32. Cuando el caos regresa.

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La semana había concluido con éxito en mi trabajo, me había adaptado con facilidad y ya tenía conmigo a mis pacientes. Y todo era sorprendente, por momentos me veía reflejada en ellos mismos, tan perdidos que parecía que nunca iba a salir de ese agujero. No estaba siendo fácil encajar con ellos, era todo un reto; pero comprendía que nada de esto era fácil, y solo necesitaban la comprensión que tuvieron conmigo.

Sin divagar más, guardo mis últimas cosas sobre mi oficina y abandono la universidad, el aparcamiento para trabajadores está tan poco transitado como de costumbre y me apresuro en abandonar el lugar, dispuesta a no mantenerme encerrada hoy.

Ethan aún no se había comunicado conmigo y ya no sabía como sentirme al respecto, sobre todo cuando el ultimo mensaje que le había enviado había sido porque yo estaba 90% ebria.

Alejo los pensamiento de mi mente, y tragándome un suspiro lastimero me uno al trafico de la ciudad, en dirección a la casa de los Loom, para ver a mis amigas.

—¿No es igual al suéter blanco que tienes? —Pregunta Diane entre risas, mostrando uno de los regalitos que había conseguido para sus bebés.

—¡Cierto! —finjo confusión ante lo obvio— Que buen gusto tengo.

Era más que claro que tendría suéteres iguales con los hijos de mi mejor amiga.

—¿Pedimos pizza? — pide la embarazada, haciendo un puchero —Creo que nunca en mi vida la he amado tanto.

Dairy asienta con efusividad, dispuesta a cumplir cada uno de los antojos de Diane, y hace el pedido lo más rápido que puede, ganándose risas por parte de nosotras.

—¿Organizarás un baby shower? —le consulto a mi amiga, quien ahora come palomitas de maíz con dip de garbanzos. 

—En tres meses, ah{i anunciaremos a los padrinos también.

—¿Padrinos? —interroga Day, trayendo entre sus manos una pequeña lata de jalea, que comparte con Diane.

—Nuestros padres lo han exigido desde hace más años de lo que llevamos juntos, es parte de su religión, y solo accederemos. —habla mientras mezcla las palomitas con jaleo, y yo solo me limito a sonreír ante tan extraña combinación. —Obviamente ustedes serán las madrinas, ¿aceptarían?

La pregunta casi nos hace escupir a Dairy y a mí, la respuesta era más que clara.

—¿Bromeas? pues claro que sí. —Dairy no dudo, yo tampoco.

—Me habría ofendido de no ser considerada para madrina. —exclamo, mientras Diane asienta con emoción, y con los cachetes inflados de tanta comida.

La emoción de llegar a ser madrina de uno de sus bebes me afectaba demasiado, no sabía si era la situación y la melancolía de todo que empieo a sentir como mis ojos se llenan de lágrimas, Diane a mi lado me acaricia el brazo con una sonrisa lastimera, e intento ocultar mi mar de emociones haciendo más preguntas que me ayuden a olvidar al hermano de Day.

Es que ese poder tenía Ethan sobre mí, desde hace más tiempo del que me gustaría admitir. Podía pensar en él en aquellas madrugadas llenas de emociones y situaciones melancólicas, y lo extrañaba. Pero el sentimiento era a{un mas fuerte cuando él arrasaba en mis pensamientos un día cualquiera, en plena tarde y rodeada de gente. Y dolía, dolía porque era común extrañar a alguien a las 3 de la mañana; pero dolía aún más extrañarlo a las 3 de la tarde. 

—¿Y tus papás? —es lo único que puedo llegar a preguntar, mientras siento como mi garganta arde, y mi vista se nubla. —¿Cómo tomaron la noticia, por cierto?

Bajo la lluvia (#2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora