Capítul◌ 37.

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—Entonces, a penas me desmaye, ustedes dos cuidarán mi cuerpo de que ninguna otra alma entre, ¿va?

Tanto Ari como Spreen se vieron, el segundo despreocupado por el plan que tenía, la primera pensando en si eso era siquiera legal.

—A ver, a ver —la acróbata se frotó el rostro con cuidado de no estropear su maquillaje—. ¿Dices que haces ésto para ver a tu padre?

—Sí —respondió orgulloso—. Porque si abro un portal de forma espiritual, no sé verá al ojo humano a menos que haya personas que vean fantasmas, por decirlo de algún modo.

—¿Leíste eso? —tras el asentimiento, Ari suspiró—. Está bien.

—¿Y si te encontrás otras almas? —preguntó esta vez Spreen curioso por el tema—. Esa es una buena pregunta, pero lo único que por el momento quiero hacer es ir con Profeta.

Los tres se quedaron en silencio y Juan se colocó en medio de aquel extraño círculo que hizo hace unos momentos con varias hojas y algo de sangre de algún animal que no sabían cuál era, a excepción de Juan.

Entonces se sentó de forma budista y cerró sus ojos empezando a murmurar un montón de palabras que había memorizado la noche anterior.

—¿Vos decís que nos alejemos? —le preguntó Spreen a Ari quien arreglando su cabello en una coleta asintió y a paso continuo, se hicieron uno a cada lado.

—No pareces muy preocupado —reprochó la chica viéndolo, él encogió los hombros.

—Confío lo suficiente para no estarlo —dijo finalmente mientras veía a Juan tener pequeños espasmos mientras más decía esas palabras.

Los espasmos ya que poco a poco lograba que su alma saliera de su cuerpo, no fue hasta por fin hacerlo que su cuerpo escupió algo de sangre al ser su primera vez y finalmente sus ojos se quedaron en blanco, desplomándose.

Spreen y Ari lo vieron inseguros de si acercarse o no, el primero lo hizo y mantuvo su cuerpo dentro del círculo tal y como le dijo, después de todo qué otra alma podría haber en ese lugar que la de los animales habitantes. Nadie había muerto allí, que Spreen sepa y no parecía correr peligro alguno, pero aún así decidieron mantenerlo allí.

—¿Tú crees que esté bien? —habló una preocupada Ari, Spreen vió el cuerpo casi inerte del hechicero y asintió.

Fuera y lejos de ambos, Juan podía ver su cuerpo transparente mientras veía asimismo su cuerpo en carne frente suyo junto a Spreen y Ari, al parecer había funcionado ya que ambos no lo veían.

Sonrió bajo despidiéndose de los dos y abrió un portal para dirigirse a su destino: el convento en el que se encontraba su padre junto a su hermano, aunque no sabía si se llamaba así.

Sabía perfectamente que los nombres variaban en cuanto a las personas que los habitaban, ellos deberían estar junto a muchos monjes, Drako aprendiendo y su padre siendo uno de los mayores allí.

Ya listo el portal vió unos segundos más al par y lo atravesó apareciendo en un enorme jardín con un camino que lo llevaba a un gran edificio con forma extraña.

Cerró el mismo y vió alrededor, habían puros hombres caminando en silencio, con "batas" negras, que tenían un nombre que hasta ahora no lograba memorizar, y una soga en la cintura.

Así vió a varios mientras más caminaba, nadie se percataba de su presencia así que estaba bien.

Caminó y caminó encontrando más de lo mismo, todos parecían hipnotizados mientras hacían deberes asignados: limpieza, cocina, penitencia...

El circo ┊ 𝗰!spruan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora