Difícil es encontrar la fuente de dolor acumulado a lo largo de una vida, más difícil es hacerlo cuando se trata de dos diferentes sujetos de quienes se identifican características que hacen de ellos uno mismo. Aristeo es un hombre cuya seguridad complementa la inteligencia, la fuerza agranda su belleza, la certeza influencia su valentía, el coraje aumenta su pasión. Alister es su hermano gemelo.
Aun después de muchos años, Alister coleccionó notas escritas con inmediatez, letra ininteligible y falta de coherencia, agregó sólo información complementaria tras la lectura de las mismas; las guardó en un pequeño cofre de madera tallada a mano, su “bitácora de emociones reprimidas”, su intención fue describir aquello imposible de expresar en propia voz. Aristeo adjuntó pensamientos en el mismo.
La bitácora estuvo protegida detrás del mueble que utilizaban como tocador cuando vivían en su antiguo pueblo y dentro de la caja fuerte que tenían en su domicilio en la gran ciudad. Sólo una vez pude contemplar el contenido de dicho tesoro. Alister decidió deshacerse de sus posesiones, de provocaciones terrenales y deseos mundanos, durante uno de aquellos períodos de depresión en que deseaba dar inició a una vida esperanzada en la santidad.
Un exceso de valentía les ha regalado experiencias remarcables. Alister y Aristeo han logrado complementar sus emociones y pensamientos, sus vicios y virtudes, han formado un equipo imposible de quebrantar, han creado un complejo total. No fue sino hasta que uno de ellos estuvo condenado a la ausencia del otro que comprendieron el gran significado que implican en su vida. A mayor conocimiento, mayor dolor.
Corresponde a mí la tarea de profundizar en su testimonio, la fusión de sus carácteres, un cúmulo de conocimientos y poder. Gran parte de esta narración es la dúplica de una historia que por Alister me fue revelada, otra gran parte implica un intento de su réplica.
LAFF. Luis Alfredo Ferrero Fabián