Manzana envenenada.

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Año 665
Baekje (suroeste de Corea del Sur)


Una chica corría por las praderas con la luz de la luna, estaba exaltada, jadeaba y su cuerpo solo quería llegar a su destino para poder ver a aquel muchachito del que hace unos días se enamoró.

Entro por el bosque, camino a la cascada, sabía de memoria donde ir, pues ya eran varios días que se veían a escondidas.

Apenas llegó, camino con sigilo, intentando no emitir sonido para ponerlo en alerta, agradecía la situación de que el estaba sentado viendo las cristalinas aguas.

Se acercó por la retaguardia y con sus pequeñas manos cubrió sus ojos, traviesa como una adolescente de 15, enamorada por aquel joven que secuestro su corazón y jamás lo volvió a soltar.

— ¿Quien es? —murmuro en su oído, este sonrió ampliamente y con sus manos tocó las de ella.

— Seguramente la diablilla que me tiene esperando por mucho tiempo —halo de sus manos, haciéndola caer en sus piernas, ambos se vieron sonrientes y preciosos.

— Lo siento, Papá no me dejaba de observar en cada movimiento —el joven frunció su ceño, deslizó un mechón de su cabello y miro aquel golpe en su pequeño y delicado pómulo.

— Como quisiera sacarte de ahí —dijo acariciando delicado para no hacerla sufrir.

— Su alteza debe mantener el perfil bajo —el joven la soltó al escuchar aquella palabra, como odiaba que le dijera así.

Ella sin más remedio se acomodo a su lado, sabía que lo hizo molestar, en ese momento, el arrepentimiento vino como un balde de agua fría.

— En dos meses —dijo él — debo cumplir mi labor en el ejército, no podremos vernos.

— Voy a extrañarte, lo sabes —el asintió cabizbajo.

— Prométeme que me esperaras Lyu, cuando tome el trono, cambiaré las reglas y estaremos juntos.

— Eso suena maravilloso —apoyo su cabeza en el hombro de él — Lo prometo.





Actualidad
Seúl, Corea del Sur




Ella se alejaba y El Sargento no podía siquiera moverse, era algo que le impedía ir en cualquier dirección.

— Sargento — grito Yeonjun y corrió hacia el— ¿Esta bien?

— Si... —dijo al perderla entre la multitud— No es nada —despego la vista y siguió su camino en busca de un poco de diversión.

Había, en un pub de mala muerte, un sector donde algunos humanos podían ingresar, ellos, eran los latidos de los demonios que estaban en el mismo.

Apenas entraron se escucho el nombre de Jackson retumbar en las paredes, y el demonio, salió corriendo a los brazos de aquella humana de la que bebió sangre para jamás apartarse de ella.

Los latidos, siempre provenían de jovencitas célibes, y un demonio al sentir aquel palpitar en su pecho, debía ir con ella y tomarla físicamente, a la vez, al perder la virginidad, el demonio, bajaba a su intimidad y con un exquisito sexo oral, la amarraba a él de por vida, y aunque la humana muriese en la próxima vida, volvería a él.

Esto solo ocurría con Incubos y Súcubos, y ninguno de sus pares podía tomar al latido de otro.

Pero recuerden, todas las reglas pueden romperse en el mundo de las tinieblas.

Incubus              ~Terminada~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora