Podrás preguntarte por qué te cuento estas cosas, puesto que a simple vista no tienen relación directa contigo o nuestra historia, sin embargo, me siento contento de decir que es tuya la esperanza que nació en mí de tomar acción en cuanto a lo que escribía, y, como dije antes, trato de decirte cómo es que nuestra relación afectó en mi persona, y claro que esto también es parte de ello.
Así que te pido que entiendas que influiste incluso para poder dar este significativo paso. Por eso decidí que era hora de dejar libres esas historias que había escrito antes, entre ellas, la que consideraba como la menos mala, era sobre un grupo de amigos que encuentran su lugar en el mundo. Tú y yo sabemos que ese no es el título o la trama principal, pero es eso lo que transmitía esta historia, cómo las personas pueden leerse a sí mismas y a otros descubriendo lo que son capaces de hacer y lo que no.
En realidad, se trataba sobre ese grupo de amigos emprendiendo un viaje a una cabaña en el bosque. Su razón principal era relajarse y hacer una fiesta, pero cuando están ahí comienzan a tener discusiones entre ellos que van sacando secretos ocultos en lo más profundo de sus sí mismos.
Aún me pregunto cómo es que me atreví a escribir algo así, y me cuestiono más cómo me atreví a dejar que lo leyeran. Y al ser la primera vez que hacía esto, sé que no lo hice de la mejor forma.
Pedí a cuatro personas que fueran mis lectores beta: Gerardo, Gabriel, Paula, y mi maestra María. Se los di a una persona quien la literatura le parecía indiferente; a alguien a quien estaba aprendiendo de ella, por lo que podía para confiar; a una persona en quien confiaba, pero no tenía los conocimientos necesarios; y a una persona cuyos conocimientos eran de confianza, pero cuyos pensamientos eran, posiblemente, dolorosos. Recibí, respectivamente, respuestas que me pusieron nervioso:
— Puedo ayudarte, sabes que sí. Pero mi opinión no es tan importante como la tuya misma —Gerardo.
— Me sorprende que me lo des. Parece que lo que te dije te afectó, y eso me encanta. Haré todo lo que pueda para aplicar lo aprendido y darte mi opinión más acertada —Gabriel.
— Ay, Abel... te quiero, pero no creo acabarlo pronto, ¿está bien? —Paula.
— Abel, como tu maestra, debes saber que busco lo mejor en tus trabajos. Lo leeré con mucho gusto, pero ten en cuenta que seré dura contigo, por tu bien —maestra María.
Así fue como Gabriel logró impulsarme a dar ese primer paso; el paso que definiría muchos aspectos de mi vida y mi posible futuro. Estaba hecho, y aunque sentí que el corazón se caería hasta donde está mi estómago, podía decir que por fin lo estaba intentando, que no me quedé estancado.
***
Había llegado mayo, Gabriel y yo llevábamos un tiempo saliendo, y a él le emocionaba este mes porque su cumpleaños llegaría el día 18, y a eso agregó que el mismo día sería el estreno de una película que era secuela de otra que él había disfrutado mucho.
— Y obviamente espero que me lleven —dijo él—. Es mi cumpleaños ustedes pagan.
— ¡Te llevamos el día del estreno! —dijo Paula.
— ¿No habrá mucha gente? —preguntó Gerardo.
— No importa —dije yo—. Seguro lo vale, la primera estuvo genial.
Unos cinco o seis días antes de su cumpleaños, nos reunimos los cuatro porque Gerardo y Gabriel necesitaban comprar algo de material que utilizarían para un proyecto de sus clases, y cuando recolectamos todo lo que buscaban Gabriel nos invitó un helado que comimos sentados en una banqueta del centro de la ciudad.
— Esa nube tiene forma de pato —Gerardo señaló el cielo.
— ¿Qué nube? —preguntó Paula.
— ¡Estás loco! Eso no es un pato —le dije.
— Parece más un perro que un pato, Gerardo —se rio Gabriel—. Y mira que tampoco parece perro.
— Pues yo veo un pato —se encogió de hombros—. Tal vez ustedes no tienen imaginación.
Casi nada de esta historia me haría sentir orgulloso, y decir lo siguiente me acompleja mucho: Cuando estábamos ahí, pasó una pareja frente a nosotros, una chica muy bella y un hombre, ambos eran atléticos y atractivos y no pude evitar verlos. No detuve mi vista en ellos, sólo fue un segundo o menos, pero al desviar la mirada, cuando vi a Gabriel, noté que él se había percatado de lo anterior. No hizo ninguna expresión negativa hacia mí, ni mucho menos hizo una escena, pero sus ojos decían algo.
Entonces, cuando tuvimos un momento sólo nosotros dos fue cuando hablamos del tema:
— Te vi, Abel —me tomó del hombro—. No me molesta que veas a mujeres u otros hombres, pero trata de no ser tan obvio, o por lo menos no hacerlo frente a mí.
— Perdón —le dije—. No te enojes, no fue mi intención.
— No estoy enojado —me respondió, y era verdad—. Sólo que me sentí algo incómodo cuando lo hiciste.
— No pasa de nuevo —le respondí—. Lo prometo.
Tiró muy ligeramente de mi hombro para darme un beso, y luego llegaron Gerardo y Paula de nuevo a con nosotros.
Tal vez pueda sonar exagerado, pero te puedo asegurar que este es uno de los momentos clave de lo que me inclinó hacia aquélla decisión que he mencionado tantas veces a lo largo de esta historia, esa que hoy considero no sólo una tontería ligera, sino la mayor estupidez que he cometido en mi vida entera.
Dentro de mí estaba peleando conmigo mismo forzándome a creer que aún me gustaban las mujeres y no sólo los hombres, aunque estaba contigo, Gabriel, el día en que esto sucedió, en mi interior pensaba en lo que hice cuando vi a esa pareja, aunque noté que ambos eran atractivos, yo sólo miré al chico. No a ella.
El primer paso al peor de los caminos que he tomado.
— Nos vemos!
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Mírame Como Te Miro
RomanceAbel no esperaba que Gabriel se convirtiera en alguien tan importante en su vida, mucho menos porque no se imaginaba que se enamoraría de él del modo en que lo hizo. Los sentimientos de Gabriel fueron notorios, y por eso decidieron comenzar una rela...