El juego había durado pocos minutos cuando Aristeo escuchó disturbios en el sueño de Adán. Las primeras quejas fueron contenidas por una consolación, pero el volumen de los quejidos y el movimiento de las extremidades de Adán incrementaron. Aristeo pensó en despertarlo, se acercó mientras su primo se quejaba con dolor. Hubo un fuerte grito, Aristeo retrocedió, se quedó estático junto al castillo de juguete y fijó la mirada en su primo.
Los ojos de Adán estaban abiertos pero su mirada estaba perdida, le tomó unos segundos poder recobrar el conocimiento. Al momento de enderezarse, Aristeo vio rodar un par de lágrimas en los ojos nublados y brillosos de su primo. Adán recargó la cara sobre sus manos y los codos sobre sus rodillas, tras un último suspiro, pudo reaccionar y reconoció el semblante de su primo.
El segundo cruce de miradas puso nervioso a Aristeo, se supo descubierto, sabía que estaba en un lugar y en un momento que no le eran permitidos, ello como consecuencia de su miedo por el viaje de la mañana siguiente y de su curiosidad por explorar la mansión.
— ¿Estás bien? — Aristeo preguntó a su primo mientras se desplazaba frente al castillo de juguete intentando cubrir el motivo de su ingreso a la habitación.
— Sí, ¿tú estás bien? ¿Grité verdad? ¿Te espanté? — preguntó Adán.
Reconocía la manera en que su sueño había perturbado a su primo. Limpió el remanente de las lágrimas en su cara y el sudor sobre su frente y detrás de sus orejas.
— Estoy bien. ¿Tuviste un sueño feo? — preguntó Aristeo.
— Sí, hay recuerdos que vienen en mis sueños, a veces despierto de golpe, pero son recuerdos, lo bueno es que no es real - contestó Adán.
— A Alister a veces también le pasa, se despierta gritando o se hace pipí en la cama — comparó ingenuamente Aristeo.
— Pero no te preocupes, ahora todo está bien. Me duele un poco la cabeza, necesito tomar algo. ¿Tú qué onda? ¿No puedes dormir? — Adán recuperaba su compostura.
— Tengo miedo del viaje de mañana. Puedes tomar jugo de tu vaso. — Aristeo señaló el vaso que estaba a un costado de los pies de Adán.
— Es vino, creo que voy a servirme un poco más. ¿Tú quieres tomar jugo? — Adán recogió el vaso y examinó el contenido. Luego se levantó del sofá cama y se dirigió al pequeño frigobar junto a la puerta del baño.
—Yo tomé un trago de cerveza la otra vez sin que mis papás se dieran cuenta y no me pasó nada, pero no me gustó — confesó Aristeo mientras se sentaba sobre el suelo aún cerca del castillo de juguete.
— Claro que no va a gustarte, a mí tampoco me gusta. Yo tomo sólo vino — Adán sirvió un poco más de vino en su vaso de vidrio.
En otro vaso de plástico había servido jugo, puso ambos sobre la pequeña mesa junto al sofá cama y caminó rápidamente hacia el baño.
— Tengo que orinar, ahí está tu jugo.
Adán cerró la puerta detrás de él. Aristeo se levantó y se sentó en la orilla del sofá cama, estiró su brazo para agarrar el jugo y dió un sorbo. Tras dejar el vaso de vuelta en la mesa, puso atención en el vaso de su primo, el líquido se veía tan similar al de su vaso de jugo, Aristeo quiso probar. Fue un trago grande, su cara hizo una mueca ante la acidez, dejó el vaso de vidrio sobre la mesa y dió otro trago al jugo. Adán estaba saliendo del baño.
— ¿Qué haces? — preguntó Adán mirando la mesa, sabía que Aristeo había bebido de su vaso. — ¿Probaste el vino, verdad?
— Ni siquiera lo pude tomar. ¿Puedo probar? — Aristeo se acercó a su primo y señaló la botella de vino que se encontraba sobre el suelo a un costado del frigobar, estaba nervioso.
Adán levantó ambas cejas ante la pregunta, sonrió al recordar haberla hecho muchas veces.
— Puedes probar, pero sólo un poco en tu jugo — tomó la botella del suelo, se sentó en el sofá cama y soltó una ligera risa.
— Sí, quiero probar — Aristeo tomó su vaso, lo sostuvo con ambas manos y se puso de pie frente a su primo. Adán vertió un poco de vino.
Aristeo estuvo satisfecho dando tragos pequeños y haciendo muecas por el sabor. Adán se reía por la naturalidad y el orgullo con el que su primo tomaba la bebida. Cuando había bebido más o menos la mitad, retiró el vaso de sus manos.
— Era de esperarse que no te gustará, quizás con el paso del tiempo te agrade más el sabor — dijo Adán antes de terminarse el contenido del mismo vaso en un sólo trago y comenzar a beber del suyo.
Hubo un momento de silencio. Aristeo observaba a su primo mientras bebía, miraba su garganta cada vez que daba un trago, miraba el vino moviéndose dentro del vaso de vidrio.
— No quiero que se acaben las vacaciones — dijo Aristeo.
Hubo otro breve silencio. Adán no reaccionó de inmediato quería analizar el comportamiento de su primo. Un par de pensamientos luchaban en la cabeza de Aristeo mientras su mirada se mantuvo firme en la de Adán, escogió una siguiente pregunta.
— ¿Tienes más jugo de uva? — Aristeo hablaba con seriedad, intentaba recuperar la atención de su primo, comenzó a buscar a su alrededor. — Quiero saber que se siente hacer tonterías.
— ¿Hacer tonterías? ¿de qué estás hablando? — interrumpió Adán, le pareció que Aristeo respondía a una conversación en su cabeza.
— Tonterías, como hacer cosas de las que luego no te acuerdas, mi papá me contó que se queda dormido y que despierta en lugares que no conoce — Aristeo se explicó con detenimiento.
— Si tomo un poco más me puedo dormir más pronto — Aristeo continuó, pasó la mano derecha sobre su frente limpiando las gotas de sudor que habían empezado a formarse. — Creo que quiero tomar más vino.
— No creo que debas tomar más, mis tíos pueden enojarse y mis papás me van a regañar, aunque sí, podría darte algo de sueño — Adán respondió, ahora también había una lucha de pensamientos en su cabeza.
— Puede ser un secreto, además acuérdate que con la cerveza no sentí nada.
— Puede ser un vaso con jugo ¿ok? Pero nada más. — Adán suspiró, se dió cuenta de que no podría convencer a su primo.
Se levantó del sofá cama para cerrar la puerta que daba al oscuro corredor.
— Hace calor, ¿verdad? — Adán se quitó la playera. — Saca el jugo de uva, está en el frigo.
Adán volvió a sentarse en el sofá cama, pareció relajarse ante una decisión que había tomado. Mezcló vino con jugo de uva en el vaso de Aristeo, se lo entregó. Sirvió más vino en su vaso y dejó la botella en el suelo.
Aristeo tomó el vaso con ambas manos, una sonrisa nerviosa hizo juego con el brillo de sus ojos, se puso de pie frente a Adán y brindó alegremente.
— ¡Salud!