◆ 08 - ¿Jugar con fuego? ◇

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Llegaron al departamento a casi medio día. Entre que estaban lejos, les examinaron hasta el cerebro y les tomaron testimonios, la misión que empezó a las cinco de la tarde del día anterior se extendió más de doce horas.

Ambos estaban molidos y con más ganas de volverse un objeto inanimado que de vivir. Habían dormido un poco en el auto que les llevó de regreso a casa, pero lejos de aliviar su cansancio, sólo lo asentó más.

—Bienvenido.

La enérgica voz de Mitsuki les recordó que, quizá, aún no podrían descansar.

—Digo, bienvenidos—corrigió, levantándose de inmediato para ir a recibir a los muchachos hasta la puerta. Una vez ahí, les sacudió las prendas deportivas que ahora vestían y les acarició las mejillas; este último gesto más bien se lo dedico a Izuku, pues hacía bastante que no lo veía—. Oh, vaya, no esperaba que Izuku-kun también viniera. Eso explica porque ahora la habitación de huéspedes está ocupada y porque también tuve que encargarme de un hámster.

—Necesitaba un hogar temporal y Kacchan me ofreció asilo—respondió el de pecas—. Es un gusto verla de nuevo, Mitsuki-san, y gracias por cuidar de Philip.

—Yo que pensaba que el idiota de mi hijo por fin había encontrado una pareja estable—soltó con sorna y luego rió ante el gesto de su primogénito—. Como sea, me alegra saber que eres tú quien está aquí.

—¿De qué demonios hablas, bruja? ¡Cuando te llamé claramente te dije que era Deku quien ocupaba el cuarto de huéspedes y que la rata era de él!

—Es un hámster, mocoso inepto—corrigió la mujer, dándole un sopapo. Algunas tradiciones nunca se perdían.

—Ehh, disculpe, Mitsuki-san, Kacchan sí le dijo que se trataba de mí—habló Izuku titubeante—. Yo estaba justo al lado cuando lo hizo.

—¿¡Ves!? O solo buscas joder o la demencia senil ya te está pasando factura a tus cincuenta años.

—¡Más respeto para tu madre, mocoso insolente sin talento! Sólo tengo cuarenta y ocho, sigo siendo joven y bella.

El pecoso quería que la discusión entre madre e hijo acabará pronto, pues solo quería tirarse a dormir; sin embargo, pronto se vio apresado de las mejillas de nuevo.
El cenizo bufó, ¿por qué casi siempre era más tranquila con los demás y con él y el viejo blando era toda una loca?

—Lamento incomodar con esto, Izuku-kun, ya sabes como es mi hijo—dijo la rubia con el tono de quien cuenta un chisme—. Si te preguntas, alimente bien a tu hámster y lelimpié el hábitat. El pequeño es una cosa adorable.

—¿¡De verdad!? ¿Cómo puedo agradecérselo, Mitsuki-san?—preguntó mientras hacía una reverencia. Realmente se sentía honrado.

Y Katsuki se sentía desplazado, así que mejor se dirigió a la cocina a buscar un poco de agua mientras los otros dos charlaban. En el proceso se dio cuenta de que la mujer había puesto música por todo el departamento. Refunfuñó, pero no hizo más que eso pues al menos estaba a un volumen moderado, de lo contrario ya hubiese recibido quejas de los vecinos.

Retornando con Izuku, ahora tenía una expresión de vergüenza. Los años pasaban y aún enrojecia como cuando estaba en UA por cosas tan nimias.

—¿¡P-Por qué eso acaba de sonar tan raro!?—tartamudeo.

Mitsuki le había dicho que no tenía que agradecer nada, que al contrario, ella debería agradecerle por hacer compañía a Katsuki y estar a su lado; también había dicho que su presencia hacía más acogedor al lugar, pues cuando solía visitar a su hijo, solía encontrarse con un sitio más vacío y aburrido.
Lo dicho era algo casi inocuo, pero la mente del pecoso voló y en consecuencia sus mejillas se tiñeron de rojo.

No hay 2 sin 3 || KatsuDekuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora