De pronto se acordó de algo maravilloso. Algo increíble. Su herencia. Tenía la herencia de sus padres, que por más que la había ignorado todos estos años que hasta se había olvidado de su existencia, seguía intacta en el banco. Tenía plata como para vivir tres vidas a todo lujo.
O sea, que se podía ir ahora mismo de este lugar, ya mismo! Ya! Ya! Ya! Junto sus cosas en un bolso, se lo cargó al hombro y de su billetera sacó una pequeña y delgada tarjeta de crédito dorada. Esto es tener el poder, pensó. Y era suyo. Muaajjajajajaja, si no estuviera intentando madurar se reiría como se ríen los malos en las películas cuando los iluminan rayos y truenos. Además porque… no daba, la iban a oír pila de personas…
Abre la puerta de su habitación dispuesta a irse cuando… Se choca de lleno con Peter. No pudo evitar lanzarle una mirada de satisfacción tan, pero tan grande.
-Hola, esposo, todo bien? –le preguntó canchera.
-Qué hacés? –Peter no pudo evitar reírse.
-Me parece bastante obvio lo que hago, Peter –dijo con la misma sonrisita contenta y de satisfacción.
-Bueno, pero te acordás que teníamos un trato nosotros dos? –dijo con un tono irritante.
-Sí, pero te acordás que vos lo rompiste, tarado? –le respondió en el mismo tono.
Peter suspiró –Lali, vamos de vuelta con esto? Además, lo que es más importante, no te podés ir, no tenés un peso.
Lali le regaló la más hermosa y brillante de sus sonrisas. –Ahí te equivocás, mirá vos, que justo me acabo de acordar que soy millonaria.
Peter no pudo evitar contener la risa. –Te acordaste que sos millonaria… Quien se puede olvidar una cosa así?
Lali bajó la cabeza –Bueno, me olvidé, le puede pasar a cualquiera…
Peter sintió deseos de besarla. –A cualquiera no… Solo a vos. Cómo que sos millonaria?
-Y si, tengo millones, la herencia de mis viejos, así que soy oficialmente libre… y rica! Muajajajajja, tenía muchas ganas de reírme como mala así que no me critiques, chau.
Salió por la puerta sin más, dejando a Peter entre muerto de risa, muerto de rabia, y muerto de miedo.
Caminó con paso ligero hasta el living, donde encontró una escena muy rara. Su suegra, llorando desconsoladamente en el sillón, María con cara triste la consolaba y le daba palmaditas en la espalda. Y…
-Lali! Qué hacés acá? –Exclamó un hombre musculoso, alto, con la piel curtida por el sol: muy moreno, y el pelo también: muy rubio. Tenía los mismos ojos verdes de Peter. La diferencia es que los de su esposo eran más profundos.
Peter la siguió y a él la escena le resultó igual de rara. Y cómica.