El día en que conocí a Paula teníamos sólo trece años, se había mudado por sus padres, y tuvo que cambiar la escuela en la que estudiaba; y por eso, cuando llegó al salón en que yo estaba, no tenía a nadie con quien convivir. Alejandro, mi amigo de entonces, me convenció de acercarnos a ella.
— Paula —me dijo cuando le pregunté su nombre después de saludar.
— Yo me llamo Abel —le di la mano para darle un apretón.
Ella la chocó con la suya.
Pasó sólo poco tiempo para que ella se hiciera nuestra amiga, y poco más para considerarla mi mejor amiga. Cuando salimos de la secundaria para ir a la preparatoria, ella y yo seguimos juntos, Alejandro fue a una diferente, ella siguió manteniendo contacto con él, yo me distancié un poco.
Paula es una chica de corta estatura y muy delgada. Le gusta vestirse con colores claros y vistosos como si fuera una modelo de primavera-verano. Decía que el color negro era aburrido y que los colores vivos la hacían sentir viva a ella y a su humor.
— Las chicas que usan sólo negro —me explicó una vez— me recuerdan a las que comparten los memes de "Necrofilia: Amor por los días lluviosos" e inmediatamente dicen "Tan yo".
La mejor parte de ella era su siempre buen humor, porque sabía cómo hacernos felices a quienes estábamos con ella, aunque no solía hacer bromas como muchos a quienes conocí, siempre podía sacarte una sonrisa. Todo su buen humor se veía en sus ojos, unos castaños y enormes ojos que siempre brillaban, contrastados por el delineado que se hacía a diario. Su cara era algo redonda, ella me platicó que cuando íbamos en secundaria le incomodaba porque creía que eso la hacía fea, pero siempre lo ocultó hasta que lo superó. Su cabello tenía el color de la miel y sus cejas eran abundantes, pero, en sus propias palabras, le quedaban mejor que a Cara Delevingne.
Ella y yo éramos inseparables. Siempre que yo salía, ella iba conmigo, y muchas veces se quedaba en mi casa por el simple placer de tener la compañía uno del otro.
Lo más sorprendente de Paula es que ella es muy perceptiva y siempre sabe cuándo algo me aflige o me entusiasma.
— Estás hablando mucho de Gabriel —me dijo a la mañana después de que Gabriel me devolvió el libro—. Si quieres ir con él no te detengo, ¡eh!
Estábamos en su cuarto. Acabábamos de salir de mi casa, para ir con ella a la suya. Ahí nos quedamos un rato para platicar. Ella estaba acostada en su cama usando su teléfono y yo estaba usando su computadora buscando ideas para fiestas.
— No estoy hablando mucho de él. —Sí lo estaba—. Apenas saqué su nombre en la plática.
— ¿Pasó algo que quieras contarme?
— ¡No! ¿Qué habría de pasar?
— Bueno. —Se levantó de la cama—. Él es un chico interesante, tal vez quieras hablar.
— ¿Es interesante? —pregunté, como si no lo supiera—. Tal vez, pero no lo había notado.
— Oye, no te hagas tonto. —Me miró fijamente—. Te vi el día del cine hablando con él. Y luego Gerardo ya me contó que han estado platicando mucho. Si tienes algo que decir...
— ¿Qué tendría qué decir? —Me puse nervioso—. ¿Estás insinuando que me...? ¡No! Para nada. Yo tengo otras cosas para pensar. No hay nada que tenga que decir de Gabriel porque no pasa nada.
— Yo sólo digo que tú fuiste quien sacó esa conclusión —dijo—. Yo en realidad no dije nada sobre gustar a nadie. Pero está bien. Estoy segura de que, si algo pasara, me lo dirías, ¿no?
— ¡Pues sí! —respondí con tono de que era lo obvio—. Pero no pasa nada.
Encuentro fascinante cómo las personas exteriorizamos esa imperiosa necesidad que queremos esconder, esa necesidad de negar aquello que nadie pidió que negáramos, que termina por convertirse en una manera de afirmarlo y decir todo lo contrario a lo que estamos diciendo.
Existe una ventaja en escribir esto desde el futuro de la propia historia, y es que conozco qué hacía y cómo lo hacía, reconozco la mayoría de mis sentimientos y pensamientos; aseguro sin recelo que, de haberlo contado en su presente, estaría más confundido que lo que ahora me encuentro, y mis palabras serían enrevesadas y caóticas. Asimismo, acepto que Paula sabía lo que yo me rehusaba a admitir. Todos lo sabían antes de que yo por fin me permitiera admitirlo.
Por el contrario, Paula entiende mejor a los sentimientos que al arte. Ella y yo tenemos discusiones sobre si un pintor pintase un cuadrado rojo y uno azul, eso representaría mucho, o en realidad sería basura. Sobre cómo sí se puede expresar lo que se siente por el arte, pero ella dice que es de las que no les queda claro cómo la Mona Lisa era una expresión de cualquier cosa.
Podía sentir que Paula me conocía como a un familiar, incluso antes de hablarme, y que cuando me acerqué a ella, sólo debió confirmar lo que ya había pensado de mí.
Así fue como ella me conoció profundamente.
Ni yo me di cuenta cuando pasó.
—Nos vemos!
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Mírame Como Te Miro
RomanceAbel no esperaba que Gabriel se convirtiera en alguien tan importante en su vida, mucho menos porque no se imaginaba que se enamoraría de él del modo en que lo hizo. Los sentimientos de Gabriel fueron notorios, y por eso decidieron comenzar una rela...