Nuestra historia

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La noche había caído sobre el reino de Nesuria, envolviendo el palacio en un manto de calma que contrastaba con el tumulto de los días recientes. Amara, exhausta por el peso de sus decisiones y el dolor de sus pérdidas, finalmente se permitió cerrar los ojos y sucumbir al mundo de los sueños.

En ese estado onírico, se encontró en un campo de flores que se extendía hasta donde alcanzaba la vista. El aire era fresco, y una suave brisa acariciaba su piel. Amara caminó por el campo, sus pies descalzos hundiéndose en la suave hierba, y pronto escuchó una voz familiar llamarla.

—Amara.

Se dio la vuelta rápidamente, su corazón latiendo con fuerza al reconocer la voz. Allí, de pie entre las flores, estaba Nerón, su rostro iluminado por una suave sonrisa.

—Nerón —susurró Amara, corriendo hacia él, sintiendo el calor de su presencia tan real que casi podía tocarlo.

Nerón la recibió con un abrazo cálido, y por un momento, Amara olvidó el dolor y la tristeza que había sentido. Era como si el tiempo se hubiera detenido, permitiéndoles estar juntos una vez más.

—Te he echado tanto de menos —dijo Amara, su voz entrecortada por la emoción.

Nerón la miró con ternura, sus ojos reflejando una paz que Amara nunca había visto en él en vida.

—Yo también te he extrañado, hermana. Pero estoy aquí, en tu corazón, y siempre lo estaré.

Amara asintió, sintiendo las lágrimas rodar por sus mejillas. Había tantas cosas que quería decirle, tantas preguntas que deseaba hacerle, pero el tiempo parecía ser tan breve.

—Hay algo que debes saber, Amara —dijo Nerón, su voz ahora teñida de seriedad.

Amara lo miró, ansiosa por entender el mensaje que él debía transmitirle.

—Isadora está embarazada —continuó Nerón, sus ojos fijos en los de Amara—. El hijo que lleva en su vientre es mi legado. Cuídalos, por favor. Asegúrate de que el niño nazca en un reino donde la justicia y la paz prevalezcan.

Amara sintió una mezcla de sorpresa y responsabilidad al escuchar esas palabras. La noticia del embarazo de Isadora era un rayo de esperanza en medio de la oscuridad, y sabía que debía hacer todo lo posible para protegerlos.

—Lo prometo, Nerón. Haré todo lo que esté en mi poder para asegurar que tu hijo crezca en un mundo mejor.

Nerón asintió, su expresión suavizándose con un atisbo de satisfacción.

—Confío en ti, Amara. Siempre lo he hecho. Eres más fuerte de lo que crees, y Nesuria te necesita.

La imagen de Nerón comenzó a desvanecerse lentamente, y Amara sintió el tirón del despertar.

—No te vayas —pidió, su voz teñida de desesperación.

Nerón le sonrió una última vez, y sus palabras flotaron en el aire como una caricia.

—Estoy contigo, siempre.

Amara abrió los ojos, despertando en su cama con la luz del amanecer filtrándose por las ventanas. Las lágrimas aún rodaban por sus mejillas, pero no eran solo de tristeza; también llevaban consigo una promesa de esperanza y determinación.

Se levantó, sabiendo que tenía un propósito renovado. Nerón podría haber partido de este mundo, pero su espíritu y su legado vivirían a través de ella, de Isadora, y del hijo que estaba por venir. Amara se vistió rápidamente y se dirigió hacia los aposentos de Isadora, sabiendo que era el momento de compartir la noticia y comenzar a construir el futuro que Nerón había soñado.

Joven reina AmaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora