Elise nunca ha tenido mucho que contar. Su vida es normal dentro de lo que cabe, pero eso cambia cuando acusan a su madre de asesinato. Está decidida a averiguar si eso es cierto, pero no podrá hacerlo sola.
Mabel es una policía principiante, tan so...
Cuando llego a casa no veo a mamá, por un segundo pienso que Agatha se lo ha inventado hasta que voy hasta su oficina y la veo. Tan tranquila. Tomándose un café y revisando unos documentos.
—¿Mamá? —la llamo y levanta la mirada vagamente.
—Oh, hola.
Me acerco a ella para darle un abrazo y lo acepta muy tensa. Se separa de mí enseguida para mirar otros documentos. Intento que su frialdad no me afecte.
—¿Cómo es que te han soltado? —inquiero, intrigada.
Estoy a punto de responder algo, pero me callo. Hay algo raro. ¿No que tenían pruebas en su contra? Raro.
Subo rápidamente las escaleras y me meto a mi habitación para llamar a Mabel. Pero no contesta.
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Demoño: No puedo responder ahora. Èlise: Es urgenteee
Entonces, la vuelvo a llamar y por fin contesta.
—Mi madre ya no está presa —es lo primero que digo y la línea se queda en silencio.
—¿Disculpa?
—QUE YA NO ESTÁ PRESA.
Se queda callada durante unos segundos.
—Entonces estaba equivocada. Tu madre no es culpable.
—¿No que pensabas que era inocente? —pregunto, sintiéndome estafada.
—Voy para tu casa.
Y, antes de que pueda responderle, me cuelga.
Ay, qué rabia.
Ni siquiera sabe dónde vivo. ¿Es tonta? Estoy a punto de enviarle la dirección cuando alguien toca mi puerta.
Es Agatha.
—Perdón que la moleste pero...
—Oye, ¿tú crees que mamá es culpable?
Agatha, que venía con una cesta de ropa recién lavada, se queda muda por unos segundos. Ella debe saber más que yo, pasa más tiempo con mi madre que yo, que soy su propia hija.
