26. ANTÍPODA

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Uno de aquellos días en que yo estaba aún en preparatoria y justo después me trasladaba a la escuela Juan José Arreola, en ese momento estaba en clase de español, no puedo recordar ahora mismo el nombre que tenía esa materia y no me tomaré el tiempo de buscarlo porque escribir esto es más importante, pero era español en sí misma.

— Como se les mencionó desde el principio del semestre, tienen que entregar un ensayo —la maestra comenzó a caminar.

Entonces habló, explicó de principio a fin cuáles eran los lineamientos para escribir el ensayo, dijo cuántas cuartillas deberían ser, qué tipografía y tamaño exactos y entregó ensayos de algunos ex alumnos como ejemplo de lo que deberíamos hacer. Supongo que eso es lo que nunca me ha agradado de la escuela, la rectitud y poca libertad que es exigida, entiendo que tiene un propósito, pero también limita la mente. Paula escribía las indicaciones con desgana, yo estaba tratando de no sentirme mal al pensar en esa creatividad perdida. Yo sé que me amiga tiene facilidad de palabra, y hacer ensayo nunca se le dificultó, y yo puedo escribir por lo menos un poco bien.

Fue en el momento en el que ella terminó su explicación cuando un hombre apareció en la puerta del aula y pidió permiso a la maestra para hablar los alumnos.

— Hola a todos —comenzó—. Me llamo José y vengo de parte de una empresa que contrató la escuela para ustedes los que se van a graduar. Nosotros nos encargamos de darles las togas, los birretes y las fotos...

El hombre frente a nosotros nos mencionó eso que ya sabíamos, que ellos son quienes vendían los productos que nosotros necesitaríamos, como los trajes, los boletos de la fiesta y otras cosas más, nos dio precios e indicaciones para el fin de nuestra preparatoria. Estaba emocionado de que llegara, porque, aunque me gustaba estudiar ahí, ansiaba poder dedicar de lleno mi aprendizaje a lo que de verdad quería hacer.

Tenía un plan para las pocas semanas que nos quedaban en este semestre, ya sabía cómo distribuir mis tiempos para tener oportunidad de salir, hacer tareas y proyectos, e incluso estudiar para exámenes. Quedaba muy poco tiempo en realidad, y aunque ansiaba su fin, no quería que terminara.

El examen de admisión para la universidad estaba todavía más cerca, era tan sólo un día después del cumpleaños de Gabriel, por lo que no me interrumpiría nada.

Ya todo estaba listo.

Después, en otras clases, nos ponían todos nuestros proyectos finales. Otro ensayo, un vídeo, una presentación en diapositivas, un portafolio, y la más libre de hacer, un collage, pero con un tema específico que nuestro profesor nos tenía que poner.

Todos y cada uno de ellos con especificaciones minuciosas para su calificación.

Lo único que me aliviaba era saber que tenía que ir a la escuela de arte por la tarde.

***

— ¿Cómo van con su poema? —preguntó mi profesor—. Espero que no lo hayan olvidado.

Uno de mis compañeros levantó la mano.

—Yo estoy trabajando en algo —dijo—. Pero perdí la inspiración. No sé qué más agregar.

— Mira, Samuel —respondió mi profesor— a veces cuando no sabes qué más decir, es porque ya está todo dicho. Quédate al final de la clase, me muestras lo que llevas y podemos revisar juntos, ¿te parece?

El chico asintió.

— ¿Alguien más?

— Yo, profe —levanté mi mano—. Uno de mis grandes problemas es que no me sé medir, no le diré si llevo mucho o poco, sólo sepa que no sé medirme, ¿qué tan extenso debe ser el poema?

— Eso es decisión suya —nos dijo a todos—. Yo no puedo moldear su talento. Todo debe salir de ustedes. Si salen cinco palabras, pero ésas cinco palabras representan algo, entonces sabrán que lo han hecho bien y yo estaré seguro. Si hacen dos cuartillas de poema, traten de no desperdiciar palabras, si merece esa extensión está bien, pero si no, miren qué pueden quitar.

— ¿Qué tal si sentimos que es necesario poner mucho, pero usted dice que es demasiado? —preguntó una de ellas.

— El arte, Fernanda, es tan variado como la vida misma. —Miró a la ventana—. Cada mente pude pensar lo que quiere pensar, pero dentro de ti, si tú sabes que es suficiente, entonces lo es.

— ¿Entonces, profesor —pregunté yo— cómo sabemos que estamos creando algo artístico?

— Excelentes preguntas. —Nos señaló—. Nunca dije que todo lo que hagan sería arte, principalmente. Dije que todo puede llegar serlo, pero hay que saber qué es. El arte es la representación de un mensaje y de un sentimiento. Hay que saber qué queremos decir, cuál es nuestra propuesta.

— ¿Puede dar ejemplos? —preguntó Carlos.

— 1915, Kazimir Malevich. —No lo pensó ni un poco—. Todos conocemos pinturas como "La Escuela de Ateneas" o "El Caminante Sobre el Mar de Nubes", que son pinturas con expresión propia. Que claramente nos dan un mensaje. Pues Malevich, después de tantas pinturas que otros nos dieron, después de perspectivas únicas, o visualmente hermosas composiciones, llega y pinta un cuadrado de color negro con olio, y encima sólo lo llama así "Cuadrado Negro". ¿Pero por qué esto es arte? ¿Por qué Malevich puede pintar un cuadrado sin nada más y que sea arte? —él esperó una respuesta, pero nadie contestó

» Pues por su propuesta —continuó él—. Malevich trataba de darnos a entender una cosa a todos: Él hizo éste cuadro bajo la influencia de un movimiento político que decía que se necesitaba algo nuevo para crear una sociedad nueva. Entonces él crea esto y dice: Me opongo a todo. Me opongo a todas tus pinturas religiosa, a tus cuadros de cosas reales, a tu descomposición cubista y te doy esto a cambio. Tómalo o déjalo. Bueno, miento cuando digo que lo dijo, pero entienden el punto. Y eso es lo que hace arte al arte. Su propósito y su perspectiva: Porque si Malevich no hubiera considerado a un vulgar cuadrado negro arte, entonces no habría sido arte.

» Exprésense a ustedes en esencia —nos dijo—. Y sientan en ustedes lo que puede ser entregado. Tengan propuesta, pero no olviden ser ustedes mismos.

 Tengan propuesta, pero no olviden ser ustedes mismos

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— Nos vemos!

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