con una chamarra negra. Nada que dijera “Pachuca".

-Hola. -Saludó y sin permiso alguno besó mis labios rápidamente.

-Hola, señor. -Me reí mientras cerraba la puerta.

-¿Señor? Soy menor que tu casi 1 año, Yvonne. -Me enseñó la lengua.

Estábamos acostados en el sillón. Mi cabello era acariciado por sus dedos mientras él prestaba atención a la televisión.  Eran cerca de la 1 de la mañana.

-¿No pensabas decirme? -Solté de la nada.

-¿Qué cosa? -Me miró desde su altura.

-Kevin Álvarez, #2 de Pachuca. -Aquella mirada cambió.

-¿Desde cuándo lo sabes? -Se acomodó para verme mejor.

-Siempre lo supe. -Sus ojos se agrandaron.

-¿Por qué no me dijiste nada?

-Porqué si tu no hiciste comentario alguno supuse que era por qué no querías que se supiera. -Le miré tranquila.

-Aquella noche no iba con la intención de que alguien me viera. Y honestamente cuando nuestras miradas conectaron y no te volviste loca supuse que no sabias quien era. -Negó. -Siento no haberte dicho.

-No pidas disculpas, supuse que era algo así.

-No quería que me vieras como alguien de quien puedes sacar provecho.

-De la única forma qué te veo es de alguien con quien puedo coger. -Confesé y aquella mirada se volvió triste. -Claro, y de amigos. -Estaba callado. -¿Todo bien?

Negó.

-¿Es por la expulsión?

-Fue estúpida, no debí barrerme ahí.

-Fue un error Kevin. -Me senté a horcajadas suyo y sus manos viajaron a mis piernas. -Les has dado más felicidades que preocupaciones. Tus últimos goles grité "yo me acuesto con ese carbón" -Aquella risa apareció. -Les has dado más alegrías, a mí más que a otros, pero les has dado dos goles en lo que va del torneo, y apenas son 3 juegos.

-Lo sé, pero ahora no podré jugar el siguiente juego, me frustra saber que pude no barrerme y evitar todo esto. -Sus manos taparon su rostro y soltó el aire que contenían sus pulmones.

-Tranquilo. -Mis manos jugaron con su pecho.

Me recosté en él mientras sus dedos acariciaban mi espalda y mi mano su mejilla. Para serme honesta, extrañaba esa cercanía con alguien. Aquel jugador me daba tiempo, risas, bromas, un buen sexo; pero, me había prometido no enamorarme.

No permitiría que alguien más me rompiera el corazón. Él únicamente buscaba sexo, yo buscaba sexo; nos llevábamos bien fuera y dentro de la cama. Nada saldría mal puesto que todo estaba hablado.

Aquella mañana amanecimos ambos en el sofá de mi departamento abrazados al otro. Siempre solía despertar primero que él, sus labios estaban un tanto abiertos, sus cabellos adornaban su frente, ya lo traía más largo de lo usual.

-Buen día. -Susurró aún con sus ojos cerrados. -¿Te gusta lo que ves?

-Ni dos minutos que llevas despierto y ya con tu ego, Álvarez. -Rodé los ojos.

-No hay que perder la oportunidad. -Soltó mientras intentaba estirarse.

-¿Gustas unos hot-cakes? -Le pregunté mientras me levantaba del sillón.

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