Capítulo 21

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«El Chelsea llega a un acuerdo verbal para fichar a João Félix en préstamo del Atlético de Madrid».

«Se ha pagado una cesión de 11 millones de euros al Atlético de Madrid por este jugador».

La noticia estaba por todas partes y no podía hacer nada al respecto, los medios de comunicación deportivos hablaban sobre aquello y los hinchas de ambos equipos empezaron a emitir comentarios de diferente tipo, quizás era inesperado o quizás no, no estaba seguro de aquello, sin embargo, sabía que tarde o temprano la noticia vería la luz, al menos como un rumor.

Había guardado aquello, porque ni yo mismo era capaz de decirlo en voz alta, sentía una especie de miedo difícil de explicar. El estar tan acostumbrado a escuchar quejas o al ser juzgado por cada decisión que tomo o palabra que digo, me ha vuelto una persona ciertamente reservada, incluso en noticias como esta. Ahora no sabía cómo se lo iba a decir a Antoine a la cara y mucho menos sabía cómo iba a sobrellevar la situación.

Pensé en distintas maneras de decírselo antes, pero la oportunidad nunca llegaba, entre mis prioridades estaba arreglar lo que había sucedido entre ambos, antes que otra cosa, así que me centré en eso, dejando de lado este pequeño detalle. Siendo consciente de que me estaba quedando corto de tiempo, no solo para verlo, sino para decirle que me iba a ir a Inglaterra por un tiempo.

Apagué el auto llegando a su departamento, revisé un par de veces mi celular antes de bajar; con el pasar de las horas las comentarios y opiniones aumentaban, muchos decían que era una mala decisión o que sería el fin de mi carrera como futbolista, otros decían que le haría un bien al equipo mi presencia y que era necesario. No sabía a ciencia cierta lo que iba a pasar en el futuro, pero era consciente de que había decidido tomar aquella oportunidad para tener más experiencia, para rendir como jugador y, sobre todo, aprender más, en eso, supongo que no existe nada de malo.

Toqué la puerta con delicadeza, en un par de ocasiones y a los pocos segundos esta fue abierta. Aquellos ojos celestes que me sabía de memoria me inspeccionaron de pies a cabeza, junto a una sonrisa acompañándolos; un gesto tan simple como este se encargaba de resaltar lo hermoso que es ante mi vista, es tan etéreo e irreal, que a veces me parece una mentira el hecho de que haya aceptado salir conmigo.

—Pasa, que está haciendo mucho frío —el tono suave de su voz me regresó a la realidad.

Di un par de pasos hacia delante, finalmente cruzando la puerta y repentinamente fui envuelto por su característico olor, cada lugar, cada cosa de su departamento lleva impregnado su aroma, su dulce y suave aroma varonil, que me hace entrar en una especie de trance, cómo embriagándome y llenándome de una extraña satisfacción que es difícil de explicar.

Escuché que cerró la puerta a mis espaldas y se acercó a mí, mientras se posaba a mi lado, tomando mi mano de manera suave. El sentir la calidez de su piel junto a su suavidad, me hizo sonreír de manera inconsciente.

— ¿Tienes hambre? —preguntó con curiosidad, pegándose más a mí.

Me giré a mirarlo con lentitud y asentí en respuesta.

—Sí, pero antes debemos de hablar sobre algo importante —por fin me atreví a decir, no pudiendo soportar más la culpa que me generaba el no haberle dicho nada.

Abrió sus ojos en un gesto de sorpresa e hizo el amago de soltar nuestras manos, pero se lo impedí. Me escaneó con su mirada durante un rato, en completo silencio, repentinamente el ambiente se tornó un poco tenso e incómodo, su expresión y la reacción que había tenido ante mis palabras era algo que debí haber precavido, porque sabía que, de cierta manera, me iban a afectar.

— ¿Pasó algo? —la seriedad en su voz casi me hace estremecer.

Aquellos ojos que antes me habían observado con alegría y cariño, ahora estaban demasiado serios, tanto así que me empecé a sentir muy pequeño y mal, víctima de mi imprudencia de no haber abierto la boca antes, para explicarle lo que sucedería durante los próximos seis meses.

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