Ophelia Hall

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El trayecto fue extrañamente silencioso, sus padres no hablarían antes que ella y para Merlina el silencio no era algo que le incomodase, al contrario, lo disfrutaba.

Por ende se dispuso a distraerse admirando el paisaje que ya se estaba adentrando en un bosque con pinos altos y poblados, un bosque que muy bien conocía.

El más ansioso era Dedos, que apenas podía mantenerse quieto al llegar al destino.

Ya basta Dedos, ¿Dónde está tu autocontrol?.- Le reprochaba Merlina.- ¿Tanto extrañaste a Enid acaso?.

Creo que no es el único que está ansioso por verla, hermanita.- Sentenció el menor.

Cállate Pericles.- Frunció el ceño, haciendo ver su semblante aún más serio.

Su próxima amenaza fue interrumpida por su padre quien traía la bola de cristal con la que se comunicarían cada domingo como solían hacerlo el año pasado.

Solo vuelve en una pieza.- Dijo su padre antes de besar su mejilla.- Mi pequeña victimaria.

Espero verte pronto Merlina.- Era el turno de su hermano quien se limitó a darle un abrazo por la reacción de la mayor.

Estaremos en contacto, cuídate mucho cariño.- Dijo su madre entre dientes, uniéndose a las miradas tristes de su esposo e hijo.

La pelinegra tragó en seco y se agachó para recoger a Dedos entre sus brazos, quien escaló hasta su hombro para así tener mejor visión del campus.

Sin más, Merlina dió media vuelta y avanzó con débiles pasos hacia el pasillo, todo estaba exactamente igual a como lo recordaba. La foto de su madre siendo campeona de esgrima seguía intacta.

Dedos miraba a cada alumno que pasaba en busca de una risueña de cabello rubio, pero no tuvo suerte de encontrarla de camino a la habitación.

La pelinegra se quedó parada frente a la puerta de su habitación, una nostalgia la invadió. En realidad si estaba ansiosa por ver a Enid, no sabía como reaccionar adecuadamente ya que con la única persona que bajaba la guardia era con ella.

¿𝐐𝐮𝐞 𝐬𝐮𝐜𝐞𝐝𝐞?.- Le preguntaba Dedos apunto de explotar de su nerviosismo.

Nada.- Respondió entre suspiros y procedió a abrir la puerta.

Para su sorpresa, no había nadie allí.
El cuarto seguía dividido tanto por la línea del piso como por los cristales de la ventana. Le causó gracia.

Recordó aquellas discusiones que tuvo con la chica dueña del lado colorido. Era inevitable no sonreír cada vez que la recordaba.

Procedió a avanzar y a acomodar sus cosas mientras Dedos la miraba algo cabizbajo.

Oye, tranquilo.- Lo consoló.- Ella ya vendrá.

𝐒é 𝐪𝐮𝐞 𝐥𝐚 𝐡𝐚𝐳 𝐞𝐱𝐭𝐫𝐚ñ𝐚𝐝𝐨 𝐭𝐚𝐦𝐛𝐢é𝐧, 𝐚𝐬í 𝐪𝐮𝐞 𝐝𝐞𝐣𝐚𝐫é 𝐪𝐮𝐞 𝐭𝐞 𝐚𝐛𝐫𝐚𝐜𝐞 𝐚 𝐭𝐢 𝐩𝐫𝐢𝐦𝐞𝐫𝐨.

No pensaba en abrazarla, Dedos.- Dijo sin pensar.- Fue cosa de una sola vez y la situación lo ameritaba.

I wanna be yours • WenclairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora