Capítulo 5

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De alguna manera logré levantarme de mi cama después de todo lo sucedido, para ir a entrenar. No podía paralizar todo mi trabajo y desperdiciar mi esfuerzo simplemente por tener el corazón roto, aunque sentía que mi mundo se había venido abajo, la vida continuaba con su rumbo normal y, de esa forma, mis actividades cotidianas.

Nada se había detenido.

Y por desgracia, debía continuar con todas las cosas pendientes. No volví a hablar con Margarida durante el fin de semana, ella me bloqueó en todas las redes sociales existentes, pero antes de que hiciese eso, me di cuenta que subió a twitter con post con un extraño tinte sarcástico, negando por milésima vez la infidelidad, lo cual me hizo sentir incómodo.

«Vivimos en un mundo en el que cometer una infidelidad es ser mujer y salir de noche con amigos (hombres). Divertirse, bailar, reír, conversar, etc.
Espero seguir engañando mi vida entera».

Aunque quería convencerme de que lo hacía para mantener su imagen, seguía siendo una mierda.

A este punto ya no sé cómo sentirme y reaccionar con respecto a eso, así que opté por dejar de usar las redes sociales durante un tiempo para no hacerme más daño del que de por sí ya tengo. Sé que es probable que incluso llegue a obsesionarme con el tema, hasta el punto de empezar a ver el video de ella besando a ese chico un montón de veces, para lastimarme por ser tan tonto, pero quiero ahorrarme ese tipo de sufrimiento al menos ahora.

Llegué al gimnasio a paso lento y sin ganas de hacer absolutamente nada, venir hasta acá había sido todo un reto, sin embargo, a la distancia vi una silueta que me resultaba ser muy conocida. Antoine se encontraba charlando animadamente con Rodrigo De Paul, mis pies se movieron de manera casi instantánea y estuve cerca de ellos en cuestión de segundos.

Detuvieron abruptamente su conversación y me miraron, sobre todo el francés, quien me inspeccionó de pies a cabeza con curiosidad.

El primero en saludarme fue el argentino, quien palmeó levemente mi espalda y me dirigió una sonrisa amigable, para luego alejarse unos metros con dirección a una de las máquinas.

— ¿Cómo estás? —le escuché a Grizzie preguntar después de un rato.

Sus ojos celestes aún seguían observándome.

—He estado mejor —atiné a decir con desgano, sentándome en la bicicleta que estaba al lado de él.

Continuó mirándome en completo silencio, la expresión en su rostro era un poco seria.

— ¿Has dormido bien? —preguntó nuevamente, únicamente negué —. ¿Has comido algo?

Negué de nuevo.

—João, ¿Cómo es posible que vengas a entrenar así? Sabes bien que los entrenamientos son pesados, necesitas energía —dijo, como reprochándome, él llevó una mano hasta mi hombro y dio un golpecito en este —. Te vas a desmayar y será peor.

—No tuve tiempo.

La verdad es que ni siquiera tenía hambre, si levantarme de la cama fue difícil, preparar algo de comer quizás hubiese sido peor.

Antoine dejó de pedalear y se bajó de la bicicleta en cuestión de segundos, posicionándose a mi lado.

—Vamos a la cafetería —dijo, palmeando mi espalda.

No tuve más opción que hacerle caso a sus palabras y seguirlo hacia el lugar mencionado. Dijo que ocupara una de las mesas vacías y al poco tiempo volvió con unos platos entre sus manos, puso estos frente a mí y me miró fijamente, sentándose en la silla que estaba a mi lado.

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