La oscuridad de la noche se cernía sobre el castillo, y la tormenta continuaba rugiendo, como si el mismo cielo lamentara lo que estaba a punto de suceder. En la sala del trono, el rey Aurelio estaba más enojado que nunca. La confrontación con sus hijos lo había dejado furioso, y no toleraba la idea de que su autoridad fuera desafiada.
Nerón, decidido a proteger a su hermana y a desafiar a su padre una vez más, entró en la sala con la intención de enfrentarlo. Sabía que era peligroso, pero la seguridad de Amara y el bienestar del reino eran más importantes que su propio bienestar.
—Padre, tienes que detenerte —dijo Nerón, su voz firme y decidida— No puedes seguir manipulando nuestras vidas como si fuéramos simples peones en tu juego.
El rey Aurelio lo miró con desprecio, sus ojos brillando con una furia contenida.
—¿Detenerme? —replicó el rey, su voz impregnada de sarcasmo—. Soy el rey, y ustedes no son más que mis hijos. Harán lo que yo diga, les guste o no.
Nerón dio un paso adelante, su corazón latiendo con fuerza en su pecho.
—No más, padre. Amara no merece ser tratada así, y tampoco yo.
En un arrebato de ira, el rey Aurelio se levantó de su trono, desenvainó su espada y, en un acto de locura y desesperación, atacó a Nerón. El golpe fue rápido y letal. Nerón apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de caer al suelo, con los ojos llenos de sorpresa y dolor.
El silencio que siguió fue ensordecedor. Isadora, que había seguido a Nerón, llegó justo a tiempo para ver la escena. Se quedó paralizada, incapaz de procesar lo que acababa de suceder.
—¡Nerón! —gritó, corriendo hacia él, lágrimas fluyendo de sus ojos mientras se arrodillaba a su lado.
Lo sostuvo en sus brazos, sintiendo cómo la vida se desvanecía de su cuerpo. A pesar de la naturaleza política de su matrimonio, había llegado a amarlo profundamente, y su muerte la dejaba destrozada.
—Te amo —susurró Isadora, acariciando su rostro mientras las lágrimas corrían por sus mejillas—. Siempre te amaré.
En otro lugar del castillo, Amara estaba en su habitación, ajena a la tragedia que se había desatado. Un empleado del palacio, con el rostro pálido y tembloroso, llegó hasta ella.
—Señorita Amara... —dijo con voz entrecortada— Su hermano... Nerón... ha sido... ha sido asesinado.
Amara sintió como si el suelo se desvaneciera bajo sus pies. El mundo a su alrededor se volvió borroso, y un grito de dolor escapó de sus labios. Sin pensarlo dos veces, corrió hacia la sala del trono.
Cuando llegó, la escena que encontró la destrozó por completo. Isadora, arrodillada junto al cuerpo sin vida de Nerón, lloraba desconsoladamente. El rey Aurelio, frío y distante, limpiaba su espada con un paño, ignorando el dolor de las mujeres que lo rodeaban.
Amara se lanzó al suelo junto a su hermano, abrazándolo con fuerza mientras las lágrimas brotaban de sus ojos.
—¡No! —gritó, su voz llena de angustia—. ¡Mataste a mi hermano, igual que a mi madre!
El rey Aurelio no mostró ninguna emoción. Simplemente terminó de limpiar su espada, la envainó y salió de la sala, dejando atrás los gritos desgarradores de su hija.
Isadora y Amara se aferraron al cuerpo de Nerón, compartiendo su dolor en silencio. Amara acariciaba el rostro de su hermano, incapaz de aceptar que se había ido.
—Lo siento tanto, Nerón —susurró entre sollozos— Lo siento tanto.
Conall, que había escuchado los gritos y salió de sus aposentos, vio a Nerón muerto y a Amara e Isadora llorando. Se acercó a Amara, la tomó del brazo y la llevó afuera. Con una gran sonrisa, le dijo:
—Ahora que Nerón ha muerto, soy el heredero legítimo al trono —dijo Conall, su voz fría y calculadora—. Y tú, como mi esposa, debes comportarte como tal.
Amara sintió que su corazón se hundía. Estaba atrapada en una pesadilla, obligada a vivir una vida que no había elegido y que la desgarraba por dentro.
—No puedes obligarme a amarte, Conall —dijo Amara con voz quebrada, intentando mantenerse firme.
Conall se acercó, tomando su rostro entre sus manos con una mezcla de autoridad y falsa ternura.
—No necesito que me ames, Amara. Solo necesito que me obedezcas.
El castillo, sumido en el silencio, se convertía en un lugar de secretos oscuros y traiciones. La tormenta continuaba rugiendo afuera, como si los mismos dioses lamentaran la tragedia que se había desatado entre sus muros.
Amara, sola en su habitación después de que el cuerpo de Nerón fue retirado, lloró la pérdida de su hermano y la vida que había conocido. Pero en su corazón, la chispa de la resistencia seguía ardiendo, y sabía que algún día encontraría la manera de liberarse del yugo que la mantenía prisionera. Sabía que su lucha apenas comenzaba, y que debía ser fuerte por ella y por la memoria de su amado hermano
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Joven reina Amara
Mystery / ThrillerEl destino escrito por los dioses se cumplirá, con el peso de la corona y el odio de su padre.