Capítulo 23

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23: El verdadero amor

Mabel

Cuando era pequeña, mis padres solían pasar mucho tiempo fuera, trabajando. Así que me tocaba cuidar de mis hermanos. No me estoy quejando, siempre los he querido mucho, pero supongo que cuidar de unos críos siendo yo una me marcó.

He pasado media vida odiándome a mí misma y la otra media intentando buscar a alguien que me ame, para olvidar que no me quiero.

Honestamente, si me pregunto a mí misma si tengo alguien que me cuide, no se me ocurre nadie. Pero no estoy triste por ello, supongo que lo he aceptado.

—Mabel —me llama Kevin, asomándose por la puerta con un delantal—, ¿con nata o sin?

Vuelvo en mí y alzo la mirada de las sábanas arrugadas de la cama.

—Ah, eh... Con.

No sé qué me ha dicho.

Cierra la puerta de la habitación con una sonrisa y me quedo quieta, mirando al mismo punto que antes, con solo las sábanas de seda cubriendo mi cuerpo.

No sé qué he hecho ni qué ha pasado. Hemos salido y él solo me ha dicho dos cosas bonitas... Para ser sincera, Kevin tampoco me parece tan guapo.

Me levanto de la cama, llevando las sábanas conmigo y camino hacia el baño. Al entrar, me lavo rápidamente la cara con agua fría y me miro al espejo.

No. Así no me veo cuando estoy enamorada.

No es como cuando...

Como cuando estaba con Eva.

Alguien toca la puerta del baño.

—¿Estás bien, Mabe? Las tortitas ya están —anuncian.

Entonces me llega un mensaje.

Elise:

¿Dónde estás?

He sido deshonesta con ella. Para ser sincera, no debería haberme encerrado en aquella habitación para hablar con Kevin, justo cuando ella estaba en el salón.

Y aunque Elise me atraiga y me parezca lista, sé que ella no se siente así y, la verdad, no quiero seguir insistiendo y parecer pesada.

Mabel:

Estoy con Kevin

No quiero mentirle. Quiero que lo sepa.

Elise:

q

Mabel:

No me esperes despierta.

Salgo del baño envuelta con las sábanas y veo a Kevin preocupado, con el plato de tortitas en la mano.

—Uf, menos mal, pensaba que te habías... —le aparto el plato de las manos, dejándolo en un mueble y me lanzo a besarlo.

Cuando me besa y me acaricia, dejo de sentirme vacía y sola.

Sé que está sonriendo mientras me besa y sé que le gusto mucho, él mismo me lo ha dicho. Y ojalá pudiera sentirme así, como él. Pero supongo que lo hago, un poco, ¿no?

Cuando se apaguen las lucesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora