Pasé una época con mucho tiempo libre antes de retomar clases, había comenzado bien el primero de secundaria con Aristeo pero después de nuestro cumpleaños tuve que quedarme solo en casa; mi madre salía todo el día a trabajar o pasaba tardes enteras con Abraham, fue así hasta Año Nuevo, cuando hicieron formal su relación y faltaba poco para entrar a mi nueva secundaria.
No fueron semanas en que me atormentara la soledad, en realidad disfrutaba de estar yo solo. Fue el tiempo en que comencé a jugar mucho con mi cuerpo, mirar pornografía me ayudó para explorarme más, para conocer e identificar esos placeres que me satisfacen hasta el día de hoy. Desde entonces pude identificarme completamente homosexual, con un complejo sentimiento de miedo, pero encontrándome plenamente convencido de que era el estilo de vida que yo iba a vivir.
En este sentido, recuerdo encontrar reflejo y sentirme identificado con los personajes de las series de televisión que me gustaba mirar, Will and Grace, Queer as Folk, o algunas que veía a escondidas después de medianoche en el Canal 22. Adoraba la gracia, la facilidad y la fluidez con la que los actores personificaban experiencias que envuelven la vida de un hombre homosexual; me llenaba de tranquilidad mirar a los personajes desenvolverse con naturalidad dentro de los ámbitos laboral, social y familiar, aunado a lo divertido de las situaciones que vivían entre ellos como amigos.
Si bien no en todas las series que miraba se tildaba mucho en lo sexual, sus experiencias en lo emocional me ayudaban a trabajar el miedo que sentía a un posible rechazo tras una declaración que veía inevitable. Mis temores eran disipados cuando veía con cuánto amor estos personajes eran aceptados por su círculo social. Es cierto que muchos personajes llegaban a involucrarse en cuestiones sexuales, algunos eran muy cínicos en cuestiones de promiscuidad, pero también me identificaba con aquellos que tenían un deseo sincero de conocer el amor.
Habiendo ingresado al segundo semestre en mi nueva secundaria y conociendo un poco más del mundo al que me iba integrando, sabía que era preciso revelar mis preferencias sexuales a mi madre.
Tuve un par de crisis en las cuales lloré durante la madrugada, me preguntaba cuál sería la mejor manera de expresar lo que quería decir, llegué a sentir incluso la necesidad de confesarlo al sacerdote de mi nuevo colegio para que me diera algún consejo. Mi madre intuía que algo ajeno a las crisis de Aristeo me estaba afectando, me dijo presentir preocupación en mi semblante, me notaba pensativo y triste. Así, deseando ayudarme, me llevó por primera vez a terapia psicológica.
Fue durante las sesiones que tuve con Salvador, mi psicólogo, que pude esclarecer algunas de las dudas que tenía. Me atreví a confesarle algunas de las experiencias que ciertos compañeros habían vivido en Alcance, sin mencionar explícitamente el nombre de Aristeo. También confesé mi atracción por algunos de mis compañeros en mi nueva secundaria, uno de ellos en particular con quien comenzaba a tener una cercana amistad.
Salvador me pidió que describiera las sensaciones que llegaban a mi cuerpo cuando miraba alguna de las escenas fuertes en las series que me gustaban, compartió conmigo un par de revistas eróticas con las que trabajamos durante algunas sesiones, me dejaba trabajar en privado mirando videos de pornografía heterosexual y homosexual para identificar cuales me gustaban más, algunas veces miramos videos juntos, también mirábamos las fotografías de los desnudos de algunos compañeros de mi secundaria que llegaron a transferirme por infrarrojo. Finalmente, me sugirió enfrentar a mi madre, comenzar confesando ser bisexual, para ello él ya se habría encargado de prepararla respecto al revelamiento que yo iba a hacerle. Lo hice, preferí ir directo al grano y me declaré gay.
La expresión de mi madre fue de confusión, pero no estaba desconcertada; la preocupación fue su mayor emoción. Me dijo temer ante el rechazo del cual yo podría ser víctima; se preguntaba si era una etapa que estaba atravesando y que luego habría de disolverse; mencionaba la posibilidad de las crisis de Aristeo como factor para ello; aseguraba que habría de amarme y aceptarme cualquiera que fuera mi preferencia por el simple hecho de ser su hijo, a mí y a Aristeo por igual; finalmente, me aconsejaba ser cuidadoso con respecto a quien me revelaba, intentaba evitar que difundieran rumores con el propósito de lastimarme.
