Gerardo nos había pedido que lo ayudáramos con unas fotografías que quería tomar, nos llevó hasta un lugar en medio de un bosque, donde dijo que seríamos sus modelos, había tomado fotos de ti y fotos de mí, diciendo que no serían retratos, sino que harían énfasis en el espacio y cómo transmite mensajes a los ojos.
Aunque quería hacerlo, decidí no hablar de lo que sucedió entre nosotros aquél último día en que nos vimos, me moría por preguntarte a qué te referías cuando dijiste mírame como te miro justo en ese momento, pero estaba siendo cobarde y no podía lograr formular ninguna palabra al respecto.
Había visto algunas de las fotos de mi hermano y me habían parecido que resaltaban mucho el entorno donde estábamos, aunque él dijo que tendrían más sentido después de pasarlas por la edición, entre ellas me llamó la atención una tuya, donde estabas sentado con las piernas cruzadas en el suelo donde había sólo poco pasto a diferencia del resto del paisaje. Sostenías una flor amarilla entre algunos de tus dedos, y la mirabas sin expresión como te dijo Gerardo, a simple vista no decía nada, pero había algo que reflejaba a ti en ella.
Paula estaba frente a la cámara en el momento en que yo estaba venido las fotos que Gerardo ya había trasladado a su computadora, entonces apareciste desde detrás de mí con una voz muy baja que más que asustarme me hizo sentir calma al escucharla.
— Ese se parece a mí —dijiste al ver tu foto.
— Curioso —respondí—. Porque es un hippie que Gerardo encontró en la calle.
Entonces Gabriel tomó el control de la laptop mientras me decía que me mostraría una foto mía, dio varios clics para poder encontrarla entre todas las que mi hermano había tomado, y cuando por fin dio con ella me vi a mí mismo rodeado por hojas amarillas en el suelo, parado detrás de un solitario árbol que bifurca su tronco en dos partes mirando hacia el suelo con las manos en los bolsillos.
— ¿Qué tiene de especial? —le pregunté.
— Creo que define fuertemente un sentimiento latente.
— ¿Qué sentimiento?
— No sé —respondió—. ¿Cuál es tu sentimiento más latente?
Tal vez la fotografía reflejaba más de lo que yo podía discernir, tal vez la fotografía no era un sentimiento sino mi ser latente, mi vida latente, porque en ella podía ver cómo era entonces y no cómo me sentía. Pero del mismo modo, había algo en mí que sí podía reflejar, y tal vez era el árbol o las hojas, o que no había más árboles alrededor, aunque no llegaría a entenderlo ni siquiera para este momento.
— Creo que no veo nada —le dije.
— Entonces vamos a ver el árbol otra vez.
No esperó a que tuviera respuesta, se alejó corriendo en dirección hacia donde habíamos estado antes, al principio no lo seguí, pero se dio media vuelta y me hizo una señal para que corriera tras él. Decir sí o no eran mis dos opciones, sin embargo, yo sólo quería contemplar una de ellas y decir que sí a todo lo que él me pidiera, por eso fui hacia donde él iba, y pocos segundos después llegamos hasta esa íngrima planta, en medio del cálido color amarillo de hojas que no me explicaba cómo habían llegado ahí.
Me coloqué en el mismo lugar donde había estado, justo en la parte donde el tronco se dividía permitiéndome ver a Gabriel alejado de mí entre las dos ramas, sonriendo expectante a una respuesta que no le iba a dar.
— ¿Qué sientes? —me preguntó.
— Que una araña aparecerá y me morderá.
— Abel —dijo mmi nombre como un regaño—. ¿Qué sientes dentro de ti?
— No siento nada —le dije—. ¿A dónde quieres llegar con esto?
— No lo sé —se rio—. Supongo que me intriga cada incógnita que se relacione contigo, y quiero saber cuál es el sentimiento que te produce este lugar.
— ¿Y si en realidad no me produce nada?
Gabriel se acercó al otro extremo del árbol, este nos separaba de estar uno frente a otro, aunque igualmente podía verlo a través de él. Puso sus manos sobre las ramas del árbol, sosteniendo en su rostro la expresión de curiosidad de hace un momento, yo di un par de pasos atrás, negó con la cabeza cuando me vio hacerlo, y me acerqué de nuevo. Quedamos a poca distancia, únicamente apartados por la naturaleza, me miró a los ojos, como si dentro de ellos estuviera la respuesta de lo que inquiría, yo miré a los suyos, porque verlos podría decirme en qué estaba pensando. Dentro de ellos me sentí cálido, como si me acogieran al contemplarlos.
— Dime cómo te estás sintiendo ahora mismo —pidió.
— Protegido —dije sin dejar tiempo entre pregunta y respuesta.
— Dime por qué.
No podía apartar mi mirada de la suya, aun así, mi cuerpo no se sentía nervioso, sino que estaba relajado, tenía las manos ligeras, los latidos lentos, la respiración distendida, como si mirándolo estuviera oculto de cualquier peligro.
— Creo que eres tú. —Mi mente trabajaba sin pensar.
Su mano atravesó la barrera que el árbol suponía entre él y yo para colocarse sobre mi hombro como solía hacer siempre, acercó su cara hacia la división del tronco sin perder la distancia entre nosotros, con ligeros parpadeos continuó mirándome como si mis ojos fueran el único punto disponible en el amplio entorno en que nos encontrábamos.
— Contigo me siento como en un hogar —seguí.
— Tú eres mi hogar —respondió.
Entonces su rostro se acercó un poco más al mío, lentamente, como si los segundos fueran eternidades y los instantes se transformaran en siglos, sabía que no sólo era un sentimiento unilateral, podía verlo en sus ojos, sabía que algo importante habría podido suceder, algo que habría hecho que todo el momento se convirtiera en infinito y memorable. Eso habría causado, de no haber sido porque Paula y Gerardo entraron de nuevo en el lugar llamando nuestros nombres antes de dejarnos continuar cualquier acción que pudimos haber tomado.
Al escucharlos la distancia entre nuestras miradas se extendió, él retrocedió un paso, y yo me quedé en el árbol, recargando mi cabeza en las ramas, tratando de procesar qué habría sido de nosotros si ellos no habrían regresado. Gabriel dio media vuelta para ver a los chicos, ellos se acercaron hasta donde estábamos.
Tal vez el momento no habría sido lo que pensé que sería, pensé, tal vez malentendí las cosas, pero había algo de lo que estaba seguro él y yo estuvimos a punto de algo de lo que no habríamos podido regresar. Ahora, desde el Abel que escribe esto, me pregunto qué habría sido de nosotros si las cosas hubieran comenzado desde aquí, cómo habría cambiado la historia si no hubiese habido nadie alrededor. Existen preguntas que nunca obtendrán respuestas, aunque me encantaría conocer por lo menos un poco de las posibles soluciones de nuestra cuestión.
La vida me llevó a ti, Gabriel, desde el momento en que entraste por la puerta, aunque no lo hubiese aceptado entonces, y aunque ahora estás lejos, creo firmemente que mi destino era contigo, aunque el tuyo tal vez fuera diferente, o quizá fui yo lo cambió.
— Nos vemos!
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Mírame Como Te Miro
RomanceAbel no esperaba que Gabriel se convirtiera en alguien tan importante en su vida, mucho menos porque no se imaginaba que se enamoraría de él del modo en que lo hizo. Los sentimientos de Gabriel fueron notorios, y por eso decidieron comenzar una rela...