Capítul◌ 34.

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—¡Gracias, damas y caballeros...! —gritó, ya era la quinta vez ese fin de semana en el que no había parado de practicar shows como método de bajar su ansiedad frente a todo lo que había estado viviendo—. Verga, tiene que ser mucho más emotivo.

Carraspeó y practicó el mismo truco a sabiendas que luego tendría que limpiar ese montón de pétalos amarillos y rojos.

»—Tal vez puedo innovar... qué le gustaría a la gente —susurró para sí viendo luego como detrás del telón Imantado, a quien llamó para que lo ayude con las luces y demás, estaba viendo y jugando con su cola, envolviendo la misma en su mano y dedos.

No es como si pudiera pedirle mucha ayuda.

Vió su varita y recordó el día en el que peleó con Xena, la realidad es que no le dieron muchos detalles desde aquel día. Auron le pidió como favor que no se preocupara por ello y que se concentrara en sí mismo para evitar estrés.

Y al menos lo había conseguido un poco, logró enfocarse en sí y distraerse pero siempre habían cosas a su alrededor que le recordaban ese fatídico momento.

Dos de ellos: Spreen y Cristinini.

Cris por su lado logró se atendida y pronto sus extremidades fueron cambiadas por las de un robot, aunque había perdido un poco de memoria parecía seguir viva y con la misma actitud aunque no podía todavía manejar su nuevo cuerpo del todo bien.

Aquel día que vino inerte tanto Mayichi como Carola y Betra se alarmaron mucho ya que eran los más cercanos.

Y del otro lado de la vara Spreen, no sabía porque estaba cada vez más distanciado, al principio creyó que era porque se sentía mal por dejar malherida a Xena pensando que su madre y el tenían una buena conexión. Pero días después siguió igual y no sabía por qué.

A petición suya dejó de insistir con el tema y le dió su espacio, no iba a aturdirlo mucho.

Por último, él mismo.

Es decir, es obvio el por qué pensar en sí le recuerda que es un Nephalem, o en pocos términos un híbrido entre un demonio y un angel, aunque todavía no estaba seguro de lo último; es decir, su padre de angel no tenía mucho.

Cada que uno de sus hechizos salía medianamente mal recordaba que es porque su poder más grande que sus progenitores seguía desbordado y lo bajoneaba mucho.

En pocos términos había empezado a replantear su vida entera en menos de un mes y era una putada total porque no podía pensar en algo más que eso.

Había logrado visitar un par de veces a Drako a escondidas de su padre quien de todos modos no pasaba mucho tiempo en su casa.

El menor no parecía recordar nada, lo trataba como lo hizo siempre y eso lo despreocupaba pero no lo suficiente.

—Oye Juanito —llamó el chico ratón su atención indicando la salida—. Tú cree' que ya me puedo ir.

—Sí, anda, estoy pensando un par de cosas, yo apago todo —le dijo y sonrió para que no pensara que estuviera molesto por la petición, el mismo asintió y se fué por la parte trasera.

Juan se quedó entonces en un silencio sepulcral viendo las muchas bancas frente al escenario, siempre estaba lleno, de algún u otro modo siempre se llenaban al completo.

De pronto se vió a sí mismo allí en frente con una cara de ilusión total viendo a los montones de payasos que habían salido aquella vez, cerró sus ojos y escuchó algo parecido a un elástico caer.

Cuando abrió los ojos se topó con un rostro blanco pintado de cabeza, cabello rojo que colgaba y una sonrisa igual de roja.

Se quedó petrificado hasta que el payaso le sonrió y deshizo su agarre en las vigas que hacían el escenario. Primero cayó un pie, luego el otro y luego ambos brazos rodaron por el torso hasta quedar en su lugar.

El circo ┊ 𝗰!spruan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora