Había pasado un mes desde que la lluvia comenzó a azotar el reino de Nesuria, y parecía que no tenía intención de detenerse. El cielo permanecía encapotado, y la tierra, saturada de agua, empezaba a ceder ante el peso de la ira divina. El rey Aurelio, cansado de la desobediencia de sus hijos y la creciente inestabilidad del reino, decidió tomar una medida drástica: adelantar la boda de Conall y Amara.
La ceremonia fue privada, con la mínima cantidad de asistentes posibles, y se llevó a cabo en una pequeña capilla dentro del castillo. Amara, con el corazón pesado y la tristeza reflejada en sus ojos, caminó hacia el altar, donde Conall la esperaba con una expresión de triunfo en su rostro. Antes de que Amara llegara al altar, su padre se inclinó hacia ella y susurró fríamente:
—Para esto naciste, Amara. Las hijas no están hechas para liderar, ni siquiera con los dioses de su lado.
Sus palabras cortaron a Amara más profundamente que cualquier espada, pero ella mantuvo la cabeza alta, decidida a no mostrar debilidad ante su padre ni ante Conall.
La ceremonia avanzó sin contratiempos, pero el ambiente estaba cargado de una tensión palpable. Cuando concluyó y la fiesta comenzó, el castillo pareció cobrar vida propia. Las paredes empezaron a calentarse, y escritos misteriosos aparecieron sobre la piedra, brillando con una luz sobrenatural. Era la diosa Diana, furiosa por el camino que Aurelio había elegido para su protegida, Amara.
El rey, enfurecido por esta manifestación divina, alzó la voz en desafío:
—¡Ya no te temo, Diana! ¡Yo soy el dueño de mis hijos!
Nerón, Amara, y Conall, que estaban detrás de él, se miraron sorprendidos por la temeridad de su padre. Salieron del salón en busca de Aurelio, quien se había marchado furioso.
Al llegar a la sala real, encontraron a su padre riendo, una risa desquiciada que resonaba en las paredes del palacio. Con una voz que aún destilaba un aire de soberbia, comenzó a contarles la historia de su nacimiento.
—Saben, ustedes tres son mis hijos —dijo entre risas—. Nacieron el mismo día, el peor día de mi vida. Es una gran historia. Siéntense.
Los tres hermanos intercambiaron miradas, sorprendidos y curiosos. Lentamente, se sentaron frente a su padre, preparados para escuchar el relato que les cambiaría la vida.
—La lluvia azotaba la ciudad de Nesuria sin descanso, justo antes de que nacierais. Vuestra madre estaba enferma, con un embarazo de ocho meses, y el castillo estaba sumido en el caos. Mientras ella luchaba por su vida, una de mis favoritas dio a luz a un niño hermoso y saludable, Conall. Estaba feliz, dos hijos nacidos el mismo día, un príncipe heredero y un hijo de mi favorita. Pero lo que no esperaba era que vuestra madre diera a luz a dos príncipes y una princesa, Amara, que fue la primera en nacer.
Aurelio hizo una pausa, observando cómo sus hijos asimilaban la información. Continuó con una sonrisa amarga:
—El destino me jugó una mala pasada. Durante la ceremonia en el círculo de los dioses, donde solo los hijos de la reina deben ser presentados, algo inesperado ocurrió. La partera interrumpió con Amara en brazos. La luna brilló más fuerte y apartó su luz de vosotros, Nerón y Conall, bañando con su luz a Amara. Los dioses la reconocieron como la primogénita, una señal clara de que su poder estaba de su lado. No solo eso, sino que también reconocieron a Conall, algo sin precedentes para un hijo de concubina.
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Joven reina Amara
Mystery / ThrillerEl destino escrito por los dioses se cumplirá, con el peso de la corona y el odio de su padre.