Noches de Tlatelolco

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Alister caminaba por los andadores recorriendo el trayecto desde la estación del metro que se encontraba más cerca de su nueva colonia.

Siendo avanzada la hora de su llegada, el camino de regreso a casa parecía más solitario de lo habitual, era el momento en que los vecinos se preparaban para dormir, permanecían fuera de casa sólo algunos que preferían pasear a sus mascotas durante la soledad de la noche.

No era normal para Alister rodearse de las sombras que envolvían su camino en este tardío momento, la hora de su llegada se debía únicamente al festejo de cumpleaños de su nueva mejor amiga y cuya ebriedad lo había obligado a retrasarse algunas horas en su acostumbrado horario de regreso.

La ebriedad que nublaba el conocimiento de Alister le otorgaba el valor de andar por este camino que sólo conocía con la luz del día y que en esta hora de la noche se mostraba peligroso, un oscuro vacío inundaba los jardines y los caminos que debía seguir.

Los departamentos de los altos edificios que circundaban los andadores se mostraban en total quietud, casi la totalidad de las luces permanecían apagadas, sólo algunos faros, ubicados a lo lejos en las avenidas que rodean la colonia, iluminaban vagamente el camino.

La confianza y seguridad que Alister sentía por influencia del alcohol le permitían disfrutar de esta inhabitual caminata nocturna, tanto así que había decidido tomar caminos ajenos a su ruta regular, su propósito era conocer un poco más de las noches que se vivían en su colonia.

En un repentino momento, algunos minutos después de comenzar su desconocida ruta, Alister pudo ver a lo lejos la silueta de un hombre que caminaba en dirección a él, pronto iban a encontrarse frente a frente en el camino.

Mientras la distancia entre Alister y el extraño se hacía cada vez más corta, Alister pudo percibir que el hombre se había detenido, le resultó complicado decidir entre seguir su camino hasta encontrarse con ese hombre, o tomar una ruta alterna. Sus pasos lo llevaron por la ruta establecida.

Acercándose cada vez más a aquel hombre, pudo notar que se trataba de un joven sólo algunos años más grande que él y que vestía ropa deportiva. No es de dudar que cruzaran miradas en el momento en que se encontraban cerca, quizás por la duda que causa la desconfianza de compartir un camino tal en una hora sospechosa.

Sólo unos metros más adelante, después de haber cruzado camino con aquel sujeto, Alister escuchó el susurro de una voz que le saludaba, "oye… cht cht" y después "hola", fueron las palabras que le invitaron al inicio de una conversación con este desconocido.

Resultaba extraño conocer a uno de sus vecinos en un lugar y un momento quizás inapropiado, pero Alister no dejaba de lado la oportunidad de hacer nuevos amigos en esta nueva ciudad a la que se había mudado.

Tras dirigirse hacia esta sombra que lo invitaba a platicar, Alister encontró al sujeto aún más atractivo de lo que había percibido durante su instantáneo cruce de miradas así que, continuando con el saludo, respondió: — Qué onda, ¿cómo estás?

Fueron pocas las palabras de este nuevo conocido, quien directamente invitaba a Alister a darle "unos besitos". Alister dudó sólo un instante, pero su nuevo amigo ya había tomado su mano y la puso sobre su pantalón deportivo justo a la altura de la entrepierna.

Alister entendía el mensaje que le había sido propuesto, sintió la dureza del miembro que se encontraba debajo de aquel pantalón. La influencia de las bebidas alcohólicas y el peligro que implicaba tal acto sexual en un lugar público elevaron su líbido.

Acto seguido y como instinto, Alister presionaba el órgano sexual que tomaba mayor volumen y dureza al momento en que jugaba con él. Alister hizo resbalar el pantalón revelando la ausencia de ropa interior y el enorme tamaño de aquel miembro. La excitación lo llevó a ponerse de rodillas.

La soledad del lugar fue una gran cómplice, sólo hizo falta adentrarse en uno de los jardines para ocultarse un poco más de los vecinos que llegarán a caminar cerca del lugar o asomarse por las ventanas.

Escogieron un lugar en que los arbustos les cubrían lo suficiente para poder quitarse algo de ropa, era una excitante escena de sexo público. Los primeros minutos Alister estuvo mamando aquella deliciosa verga, pero su compañero le pidió ponerse de pie y desnudar todo su cuerpo.

Fue la primera vez que Alister se dejó seducir por un completo desconocido. Aquello que le había invitado a mantener una simple conversación, lo había llevado a límites más extremos.

La oportunidad de compartir su desnudez, de coger bajo la luz de la luna y rodeados por la naturaleza de un jardín público, habían llevado a esta pareja al extremo de la exhibición.

Los besos de su nuevo amigo dejaron en Alister un sabor similar al deseo de experimentar nuevos placeres sexuales.

EsenciaWhere stories live. Discover now