Ambos lloramos, sentí un alivio indescriptible no sólo por recibir ese mensaje de aceptación, sino por poder liberarme de esa carga tan pesada que durante tanto tiempo dio vueltas en mi cabeza. Me agradó encontrar en mi madre una confidente en estos aspectos de índole personal que llegaron a parecer muy difíciles de lidiar.
Ahora bien, por el deseo y la necesidad de vivir experiencias de amor y de sexo con un hombre, comencé a dejarme llevar por la atracción que sentía hacia un compañero de mi nueva secundaria, el mismo sobre el cual había platicado con Salvador.
Jorge Luis era el chico más guapo de mi salón, el más coqueto, era parte del grupo de los desmadrosos, el mayor de todo su grupo de amigos, incluso mayor que todos en el salón, él tenía quince cuando yo todavía tenía trece, era sin duda el líder de entre todos mis compañeros. Jorge Luis no dudaba en usar sus atributos y su coqueteo para llegarle a la chava que le gustara o para obtener beneficios de alguien más, solía salir con chicas más grandes que él, tenía uno de los mejores celulares en el salón y su propio carro, era usado, su padre se lo había regalado. Verlo desenvolverse y convivir tan natural y desinhibidamente dentro de su círculo de amigos, siendo tan espontáneo y divertido a la vez era algo que envidiaba pero que al mismo tiempo me volvía loco.
Como compañeros de clase y luego como amigos, nuestra relación se fue forjando muy naturalmente. Sin embargo, puedo confesar que desarrollé por él un sentimiento que no puedo simplemente llamar amistad. Adquirí la tendencia a estar cerca de Jorge Luis cada vez que tenía la oportunidad, me gustaba mirarlo durante las clases, él no solía darse cuenta; le tomaba fotos y videos mientras él hacía poses graciosas, aunque luego comencé a fotografiarlo a escondidas. Inicié una colección de las fotos y videos que él se tomaba y que compartía con los compañeros del salón, en algunas aparecía sin playera o incluso completamente desnudo; eran fotografías y videos que yo miraba repetidamente en mi casa, los tenía guardados en mi celular. Me gustaba rememorar en mi cabeza los momentos en que Jorge Luis había mostrado su pito en el salón o sus erecciones en el baño de la escuela; generaba imágenes y películas que lograba hacer presentes en mi cabeza de él desnudo frente a mí, tocándose; me excitaba visualizarme desnudo junto a él, deseaba tocar su cuerpo, masturbarlo, besarlo.
No iba a platicar sobre mi naciente atracción hacia él con nadie; de las niñas del salón, Andrea y Yael querían con él, me parecía tonto considerar que a mí me gustaba. Comencé a generar un sentimiento de frustración al darme cuenta del proceso que implica acercarse a un hombre, coquetear, ligar, conquistar. Mis experiencias en el amor o en la sexualidad eran nulas comparadas a las de Aristeo, mis compañeros en el salón platicaban abiertamente sobre las experiencias que ellos poco a poco iban teniendo. Eran sentimientos de los que al inicio no platicaba con nadie y que prefería conservar para mí mismo.
Fue entonces que Salvador, mi psicólogo, comenzó a ayudarme. Habiendo quedado demostrada mi preferencia por el sexo entre hombres, Salvador comenzó a darme consejos para acercarme a Jorge Luis, me dijo que su mayor intención era evitar que yo continuara encerrado en una nube de ilusiones, que era mejor dar paso a la experiencia.
Tuve miedo de expresarlo directamente. Cuando platicaba a solas con Jorge Luis me era imposible guiar la conversación hacia cuestiones románticas o sexuales, solía ponerme nervioso y terminaba por ser algo cortante, temía que se diera cuenta de lo que yo sentía, de todo lo estaba pasando por mi cabeza. Puedo creer que Jorge Luis decidió empezar a hablarme para generar este convenio mediante el cual yo le ayudaba con las tareas, en los exámenes y en los trabajos en equipo, pero sé que también le agradaba convivir conmigo.
Mi enamoramiento/obsesión por él fue un secreto que mantuve oculto por un tiempo, poco a poco se fue revelando, quizás por mi falta de discreción. Comencé a hacer uso de las técnicas de ligue que Salvador me había recomendado y de las que aprendía en el programa de televisión Guau!, que transmitían los lunes por Telehit a las 8 pm.
Estaba afuera del clóset. I'm here, I'm queer, get used to it.