Peter se fue enojado. Estaba harto de todo esto. Todo esto había sido un error. Debía dejar de pensar en Lali. Esa noche, iba a salir, iba a olvidarse de todo.
El día transcurrió entre silencios incomodos, miradas fulminantes, y para mala suerte de Lali, con risas e indirectas de su suegra hacia ella, su persona, y sobre como le gustaría que María fuera su nuera, obviamente indirectas.
-Qué cena más maravillosa, Clarita –felicitó Mercedes a la cocinera. –Nena, vos sabés cocinar? –le preguntó a Lali luego de que la cocinera se fuera, para irritarla.
-Con suerte te hago fideos con manteca –le sonrió con sarcasmo a Mercedes.
-Ay! Y como hacés para cocinarle a mi hijito? –preguntó con cara de verdadera consternación.
Peter se rió nerviosamente. –Jaja, no, con Pitt pedimos delivery… -le dijo Lali a su suegra con sarcasmo, obviamente.
-Ay, que horror! María, querida vos sabés cocinar, no? –Claro, a ella le decía María.
-Vos sabés, Mechita, que yo tomé un curso de cuatro años de cocina! –le respondió con una gran sonrisa de dientes blancos.
-Ay! Qué bueno! Podrías ir a la casa de Peter a cocinarle! –sugirió Mecha, lanzándole a su protegida una mirada cómplice.
-Ay, si, Peter, te puedo cocinar comida italiana! –Ya se había entusiasmado con la idea, María.
-Nah! Sabés que hay un restaurante italiana en que siempre pedimos, y tenemos descuento? –ironizó Lali harta de que la mina le tire los galgos a Peter, no por ella, si no porque se ponía en evidencia de que estaba desesperadamente loca por el!
-Ay, por dios, nena! –la criticó Mercedes.
-Eh, mamá… -Peter trató de mediar. Ya veía que Lali tenía preparada una respuesta mordaz y decidió evitar el pleito.
-Si, si, no sabés, hijo. Mery me dijo que ella se va a mudar a Buenos Aires en unos meses. Por qué no la ayudás a buscar una casa? Pueden ser vecinos!
-Pitt, estoy pensando en mudarnos, mi amor –le dijo Lali a Pitt con complicidad, no podía evitarlo, debía responderle a su suegra, le encantaba molestarla y ver su cara de horror.
Peter contra su voluntad, se rió. Escupió el agua que estaba tomando, pero después puso una expresión seria. Era demasiado tarde, su madre y María ya habían visto como re reía.
-Ay nena! Que maleducada! –se quejó Mecha.
-Era una broma –Lali trató de quitarle importancia al comentario.
-Ajá… -dijo María muy seria.
-Bueno, como te decía podés ayudarla a buscar una casa y de paso, me acabo de enterar por mi amiga, te acordás de Carol? Bueno no importa, me dijo que abrió un restaurant cinco estrellas en Palermo, y pueden ir allá a comer, no sabés lo lindo que es, me comentaba recién….
Su suegra siguió hablando, pero a Lali era como si el cerebro se le desenchufara por unos segundos y se le enchufara por otros, no entendía nada, hasta que escuchó que la llamaba Peter.
-… No te molesta, no? –Preguntó Peter, cauteloso, con un poco de miedo en la mirada, como si temiera que le fuera a dar una piña.
-Qué como? Ehh, si obvio, obvio.
-Ay! Que bueno, no sabes lo que me ayudás –empezó a decir María- porque me tengo que ir ahí por negocios, viste que la empresa en la que trabajo es muy exitosa y antes de buscar una casa preciso un lugar para quedarme! Tu casa va a ser un lugar perfecto mientras tanto, Pitt!
No, no, no, no, no. Por más enojada que estuviera con Juan Pedro Lanzani. Nadie. Absolutamente nadie, le decía Pitt a Peter mientras no fuera ella. NADIE.
-Perdoname, querida, qué dijiste? –le dijo Lali con una sonrisa insulsa.
-Disculpá, dije que no saben lo que me ayudan… -dijo María.
-No, no. Lo último, como lo llamaste?
-Peter?
-No! –por alguna extraña razón Lali empezó a llorar, se enojó con María y se enojó consigo mismo por estar tan vulnerable y sensible últimamente- Le dijiste Pitt!
-Pitt? Si, qué pasa? –María no tenía idea de lo que pasaba y Peter menos, su suegra por el contrario lucía una desagradable sonrisa. Se había logrado lo que ella quería al iniciar la conversación: poner a Lali molesta.
-Pitt, le dijiste! Pitt! –Lali estaba llorando. –No le digas más Pitt. Porque yo sola le digo Pitt. – trató de sonar amenazadora pero las lágrimas no paraban de caer, ella se levantó de golpe de la silla y se dirigió muy enojada, y todavía llorando, a su habitación.
Peter, obviamente, la siguió. Su madre, se reía disimuladamente y María se hacía la que estaba preocupada pero estaba disfrutando de lo lindo.
Lali, llegó a la habitación y las lágrimas le empezaron a caer en abundancia. Ella nunca había sido de llorar fácilmente, qué le estaba pasando que en los últimos días parecía una catarata? Se sentó en la cama y enterró la cara en sus manos. Peter apareció muy enojado.
-Mariana, me explicás que fue este numerito de recién? –preguntó furioso.
Ella seguía llorando, tratando de mantenerse fiel a lo que había dicho esa mañana de no hablarle a menos que haya personas alrededor y de no empezar a pegarle por hablarle así.
-Mariana, hablame, no estoy para tus jueguitos, enserio te lo digo. –le espetó con furia en la voz- Y me podés explicar por qué tenés que responder a cada cosa que te diga mi vieja? Qué necesidad tenés de molestarla?
Lali seguía sin hablarle, con la cara enterrada en sus manos, estaba decidida a no hablarle hasta que se vaya de la habitación.
-Mariana sos idiota? Te estoy hablando, respondeme! –Le dijo furioso.
Nah, ya está, le había falta el respeto, aunque luciera vulnerable con la cara roja y llena de lágrimas lo iba a poner en su lugar.
-Vos me dijiste idiota a mi? –aunque luciera vulnerable su voz sonaba amenazadora. –Juan Pedro, no sé como te tengo que meter en la cabeza que a mí no me mandás y que yo no soy otra de tus minitas que hacés lo que quieras con ellas. Hacé tu vida, flaco! Si! Le respondo a tu vieja, pero le respondo por que no para de tirarme palos! Y si! Me molesta demasiado que te diga Pitt! Y no te lo niego! Así que ahora, no dormís acá, el que se va a ir ahora sos vos. Te vas! No te quiero ver más! Andate!
-Si, me voy, sabés qué! Me voy? Porque ahora, el que no da más soy yo, Mariana! –le dijo harto.
-Andate! –dijo entre lágrimas y se paró bruscamente de la cama. Al hacerlo vió tres Juan Pedros. Y de pronto, se estaba tambaleando y no distinguía nada. La cabeza le daba vueltas.
-Ey! Mariana oíste? –le espetó bruscamente. Al ver que no contestaba, la agarró y la sentó de vuelta en la cama. Estaba muy rara últimamente…
-Andate –dijo con la voz debilitada – y no me toques. –Peter suspiró.