Aire

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Con el despertar de la reina Nazeth, una nueva dinámica se estableció en el palacio. Amara y Nerón se aferraron a su madre con afecto, y ella, a su vez, los acogió con un amor incondicional. El rey Aurelio, al principio reacio, sintió un gran alivio al ver que uno de sus problemas se había resuelto. Solo faltaba confesarle toda la verdad a la reina.

En sus aposentos, la reina estaba sentada cómodamente en un elegante diván, sosteniendo a Amara en sus brazos mientras la pequeña dormía plácidamente. Observaba a Nerón dormir en su cuna, situada a su lado.

La puerta se abrió de golpe, y el rey Aurelio entró enfurecido, con una mirada de preocupación y tensión en su rostro. Sus ojos se posaron en la reina y luego en Amara, dormida en sus brazos.

—¿Aurelio, qué te sucede? ¿Por qué entras así? —preguntó la reina Nazeth con voz calmada, pero preocupada.

—¡No puedo soportarlo más, Nazeth! —exclamó Aurelio, la voz cargada de angustia—. Tengo un secreto que nos afectaría a todos si se supiera fuera de este palacio, y la niña es la protagonista de esos sucesos.

—Amara es nuestra hija, Aurelio, y merece ser protegida y amada como tal. Y si tu secreto es sobre que Nerón fue nombrado primogénito ante el pueblo, ya lo sé —respondió la reina con firmeza.

Aurelio se acercó más a la reina, con frustración evidente en su rostro.

—¿Pero y si los dioses lo descubren? ¿Y si nos castigan por ocultar la verdadera herencia de Amara ante el pueblo?

—Los dioses saben lo que hay en nuestros corazones. Amamos a nuestra hija y la criaremos con cuidado y responsabilidad. No podemos permitir que el temor nos gobierne, Aurelio.

No muy convencido, Aurelio se sentó junto a la cuna de Nerón.

—¿Cómo podemos estar seguros de que estamos haciendo lo correcto? Y tampoco es el único secreto, hay algo más.

—No hay un camino seguro en esta vida, mi amor. Solo podemos confiar en nuestros instintos y en el amor que sentimos por nuestros hijos. Sé que Amara traerá un cambio positivo a este reino. Me contaron cómo fue nombrada; los dioses tienen cosas increíbles para ella y para el pequeño Nerón también.

El rey inhaló profundamente, haciendo que sus pulmones dolieran por la cantidad de aire que retuvo. Mientras acariciaba el cabello de Nerón, sin mirar a la reina, decidió contarle sobre Conall.

—El día que nacieron nuestros hijos, mi favorita también estuvo en labor. De su vientre nació un niño, se llama Conall y fue nombrado por los dioses también.

—¿Dónde está? No he oído ni visto a tu favorita desde que desperté.

—Ella murió en el parto, y Conall fue enviado lejos del palacio. Está siendo criado por un marqués.

La reina Nazeth escuchó con atención las palabras de Aurelio, mostrando compasión por la pérdida de su favorita y por la existencia de su hijo Conall.

—Lamento profundamente la pérdida de tu favorita y el destino de Conall. Deberíamos haber compartido nuestras preocupaciones y alegrías desde el principio. Pero ahora, no podemos cambiar el pasado. Lo que sí podemos hacer es asegurarnos de que Conall sea tratado con el mismo amor y respeto que nuestros hijos, Amara y Nerón, y que reciba la misma educación.

—Sí, tienes razón. Me he sentido abrumado por tantos secretos y decisiones difíciles. Estoy dispuesto a enfrentar las consecuencias de mis acciones.

—Debemos ser honestos con él y con nosotros mismos. Cuando llegue el momento adecuado, hablaremos con Conall y le explicaremos la situación. No podemos permitir que más mentiras y secretos afecten a nuestra familia.

Joven reina AmaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora