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Capítulo 19

Pov. João Félix

Mi duda existencial actual, es la de si me estoy esforzando lo suficiente con él o no, si le estoy dando lo que realmente se merece, si es que estoy demostrando de manera correcta, además de directa, mis verdaderos sentimientos.

Aunque la sensación de que las cosas eran mucho mejores ahora, porque estar con él lo es, no quitaba el hecho de que no sabía si lo que hacía lo haría cambiar su opinión, para que nuevamente confiara en mí como lo hacía antes. Daba la sensación de que era una prueba, una muy difícil para mí.

—Toma, sé que bebes mate antes de ir a entrenar, así que te preparé uno —le pasé lo mencionado, él desvió su atención del celular, el cual llevaba revisando desde hace varios minutos atrás.

— ¿Cómo es que sabes hacerlo, si eres portugués?

—Te recuerdo que tú eres francés, Antoine y lo bebes como si fuera algo típico de tu país.

Se rio tras mis palabras y me miró.

—Gracias —tras decir aquello, bebió un poco y nuevamente se centró en su celular.

Había madrugado más que de costumbre para venir hasta su departamento e irme con él al entrenamiento. Debía aprovechar mi tiempo con él lo que más pudiera, no solo para intentar enmendar lo sucedido o tiempo perdido, sino que también por otras razones que no soy capaz de decir en voz alta, al menos por ahora.

A la final, todo el esfuerzo que hago por él, vale mucho la pena, porque él la vale. Incluso a veces deseo hacer mucho más de lo que hago, porque él se lo merece, más aún después de lo que le hice.

Me di cuenta que dejó el celular sobre la mesa y enfocó su mirada en mí, con curiosidad, elevando una de sus cejas, mientras sonreía de lado.

— ¿Te pasa algo? —preguntó con un tono de voz suave.

Negué en respuesta.

— ¿Entonces por qué luces tan pensativo? —nuevamente preguntó.

—No pasa nada —contesté —. Solo estaba pensando en cómo será el día.

— ¿Seguro?

—Además de eso y en ti, ¿En qué más crees que estaría pensando? —le dije, posando mis ojos sobre los suyos.

Una sonrisa apareció en su rostro, iluminándolo y se encogió de hombros, como cohibido.

—Esto es irreal...

— ¿Por qué? —elevé una ceja.

—Es que aún no puedo creer que me estés diciendo este tipo de cosas y que drásticamente todo se haya puesto a mi favor.

Intenté acercarme más a él y estiré mi mano sobre la mesa, para tocar la suya.

—A estas instancias, es justo que todo vaya a tu favor —contesté —. Tanto así, que a veces siento que no hago por ti ni la mitad de lo que realmente te mereces.

—Lo haces a tu manera y eso está bien para mí —sentí que él movió su mano y la dejó sobre la mía, tomándola con delicadeza —. Demuestras las cosas de una manera única, es tan tú.

—Tengo la impresión de que me conoces más de lo que yo lo hago —apreté el agarre de nuestras manos, ligeramente.

—La verdad, muy pocos se atreverían a hacer lo que tú haces por mí —siguió hablando —. Tus actos de servicio son tan lindos, nadie se había preocupado tanto por mí o en cuidarme, en el pasado.

—Pero ahora estoy aquí, haciéndolo por ti —le dije —. Lo hago porque quiero hacerlo y porque de verdad te lo mereces, tienes que ser valorado y cuidado y yo soy el indicado para hacer aquello.