Capítulo 30 (último)

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30: Fiesta, party, quinceañera

Es mi cumpleaños. Suena raro decirlo.

No he dormido en toda la noche. De pequeña, solía ponerme muy nerviosa en mis cumpleaños aunque supiera que nadie me felicitaría, por eso me costaba dormir. Pero hoy no duermo porque no puedo.

Son casi las seis de la mañana. Mabel está abrazada a mi brazo y me está babeando, pero eso no es algo que me moleste. Viéndola, me entra sueño. Me quedo mirándola un rato, hasta que comienza a gemir y su ceño empieza a fruncirse.

—No —murmura.

—Mabel —susurro, con voz dulce. Está teniendo una pesadilla de nuevo.

—Eva... No...

—Mabel.

Abre los ojos de repente y están empañados de lágrimas. Me mira y la miro. Ella no sabe que sé con qué ha soñado.

—¿Has tenido una pesadilla? —me hago la que no sabe y hace una mueca.

—Sí... —Hace una larga pausa—... Con Eva.

Me alivia que sea sincera. Me giro para verla de cara, ella abraza las mantas que la tapan.

—Siempre estoy teniendo pesadillas con ella. Veo cómo... la mata una y otra vez. Y yo no puedo hacer nada.

—¿La querías?

—¿A Eva? —pregunta con confusión y asiento, mirándola curiosa— Sí, mucho. Creo. No sé... Pero me duele que haya muerto.

Asiento, comprendiéndola y le acaricio la mejilla. Cierra los ojos ante el tacto. A veces, Mabel parece una niña herida que solo busca afecto de quien sea.

Y, a veces, siento que me ha encontrado a mí y ha decidido que sea yo quien se lo dé. No me quiere, solo busca mi afecto.

Pero eso solo son suposiciones, claro.

De repente, abre los ojos y me mira fijamente.

—¡Es tu cumpleaños!

Hago una mueca incómoda y se sienta sobre la cama súper emocionada. Sé que me ha preparado una fiesta sorpresa con los chicos, escuché cómo hablaban por teléfono el otro día. Aunque fingiré no saberlo, porque sé que está emocionada.

—¿Cuántos cumples? ¿Tres?

—Pedófila —bromeo y se vuelve a tumbar a mi lado solo para darme un beso en el cuello que hace que se me ponga la piel de gallina.

—Felicidades.

Cierro los ojos y dejo que me dé once besos en cada mejilla, porque hoy cumplo veintidós años. Ella sonríe, sé que está disfrutando esto.

—Tengo dos regalos —fanfarronea.

—No tenías que gastarte dinero.

Ella alza las cejas y se sube encima mío con una sonrisa pícara.

—¿Dinero?

Cuando se apaguen las lucesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora