Capítulo 22

696 50 0
                                    

22: Jealous, Jealous Girl

Solo los que te quieren son capaces de hacerte daño, me dijo una vez mi madre.

Honestamente, jamás había entendido el significado de esa frase. He sido herida por gente que ni me conocía repetidas veces, pero es que eso no es a lo que se refiere esta frase. El dolor que te hace una persona desconocida no se compara al que te puede hacer alguien que te quiere y a quien quieres. Porque te conocen, saben dónde darte para que te duela. Y por eso, los verdaderos enemigos siempre empiezan siendo tus amigos.

Quizá mamá sí me quiere, a su manera, pero creo que comienzo a entender que, si ella no sabe querer, no tengo por qué justificarla. Yo soy la que decide si sigo a su lado o no.

Y me he cansado de seguir intentando que me demuestre que me quiere.

Esta noche he dormido en el sofá. Mi espalda al levantarme esta mañana estaba destruida. Aún me duele y estoy comenzando a pensar en mudarme con Matt porque él tiene más dinero que Mabel y seguramente viviré mejor con él. No quiero sonar mala persona, tampoco, pero toda la vida he tenido unos lujos y no estoy dispuesta a prescindir de ellos.

—¿Elise? —me llama Mabel, sacándome de mis ensoñaciones. Me giro hacia ella, estoy sentada en el sofá.

—¿Qué pasa? —entonces la veo sentada en el suelo, comiéndose una crepe de Nutella con el portátil en el regazo. Parece preocupada y a la vez emocionada. Me hace un gesto para que vaya hacia ella porque no puede decírmelo ya que tiene una cuchara llena de chocolate en la boca.

Me siento a su lado y miro lo que tiene en el portátil. Un montón de páginas de Google maps aparecen delante de mí.

—Hay alrededor de diez cases que están en Estados Unidos de esta lista. Siete de ellas están a nombre de diferentes personas, pero, da la casualidad de que están muertas. Eso hace que solo nos queden tres cases, las cuales dos están en Seattle y una... está en Sydville.

—¿Sydville? —repito, sin acabar de procesarlo— ¿No sería muy extraño que tuviera una casa para ocultar cosas de su pasado en la misma ciudad en la que reside?

—No sé... Lo que sí sé es que hemos de ir a las tres casas, cuanto antes.

Asiento, totalmente de acuerdo.

—¿Y si salimos esta tarde? —propongo, pero Mabel niega con la cabeza mientras cierra el portátil y recoge el plato de la crepe.

—Tengo que ir a trabajar —parece casi una queja, quiero reírme. No puedo esperar a descubrir la completa verdad detrás de todo esto y poder darle a Mabel el puesto que verdaderamente merece en esa comisaría.

Me encojo de hombros suspirando y recojo su portátil para dejarlo sobre el sofá. Ojalá no tuviera que irse, así podríamos investigar ya mismo.

—Aprovechando que voy a la comisaría, quizá podría buscar el expediente de Carla... Para tener más conocimiento sobre su vida, quizá.

Asiento y suspiro, seguidamente.

—Oye... creo que debería llamar a Agatha para que me traiga mi ropa, seguro que me hará ese favor, no quiero ver a mi madre...

Mabel hace una mueca.

—Es verdad... No lo he pensado, debe ser un infierno para ti vivir aquí y llevar mi ropa —dice y me preocupo enseguida.

—No me importa vivir aquí —miento—, lo puedo soportar, pero estaría mas cómoda si pudiera llevar algo mio.

Frunce el ceño, sé que no me cree, pero finalmente se encoje de hombros.

—Tienes razón, llamala mientras trabajo. Cuando vuelva a casa seguimos investigando y por la mañana salimos, me inventare que estoy enferma o algo.

Se va de casa y me quedo sola. Supiro, mirando el piso y voy hacia el sofá para coger mi teléfono. No me cuesta nada encontrar el número de Agatha, pero entonces me salta una notificación.

De la universidad.

Se me olvidaba que estoy estudiando.

Querida Elise,

Lamentamos informarle que debido a las ausencias recientes, hemos decidido tomar la decisión de expulsarla temporalmente de nuestro centro. Podrá reincorporarse nuevamente el semestre que viene, pero si vuelve a tener ausencias, será expulsada definitivamente.

Pase un buen día.

Universidad de Seattle

Honestamente, nunca me ha gustado la carrera que estoy estudiando. Solamente la elegí porque tenía que estudiar algo y sonaba interesante, pero tampoco sacaba tan buenas notas. Quizá podría cambiar de carrera, aunque entonces tendré que pagar nuevos libros y no tengo dinero. Es la primera vez en mi vida que no tengo dinero, no puedo decírselo a nadie.

Me olvido del tema y llamo a Agatha, rezando por que me conteste. Y lo hace, tres llamadas después.

—¿Señorita Elise? —casi me alivia escuchar su voz tan jovial, como siempre.

—Hola... Sé que probablemente mi madre te ha prohibido hablarme por lo que pasó la ultima vez, pero necesito un favor.

Escucho cómo suspira al otro lado de la línea. Rezo internamente para que me ayude.

—¿Sabes que tu madre está furiosa, no?

Bufo.

—Lo sé, Agatha... Pero no puedo hacer nada. ¿Tú viste lo mismo que yo, no? No puedo volver a verla, simplemente no puedo...

Nos quedamos en silencio ambas.

—Necesito que me traigas ropa a donde estoy viviendo ahora, si puedes te mando la dirección.

Escucho cómo se queja al otro lado. Honestamente, hecho de menos mi ropa y estaría bien poder ponerme algo que sea mío, aunque entendería si no pudiera o quisiera.

—Está bien... Te mandaré a algún empleado a que te dé la ropa... Si tu madre se entera...

—Tranquila, no lo hará —le aseguro, aunque tampoco puedo prometerle nada.

No pasa mucho tiempo cuando alguien toca la puerta, nunca había visto a este señor, pero tampoco importa mucho porque me da la maleta llena de ropa y se va. Al abrirla siento un alivio, mi ropa.

Sé que no he hecho nada para ganármela, pero es mía y huele a mí. Voy rápidamente al baño para cambiarme y me sorprende ver que Agatha incluso ha puesto mis cremas. Me pongo mi vestido favorito, de esta temporada, para sentirme un poco mejor y dejo la maleta en la habitación de Mabel.

Durante todo lo que queda de tarde, me dedico a ver un video de cocina e intentar preparar pizza hawaiana. Yo misma. Afortunadamente Mabel tenía todos los ingredientes en su cocina, qué casualidad. Para cuando acabo, ya comienza a anochecer. No quiero comenzar a comer sin ella, pero van pasando minutos y todavía no vuelve.

Elise:

¿Dónde estás?

Demoño:

Estoy con Kevin

Elise:

q

Demoño:

No me esperes despierta.

Ah.

Pero no puedo dormir sin ella en casa. Sé que suena tonto, pero es extraño. Necesito saber que está bien, ni siquiera sé quién es Kevin, pero apuesto lo que sea a que es el camarero de cincuenta centavos. Qué rabia.

Soy una estúpida. Me quedo despierta sentada en la barra de la cocina, con su plato y el mío puestos para que cenemos juntas, por si llega con hambre. Pero acabo cayendo rendida tras un par de horas.

Ojalá se arrepienta de elegir a un hetero, blanco, cisgénero promedio.

Cuando se apaguen las lucesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora