En nombre de la reina

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El día amaneció con un resplandor dorado que se filtraba por las ventanas del palacio de Nesuria. Aunque el reino estaba aún sumido en el luto por la muerte de Nerón, los preparativos para celebrar el decimosexto cumpleaños de Amara continuaban sin cesar. Los pasillos estaban llenos de sirvientes y cortesanos que corrían de un lado a otro, adornando los salones con flores frescas y cintas de colores.

Amara, sin embargo, no compartía la alegría que impregnaba el ambiente. Para ella, cada día que pasaba sin su hermano era una herida abierta que no dejaba de sangrar. A pesar de sus protestas, el consejo real había insistido en celebrar su cumpleaños como un símbolo de esperanza y renovación para el reino.

El gran salón del palacio estaba decorado con esmero. Candelabros de oro colgaban del techo, iluminando la estancia con una luz cálida y suave. Mesas largas se alineaban a lo largo de las paredes, cubiertas de manjares y bebidas, mientras los músicos afinaban sus instrumentos en una esquina.

Amara vestía un elegante vestido azul que resaltaba sus ojos y el brillo de su cabello rojo, que caía en ondas suaves alrededor de su rostro. A su alrededor, los nobles y dignatarios se reunían, ofreciendo felicitaciones y presentes. Ella sonreía y agradecía con cortesía, pero en su corazón solo había tristeza y un anhelo constante por el hermano que ya no estaba.

En medio del bullicio, el príncipe del sur, Lorian, hizo su entrada. Lorian era conocido por su encanto y su audacia, cualidades que usaba para cautivar a aquellos que lo rodeaban. Vestido con una túnica de fino terciopelo verde y una capa que ondeaba a su paso, sus movimientos eran gráciles y seguros. Sus ojos, de un profundo color ámbar, brillaban con una mezcla de interés y astucia.

Lorian se abrió paso entre la multitud hasta llegar a donde estaba Amara. Al verla, su rostro se iluminó con una sonrisa intrigante.

—Amara, felicidades por tu decimosexto cumpleaños —dijo, inclinándose ligeramente en señal de respeto—. Aunque sé que este no es un momento fácil para ti, quería ofrecerte mis mejores deseos.

Amara lo miró, sorprendida por su sinceridad. Lorian era un extraño para ella, alguien que conocía solo de nombre y reputación.

—Gracias, príncipe Lorian —respondió Amara, intentando mantener la compostura—. Aprecio tus palabras en este día tan difícil.

Lorian sonrió, sus ojos destellando con un brillo juguetón.

—Por favor, llámame Lorian. Después de todo, estamos aquí para celebrar, ¿no es así? —dijo, acercándose un poco más—. Además, me parece que el reino tiene una buena noticia que compartir. ¿Cuánto tiempo llevas de embarazo?

Amara se sonrojó ligeramente, sorprendida por la audacia de Lorian. Antes de que pudiera responder, Conall apareció a su lado, interrumpiendo la conversación con una presencia imponente.

—Lorian —dijo Conall, su voz tensa—, ¿puedo hablar contigo un momento?

Lorian levantó una ceja, notando el tono amenazante en la voz de Conall. Con una sonrisa diplomática, asintió.

—Por supuesto, Conall. ¿De qué se trata?

Conall lo llevó a un rincón apartado, lejos de los oídos curiosos.

—Es "rey" para ti —corrigió Conall, su voz impregnada de una autoridad que intentaba imponer—. Mi esposa no está aquí para ser cortejada por príncipes ambiciosos.

Lorian lo miró con calma, sin dejarse intimidar.

—No veo nada malo en felicitar a la reina en su cumpleaños. Además, no creo que necesite tu permiso para hablar con ella —respondió Lorian, su voz firme—. Y en cuanto a ser "rey", no olvides que tú solo eres consorte. No tienes sangre real.

La respuesta despectiva de Lorian solo aumentó la ira de Conall.

—Te advierto que no juegues con fuego, Lorian —dijo Conall, intentando mantener la compostura—. Mi esposa no necesita ser molestada por tu arrogancia.

Lorian sonrió con frialdad.

—Por cierto, ¿dónde está mi hermana? Mi padre, el rey del sur, ha notado su ausencia y desea verla.

Conall titubeó por un momento, buscando una excusa.

—Tu hermana... Tu hermana está indispuesta. No pudo asistir a la celebración, pero aseguro que pronto estará disponible para ver al rey del sur. No quería incomodar a Amara llevando a mi favorita a su cumpleaños —dijo, intentando parecer convincente.

Lorian asintió, claramente no convencido pero dispuesto a dejar el tema por el momento.

—Entiendo. Espero que se recupere pronto. Dale mis saludos —dijo Lorian, con una sonrisa que no alcanzó sus ojos.

Conall se alejó, sus pensamientos llenos de planes y estrategias para asegurar su dominio. Mientras tanto, Amara, ajena a la confrontación, continuaba recibiendo felicitaciones y presentes, sintiendo que, aunque la oscuridad seguía acechando, había una chispa de esperanza que no podía ignorar.

Más tarde, mientras Amara e Isadora compartían mesa y charlaban entre sí, el rey del sur se acercó nuevamente.

—Amara, felicidades por tu cumpleaños. También lamento la inesperada muerte del rey y el príncipe —comenzó el rey del sur, su tono cortés apenas ocultando una intención más calculadora—. Pero el príncipe Nerón dejó a una mujer hermosa y sola. Por favor, permite que mi hijo Lorian se case con Isadora. Ella merece un príncipe de verdad.

La manera despectiva como terminó la frase enfureció a Amara. Ella lo miró con desprecio y le contestó:

—Reina Amara para usted, rey del sur. Y mi cuñada Isadora no se puede casar con su hijo porque en su vientre lleva sangre de la familia Nesuria. Mi hermano, al morir, dejó su legado aquí con ella.

Las palabras de Amara resonaron en el salón, y de inmediato se desató un murmullo de emoción entre los presentes. Los nobles y dignatarios estallaron en aplausos, felicitando a Isadora con entusiasmo.

—¡Es un milagro! —decía uno de los nobles—. Ambos hermanos decidieron tener hijos al mismo tiempo.

El ambiente se llenó de celebración por la noticia del embarazo de Isadora, y los rostros de muchos se iluminaron con esperanza ante la perspectiva de un nuevo heredero al trono. Pero no todos compartían esa alegría. Conall, el rey consorte, permanecía apartado, observando con desdén y frustración.

Para Conall, el embarazo de Isadora representaba una amenaza directa a sus planes. Su intención había sido acabar con ella antes de que se anunciara su embarazo, y había prohibido su entrada a la fiesta. Sin embargo, allí estaba ella, junto a Amara, desafiando sus órdenes.

Conall sabía que debía actuar rápido para neutralizar la amenaza que Isadora representaba. Tenía que idear un plan para acabar con ella antes de que su embarazo consolidara aún más su posición en el reino. Mientras la sala continuaba celebrando, Conall se sumía en sus pensamientos, calculando cada paso necesario para asegurar su dominio antes de que fuera demasiado tarde.

Joven reina AmaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora