◇ 21 - No hay dos sin tres ◆

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No entendía dónde estaba.

Todo era blanco, brillante, y a su vez, borroso. Sus gemas verdes iban de lado a lado, buscando un inicio o un fin, pero no hubo absolutamente nada que le permitiera advertir dónde se encontraba.

Quiso llamar a alguien, para ser específicos, a Kacchan, pero su voz fue devuelta en un eco que rápidamente se perdió en el aire. Luego, recordando su pasado, intentó llamar a los antiguos portadores del OFA, pero el resultado fue el mismo.

Instintivamente, llevo sus manos a su cuerpo, a sus costillas precisamente, donde hasta donde recordaba hace un momento escocia como el infierno, y ahí se encontró con que no había nada. Su traje estaba intacto, no había restos de sangre por ningún lado y no parecía haber, ni siquiera, sido golpeado; de hecho, eso le hizo darse cuenta, consecuentemente, de que se sentía tan liviano como una pluma y nada le dolía.

El tiempo pasó, quizá. La verdad es que en ese sitio no había nada que le permitiera darse cuenta de ello, y pronto comenzó a preocuparse.

¿Había muerto?

¿Eso era el paraíso?

¿Había llegado al final de su vida con tan solo... veinticinco años?, ¿qué tanta verdad había en eso de que la mayoría de los portadores de OFA morían jóvenes?

Sí, definitivamente.

Estaba muerto, eso tenía que ser, ¿Qué otra explicación habría para encontrarse en un sitio así?

Entonces, con esa nueva idea en mente, se sentó en el suelo -que era exactamente igual a todo lo que podía ver- y se entristeció un poco al pensar en todo lo que dejaba atrás mientras deseaba no esperar mucho hasta que llegase su turno de reencarnar y reiniciar sus recuerdos... porque eso era lo que sucedía después de morir, ¿cierto?

Sin embargo, su percepción del tiempo -claramente humana- le hizo pronto comenzar a agobiarse. La ansiedad, como la peor enemiga, también se tomó la molestia de invadirlo, llevando a su corazón taquicardias que, de estar vivo, le harían creer que su muerte estaba cerca.

Que irónico que pensara en eso justo cuando ya no podía morir.

Y así, sin tener ni idea de qué tenía que hacer o si siquiera podía hacer algo, comenzó a caminar en círculos con la intención de calmar su ansia. A su entender, pasaron días enteros con él haciendo eso, pero la incapacidad de cansarse y la ansiedad de sus pensamientos lo obligaban a seguir haciéndolo.

Hasta que, en determinado momento, sintió una calidez anormal inundar el lugar acompañada del suave olor a nitroglicerina. Cuando se percató de ella y su piel se acostumbro a lo repentino del cambio, al tiempo que su corazón se sacudía por la fragancia, su primer pensamiento fue 《Kacchan》.

Sonrió con melancolía, deteniendo por fin su andar -aunque no sabía ni siquiera si podía moverse de su lugar ya que, bueno, todo era igual- y dejándose caer al suelo. Pronto las lágrimas amargas comenzaron a escurrir por sus pecosas mejillas hasta deslizarse al suelo bajo su cabeza.

Odiaba estar muerto, pero más odiaba seguir sintiéndose tan humano cuando ya no lo era.

Y más tiempo pasó sin que nada en el entorno cambiará y sin que nada le hiciera saber qué diablos pasaba con él, pero extrañamente, se sentía más tranquilo.

Hasta que su cuerpo liviano pareció volverse de plomo y, de un instante a otro, sintió como si fuese jalado por una fuerza superior que, además, le regresaba el dolor al cuerpo.

De pronto, todo a su alrededor cambió.

Había abierto los ojos.

Cuando lo hizo, no supo si era una ilusión provocada por su locura o si era real, pero se sintió tan aliviado que pronto las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos verdes, melancólicos.
Sorbió la nariz, con el pulso inquieto y su corazón acelerado, y elevó una de sus manos a su rostro, sintiendo que ésta respondía con un dolor entumecido combinado con el dolor de tener un catéter atravesando una de sus venas. Su otro brazo, se dio cuenta al instante, estaba enyesado desde la muñeca hasta el codo, cosa que ya era demasiado normal para su gusto.

No hay 2 sin 3 || KatsuDekuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora