Prohibido Amor de un CEO, Primera Parte

Confianza

Gracias a su rápido movimiento, Edward logro desviar hacia abajo el arma de la mano de su padre.

Aunque con esta acción, Joseph jaló el gatillo disparando el arma, provocando que uno de los tiros impactara en un pie de Joseph.

La otra bala rozó la pierna de Edward haciendolo gemir debido al intenso y quemante dolor.

"Maldito seas cabrón!"

Gruñe Joseph con voz adolorida.

"Carajo!"

Se queja Edward mientras Joseph se retuerce en el suelo debido al dolor en su pie.

Edward deja sobre la mesa el arma antes de contemplar al hombre en el suelo.

Él está completamente decepcionado.

Su propio padre le habria disparado si él no hubiera sido más rápido para evadirlo.

"A partir de ahora no somos nada."

"No me vuelvas a llamarme padre en tu puta vida!"

"Maureen entra y llévame al hospital!"

Ordena a todo pulmón Joseph a su chófer quien entra con algo de miedo al departamento.

En el suelo y rodeado de un charco de sangre, Joseph gime de dolor.

Edward no presta atención a Maureen quien se apresura para levantar a Joseph, quien abraza al chico por los hombros para salir cojeando del lugar.

"Desde este momento somos enemigos!"

"Haré todo lo posible por asesinarte!"

Sentencia de forma cruel Joseph.

"Debes saber que fui yo quien secuestró a tu amiguito de tu pusilánime grupito de perdedores."

"No son más que niños jugando a ser adultos."

"No sabes lo que te espera si te quedas con esa tal Lucy..."

Esta vez el tono de voz de Joseph es burlón.

"Ojalá te haga sufrir tanto como solo ella puede hacerlo..."

Joseph le dedica una mirada soberbia a su maldito hijo.

"Y ese día me reiré de ti, maldito bastardo!"

Joseph sale del departamento maldiciendo sin importarle nada.

Edward, de pie en la habitación siente que el piso se abre para tragarselo hacia una inmenso vacío que lo aplasta hasta la muerte.

Su propio padre trato de asesinarlo!

Exasperado Edward grita y golpea la pared con sus puños para desquitar su furia hasta que, cansado, se deja caer en el sillón frente a la ventana.

Con la cabeza entre sus manos, Edward medita que ahora está más solo que nunca.

Él se siente aislado y deprimido.

Cómo si todo el karma de su única acción contra una inocente regresara multiplicado mil veces.

Incapaz de desahogar ese dolor de su pecho, Edward toma la pistola con su mano para colocarla contra su frente.

El reflejo de la ventana le muestra lo que está a punto de hacer...

Edward quiere acabar con todo su dolor...

Un dolor que lo está arrastrando a un descenso brutal y vertiginoso hacía el infierno mismo.

Hace solo unas semanas atrás Edward era un empresario exitoso, reconocido poderoso, con amigos y una organización clandestina lucrativa y poderosa.