Capítulo 26

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James Hamilton

La tenía abrazada a mí cómo hace 10 años, la única diferencia es que aún era de noche y los dos estábamos disfrutando completamente la sensación de estar el uno junto al otro.

Sentí como ella daba un largo suspiro y detuve las caricias que le daba a su cabello para mirarla. Ella al sentir que me había detenido también me miró.

—¿Qué pasa? —preguntó con una voz tranquila.

—Eso mismo me pregunto, ¿por qué ese suspiro?

—Es que... quería disculparme contigo...

—¿Por qué? —pregunté confundido.

—Pues por todos los años que te mentí...

—Me refería a: ¿Por qué te disculpas? —La recosté en la cama y me apoyé en mi brazo para levantarme un poco y poder mirarla mejor—. No tienes nada de que disculparte, ya todo está bien. Ahora solo es cuestión de que James y yo recuperemos el tiempo perdido.

—Y por eso los dos nos quedaremos aquí.

—Aún tengo la misión de protegerte, de hecho.

—¿Qué no...?

—Zack solo me quitó el atrapar a Smirnov, no de cuidar de ti. Así que, aunque no quieras, debes quedarte.

Reímos.

—¿Entonces no hacía falta que viniera el día de hoy para hablar contigo?

Reí.

—Ya nos estábamos tardando un poco, esto tuvimos que haberlo hecho hace años. —Volví a recostarme y la abracé por la cintura para acercarla más a mí—. Pero eso ya no importa, lo importante es que ahora sí puedo decirle a todo el mundo que TÚ eres mía y solo mía.

Rio.

—No sabía que eras tan posesivo, James Hamilton —dijo divertida.

Reí.

—He esperado más de 10 años para esto, creo que me lo merezco un poco. —Me acerqué a su rostro—. Además, tú también puedes decirle a todo el mundo que yo, James Hamilton Solé, te pertenece.

—Eso me parece mucho mejor.

Me besó de manera dulce y yo inmediatamente lo convertí en uno más apasionado. Me coloqué sobre ella otra vez y, sin importarme que sean casi las dos de la mañana, la hice mía por segunda vez en la noche.

(...)

Escucho golpes en la puerta. Intento ignorarlos, pero la insistencia de la persona no me dejaba seguir durmiendo. ¿Ahora qué?

—¿Qué quieres? —pregunté aún con los ojos cerrados.

—Ya es hora de despertar. —Melissa—. Despierta a Ana y bajad a desayunar que vuestro retoño os espera abajo.

Abrí los ojos y me senté en la cama con cuidado de no despertar a Analú.

—¿Cómo...?

—Tengo sueño ligero y vosotros no habéis sido completamente silenciosos. Qué bueno que el crío no se ha despertado por vuestra culpa. No lograsteis traumarlo.

—Ya vamos.

—Yo te lo dije, ¿no? Necesitabais coger para resolver vuestros problemas. Tenía razón.

—Melissa, ya baja.

Escuché su risa que poco a poco se fue alejando.

—Ella no tiene arreglo.

¿Te arrepientes? #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora