Corea.
Bora.
NARRADOR OMNISCIENTE;
Desde la otra punta del aula, el muchacho castaño observó a Bora fijamente, quien estaba muy metida escribiendo en su libreta marrón alguno que otro apunte sobre la clase. Ni siquiera se dio por enterada que alguien no paraba de mirarla. De por sí, la chica no prestaba más que atención a los profesores. Bora no era de esas chicas que se detenían a observar cualquier cosa antes de anotar o aprender. Bora era nerd y estudiosa, y eso era lo que más le atraía a este hombre de su misma edad y amable. Le atraía la forma en la que escribía y analizaba. Cómo se expresaba frente a sus compañeros. Frente a él. Cómo se ponía los auriculares y corría hacia la cafetería para comprar algo de café con leche. Cómo era tan solitaria y tranquila. Cómo se sentaba en las gradas a tomar, simplemente, aire fresco para luego volver a clases. Bora era callada y reservada. Por ende, casi todo el mundo estaba interesado en ella. En su vida. En qué hacía. En si trabajaba. En si vivía con sus padres. En si tenía pareja y estaba enamorada. En si era feliz.
El hombre estiró las piernas. Suspirando, apoyó su mentón en su palma. Sonrió al darse cuenta de que tenía tiempo de colocar la pequeña notita de color naranja en la mesa en donde Bora se sentaba antes de que regresara del baño. Fue rápido. O bueno, lo intentó. En ella misma, solo habían simples palabras amables. Pero también, dejó encima de esta un chocolate en barra. Por otro lado, le pidió al cielo que ese fuera su favorito o que, al menos, pudiera comerlo hasta la mitad. De hecho, lo único que tenía bien en claro era que no le desagradaban los alimentos dulces. Así que, en cierto punto, estaba conforme con el presente imprevisto y medio bonito. Medio porque le hubiera gustado algo más detallado y mejor elaborado. Supuso que estaba lo suficientemente cansado y atareado con la cantidad exorbitante de materias de la universidad como para pensar de más en la muchacha castaña y de botas negras. Finalmente, respiró hondo.
«¿Y esto?»
Para Bora, fue demasiado extraño haber recibido un regalo a estas horas de la mañana. Apenas eran las ocho y media. Frunció el entrecejo. Un chocolate y una carta. Bueno, nota. La abrió. Una sonrisa torcida dibujó su rostro pálido y con una pequeña capa de maquillaje suave. Algo le decía que no era esa tipa a la que solía llamarla idiota, al contrario, por la letra, dedujo muy por encima que podría tratarse de un hombre del salón y de su misma profesión. De igual manera, no descartó a la pesada y prepotente de Lee Siyeon. Últimamente, Siyeon se había convertido en una controladora y posesiva con carnet al día. Pero, pensándolo bien, Siyeon no era ni romántica, ni de regalar chocolates o epístolas a mujeres, mucho menos a una prostituta que lo único que le provocaba era exitación y deseo. Ni siquiera le importaba su gusto por la lectura y la buena comida. Siyeon solo la quería y la necesitaba por eso. Siyeon solo pretendía darle una vida mejor a costa de sexo gratis y sucio. Mucho sudor y palabras atrevidas. Mucho dinero y cero amor.
"Ten un lindo día. Eres la mejor. Suerte hoy en clase. Trabaja duro".
Dando vuelta el cráneo, intentó de averiguar de quién podría tratarse, pero comprendía que esa semejante estupidez no le daría respuesta alguna. Fijando su vista nuevamente al frente, se mordió el labio, conteniendo la frustración. Tuvo que dejarlo pasar. El profesor ya había llegado. Dejando el obsequio a un lado, escribió, más o menos, tranquila la fecha en su libreta. Se frotó las manos en un intento sumamente fallido de callar su notoria intriga por dar con el paradero de la persona que le escribía entusiasmada. De repente, en eso de pensar el triple, sin percatarse, se dio vuelta otra vez, pero quiso gritar de sorpresa al ver a la maldita desgraciada tomar asiento junto a alguien que no conocía en los asientos de atrás de todo, esos que se encontraban cerca de la segunda puerta del aula. Utilizando su típica vestimenta de ejecutiva y con esa mirada que, directamente, podría matar a cualquiera que se le atreviera a acercarse, abrió las piernas, tal como lo hizo esa noche de tormenta con la sutil idea de castigarla, cosa que, sí, terminó siendo. Esa oportunidad fastidiosa, resultó ser la primera vez que alguien la ataba y le ponía una puta venda en sinónimo de que no era apta para ver increíble espectáculo que Siyeon se inventó con su pobre y sensible anatomía. Se montó un documental sexual interminable y doloroso, en el buen término. Bora tomó el papel de chica joven, inexperta y sumisa/adorable, y Siyeon el rol de lobo feroz en busca de carne fresca y deliciosa. Fue como un vampiro buscando los mejores cuellos para extraer sangre espesa y nueva, el mejor cuello y la mejor sangre del mundo. Siyeon cogió su cuerpo como si se tratara de levantar una bolsa de papas. Y principalmente, lo padeció gran parte de sus clavículas y su trasero. Mentiría si dijera que podía darse el lujo de moverse y caminar con normalidad. Le dolía la cadera y las piernas. Bueno, sí, está bien, le dolía cada centímetro, cada lugar de su pequeño cuerpo, ahora marcado y destruido. Sensible. Todo. Absolutamente todo.

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BLACK AND WHITE (SUAYEON)
Fanfiction• Bora es prostituta, y madre soltera. Siyeon, en cambio, solo una ejecutiva, más o menos, exitosa, pero idiota en cuanto al amor y las mujeres. Por otro lado, por mucho menos importante, hija adoptiva del señor y señora Lee. [...]