Al despertar todos parecían apresurados, la jornada marcaba muchas actividades por realizar, un cúmulo de sorpresas se aproximaba y, aunque era de esperarse un par de contratiempos, la familia se preocupaba por seguir el itinerario tal como era planeado.
Siendo el primer despertar de un nuevo año, era obligado el conocido sonido de Las Mañanitas, cantar poco apreciado por Alister y Aristeo, pero aceptado como una acostumbrada tradición, de cualquier manera, aquello que importaba era el intercambio de abrazos por parte de su madre y el desayuno favorito consumido como pocas veces desde cama.
Minutos después, las llamadas comenzaron a llegar: familiares lejanamente conocidos, obligados a cumplir un vano compromiso, familiares cercanos, interesados en confirmar el momento y lugar en que habrían de reunirse, y amigos, confirmando su presencia en alguno de los puntos que se habían propuesto para el itinerario.
Por primera vez en muchos años, los familiares se enfrentaban al problema de decidir qué obsequiar como regalo de cumpleaños, particularmente a Aristeo quien no mostraba ningún tipo de deseos.
Alister decidió vestir un atuendo formal, pantalón, camisa y zapatos de vestir en tonos negro y blanco con un par de anteojos que hacían relucir su respingada nariz, pero escondiendo la profundidad de sus ojos negros. Aristeo vistió pantalón y calzado casuales con una camisa, todos en tonos negro y gris oscuro, además de gafas de sol.
Para antes del mediodía, ya habían disfrutado de un buffet con exquisitos postres. El siguiente evento se llevaría a cabo en uno de los salones de la Asociación con un grupo más amplio de gente. Era una ocasión especial por tratarse del cumpleaños número doce de los gemelos.
Alister disfrutaba de la convivencia familiar, lucía fascinado y estaba agradecido al saber que aquel evento se debía a la singularidad de su fecha de nacimiento. Aristeo, contrariamente, mostraba poco interés en la convivencia, no dejaba de estar agradecido, pero prefería la exclusiva compañía de su círculo de amigos.
Reunidos al extremo final del área verde del salón de fiestas, los chicos planeaban ir al centro comercial sin la supervisión de adultos. Después del evento social se tenía pensado asistir al cine y a jugar videojuegos, por lo que el grupo de adolescentes abogó por hacerse responsable de ellos mismos.
Génesis se mostró confiada al permitir que sus hijos tuvieran un momento de mayor complacencia en compañía de sus amigos cercanos, entre ellos se encontraban los hijos del pastor, un par de jóvenes en quienes encontraba un buen ejemplo a seguir para sus hijos. Josué, el mayor de los hijos del pastor, ya con mayoría de edad, se ocuparía de conducir la camioneta en la que los jóvenes viajarían.
El viaje no fue largo, aunque encontrar un lugar de estacionamiento tomó algunos minutos. La llegada al centro comercial fue prematura al inicio de la función, lo cual permitió al grupo de jóvenes tomarse la libertad de caminar y visitar algunas de las tiendas, comprar helados y tomarse fotografías.
Durante el recorrido, los jóvenes solicitaron el permiso de sus padres para ocupar un par de horas después de la película en el centro de videojuegos ubicado en el lugar, la intención era alargar la celebración de los cumpleañeros. Josué fue el encargado de solicitar dicho permiso, voz a la cual los padres accedieron.
Finalizada la función, alrededor de las ocho de la noche, el grupo de jóvenes, ahora un poco más reducido debido a las obligaciones que a algunos de ellos correspondían al día siguiente, se dirigió al centro de entretenimiento.
Josué y Miguel Ángel, los hijos del pastor, Daniel y Héctor, los mejores amigos de Alister, Jorge y Eric, los mejores amigos de Aristeo, y Leonardo, el primo mayor de los gemelos, fueron entonces quienes permanecieron en compañía de los cumpleañeros.