Capítulo 27

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James Hamilton

—¡James! —Entré a la habitación recién decorada de mi hijo. Melissa y él aún estaban dormidos— Ya es hora de ir a la escuela.

—Cinco minutos más, papá.

—El desayuno ya está listo.

—Jimmy, cállate —se cubrió con la almohada—, no me dejas dormir.

—Simplemente no me hagas caso.

—Es difícil no hacer caso cuando tu voz chillona resuena en mis oídos.

James soltó una risa aún con los ojos cerrados.

—¿Es mi culpa que tengas el sueño muy ligero?

—¿Es mi culpa que hayas inscrito a tu hijo a la escuela?

—Está bien... —James se levantó lentamente quitándose las sábanas de encima y poniéndolas sobre Melissa—. Me cambió y bajo.

—De acuerdo, sino vendré haciendo un gran escándalo.

—Soy capaz de reventarte lo primero que tenga a la mano en la cabeza.

Reí.

—Evita que James se duerma, entonces.

Salí de la habitación mientras escuchaba como Melissa le pedía que se apurara en cambiarse. No pude evitar recordar cómo era cuando íbamos a la escuela. Por toda la primaria ella y yo compartimos habitación. Era yo quien nunca quería salir de la cama. Mamá era quien iba a despertarnos, Melissa lo hacía con mucha facilidad, pero simplemente yo me negaba a salir de la cama. Cuando ella terminaba de ponerse su uniforme, había un gran silencio por dos minutos y, después, un gran escándalo me obligaba a tener que levantarme.

Melissa jamás me dejaba dormir feliz.

En secundaria no era muy diferente. Diez minutos después de que mi mamá nos despertaba, Melissa entraba a mi habitación a despertarme con un escándalo.

Mi primer día de preparatoria llegué tarde por su culpa. Ella ya no estaba para levantarme.

—¿Se despertó?

—Por supuesto, no creo que quiera que su tía le reviente lo primero que tenga a la mano en la cabeza a su papá.

Me miró extrañada.

—¿Cómo...?

—Amenacé con entrar haciendo un escándalo y ella, tan dulce como siempre, amenazó con hacer eso.

Rio.

—Ustedes no tienen remedio. —Terminó el último plato y lo cubrió. Supongo que es el de Melissa.

—Me pregunto... Si llegamos a darle un hermanito —deposité un pequeño beso en su cuello provocando una risa de ella—, ¿cómo se llevarían?

—No lo sé... —Me miró—. Ya lo veremos cuando eso suceda.

Atrapé sus labios y la abracé más fuerte. Reí al sentir como ella quería darse la media vuelta, pero yo no la dejaba.

—¡Ya estoy aquí! —Nos separamos de golpe y vimos a James entrar por la puerta de la cocina— Mi tía dijo que cuando regresaran de la junta en la escuela ella ya no estaría. —Se sentó en la mesa y comenzó a desayunar.

—¿Te dijo a dónde iría?

Negó. Miré a Analú que estaba igual de extrañada que yo. Sabía que ir a hablar con ella no servía de nada ahora, por algo mandó a James a decirnos y no lo hizo ella.

¿Te arrepientes? #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora